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El ‘fair play’ de LaLiga obliga al Barcelona a romper con Jasikevicius

El lituano, campeón de la ACB, pone fin a tres temporadas en el club azulgrana al no acordar una renovación a la baja y será sustituido por Roger Grimau

Jasikevicius FC Barcelona
El entrenador del Barcelona, Sarunas Jasikevicius, durante el tercer partido de la final de la Liga Endesa ante el Real Madrid.Juanjo Martín (EFE)
Jordi Quixano

Sarunas Jasikevicius no seguirá al frente del Barcelona de baloncesto. El club azulgrana ha anunciado este lunes que el técnico lituano y la entidad separan sus caminos después de tres temporadas juntos. En una época encaminada a la austeridad en las secciones del Barça, no ha habido acuerdo para la continuidad del entrenador. Su sustituto hasta 2025 será Roger Grimau, exjugador del club de 2003 a 2010 y que ahora dirigía al filial, el Barça Atlètic.

El Barcelona está atado económicamente y las secciones, que no generan los suficientes recursos para amortizar las inversiones, tienen claras las órdenes de los ejecutivos, que cifran entre un 15 y un 20% la obligatoria rebaja de la masa salarial, condenados por los avales que tienen que hacer frente -seis millones a pagar antes del día 30 por los desajustes habidos con la masa salarial de las secciones en el ejercicio 2022-2023- y, sobre todo, por el fair play financiero que exige LaLiga. “En el baloncesto se tiene que alcanzar al menos el 20%”, argumentan desde el club; “y con eso tenemos que seguir siendo competitivos”. Pero las noticias se suceden y no son nada halagüeñas para la entidad, pues el equipo, considerado por muchos como una de las mejores plantillas que ha tenido en la historia, por más que no haya logrado el laurel de la Euroliga -en los tres últimos cursos quedó apeado de la Final Four, con el Madrid en los dos postreros y en semis-, se está deshaciendo. El último en desfilar por la pasarela del adiós es Jasikevicius, que acababa contrato y que no pudo hacer efectiva esa cláusula en la que, de ganar en Europa, podía ampliar un año su vínculo de forma unilateral.

La no continuidad de Saras es una bofetada de realidad para el Barcelona, una constatación de que se llega al final de la era de los grandes nombres y contratos. Así, no seguirá Cory Higgins para ayudar desde el perímetro o repartir juego como tampoco lo hará el jugador franquicia, un Mirotic que tenía un salario superior a los 11 millones y con el que ya negocian, a pesar del disgusto generalizado, la liquidación aunque le quedaran dos años de contrato. Ahora se marcha Jasikevicus.

“Renovarlo era una prioridad para nosotros, pensábamos que era el técnico idóneo para seguir con este proyecto”, resuelven desde los pasillos del Palau Blaugrana, apenados porque nos números no cuadran. No ha podido ser. Resulta que las primeras conversaciones animaron a los ejecutivos del club, conscientes de que Saras estaba por la labor de bajarse el sueldo, actualmente ganador de la ACB tras derrotar sin remisión al Madrid en la serie de la final (3-0), título que engalanaba sus dos Copas y otra Liga en tres temporadas. Pero cuando se entró en detalle pronto se vio que no había tutía. Por un lado, el lituano pedía un proyecto serio y deportivo que estuviera a la altura, una plantilla compensada que no bajara sus prestaciones. Sin Mirotic -al que defendió públicamente cuando manifestó que no entendía por qué el Barça no le había intentado renovar a la baja; versión que desmiente el club- eso ya asemejaba tarea harto imposible. Ocurre, además, que el salario de Jasikevicius se acercaba a los 3,5 millones y el club quería destinar algo menos de un millón para el entrenador. Demasiada diferencia entre una postura y otra, definitiva también.

El testigo lo recoge Roger Grimau, capitán del equipo que venció la segunda y última Euroliga del Barça en 2010. Con 44 años, el nuevo técnico azulgrana comenzó su andadura en los banquillos como ayudante del segundo equipo en la LEB ORO y en la LEB Plata (2018-2021), para después asumir el mando del júnior y el Barça Atlètic en las dos últimas campañas. Es la política de la austeridad, tiempos de patatas para unas secciones que van a la baja, condicionadas por lo económico y por el poder del fútbol, pues el final de Saras coincide con la llegada de Gündogan, que aunque llega libre cobrará alrededor de 10 millones por curso. Es la nueva realidad del Barça, la descapitalización de las secciones porque si Mirotic es invitado a irse con la pelota naranja a otra parte, lo mismo sucede con el pivote Fàbregas en balonmano -firmó por el Veszprem- y con Helder Nunes en el hockey patines.

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