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Alcaraz, 20 años y la jerarquía de un veterano

El español resuelve un denso duelo con Coric (6-4 y 6-3, en 1h 40m) y se medirá el domingo (18.30) con el alemán Struff en su quinto partido por el título este año

Carlos Alcaraz posa delante de la tarta de cumpleaños, este viernes en la Caja Mágica de Madrid.
Carlos Alcaraz posa delante de la tarta de cumpleaños, este viernes en la Caja Mágica de Madrid.INMA FLORES
Alejandro Ciriza

Celebra Carlos Alcaraz las 20 primaveras por todo lo alto, colándose en su quinta final de la temporada. Es decir, el murciano suma y sigue, sin freno y a todo trapo. Lo hace en una Caja Mágica a rebosar, colas y más colas en los accesos de la central para ver jugar al nuevo niño bonito del tenis, que ya es menos niño y alcanza la veintena en una atmósfera veraniega y festiva. Suena, cómo no, el cumpleaños feliz, entonado por tercer año consecutivo por la grada. El protagonista luce dientes, aplaude como un cantaor flamenco y agradece al público madrileño, unos 12.000 asistentes: “Puede ser que se noten los 20... porque hoy me ha costado levantarme un poco de la cama”, bromeó. “Pero me he repetido lo que me decía en el US Open [donde ganó y tocó el cielo en 2022]: estoy hecho un toro”, prolongó después de sortear un áspero duelo con el croata Borna Coric, que casi siempre exige (6-4 y 6-3, tras 1h 40m) y no hace excepción. Se revuelve, sí, pero también cae.

Lo que se presumía en la antesala de este Masters va cumpliéndose a rajatabla, en lo que Alcaraz se refiere. Llegó a Madrid como gran favorito, como indiscutible hombre a batir, y así continúa. Más si cabe. Ascendida la escalinata hacia el episodio final del torneo, cuesta imaginar que el alemán Jan-Lennard Struff (4-6, 6-3 y 6-4 a Aslan Karatsev) pueda apartarle de un segundo título en la capital española, el que significaría el cuarto de este curso y el tercero sobre tierra batida. Es decir, un mundo entre él y los demás, que no encuentran la forma de hincarle el diente de ninguna manera. Hoy por hoy, el de El Palmar es un King Kong que despeja avionetas a manotazos. Así de gráfico. No hay quien le perturbe, más allá de un par de instantes comprometidos ante Ruusuvuori y Khachanov. Hablando en plata, se pasea.

Le cueste más o menos destrabar los partidos, el murciano se impone con suficiencia, desprendiendo la sensación de que por mucho que pueda torcerse el guion, va a saber reconducirlo y derribar el muro a base de mazazos. Coric supuso más trabajo que otra cosa, masticar bien y tragar con gusto. El croata (20º del mundo, 26 años) fue en su día una ilusión, víctima de la desproporcionada comparación con Djokovic, y pese a que está a varias galaxias del serbio, ha sabido consolidarse entre el tercer pelotón de jugadores; es decir, entre esos que pretenden colarse en la planta noble y no terminan de creérselo. Pelotea bien, especialmente desde el revés, tiene consistencia y no va mal de muñeca, pero las lesiones torpedearon su crecimiento y echa en falta golpes definitivos.

Miami, la excepción

Le sobran a Alcaraz, observado este viernes desde el palco de celebridades por Björn Borg, el sueco de plomo, un fenómeno que en su día (años 70) sacudió el circuito como hoy día lo hace el español. Seduce y embauca también el chico con un tenis cada vez más completo y compactado. Brilla de forma natural, pero va adquiriendo las herramientas necesarias para desatascar pulsos densos como este frente al balcánico; esto es, temple, control, lectura. Tenis, al fin y al cabo. En este ejercicio que transcurre a golpe de victoria –28 en 30 compromisos, 20 sucesivas en la arena española– y de final en final –solo se le resistió Miami, semifinales–, él se desmarca y acumula más y más números para presentarse en Roland Garros como la gran amenaza.

Sigue Rafael Nadal sin pisar la arcilla, baja también la próxima semana en Roma y tratando de subirse a un tren que no va en marcha, sino a una velocidad de vértigo. La marca Alcaraz, pletórico y desatado, incomprensiblemente maduro en su propuesta. En apenas un par de años, su salto ha sido estratosférico. Entonces, a la Caja Mágica se le hacía un nudo en el estómago cuando aquel fideo adolescente, 16 años, sufría del abdominal en su primer encuentro con el mallorquín y le arañaba tres juegos; dio un acelerón y ya le tuteó en Indian Wells, donde la temporada pasada obligó al de Manacor a un extra que pagó su costillar; y terminó tumbándole luego en Madrid, previa transformación en el gimnasio. Ahora mismo, él tiene la sartén por el mango y es el reto para el resto. Son 20 años, sí, pero la jerarquía de un veterano.

”Muchas veces no me paro a pensar en que sigo siendo un chaval, es mi segundo año en el circuito y mi cuarta final de Masters 1.000, ya tengo un Grand Slam... Muchas veces no me paro a pensar que acabo de arrancar”, transmitía. “En 2021 era todavía un niño asustado por jugar contra Rafa, pero ahora somos más maduros y sabemos afrontar lo que viene”, precisaba. “Si no pones el trabajo diario, las ganas, si no quieres ser tenista... Por más que tengas el don, no consigues nada. Sin querer ser el mejor, nunca vas a ser nadie”, concluía Alcaraz.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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