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El Athletic-Madrid que impidió la Guerra Civil

El conflicto evitó el gran duelo para inaugurar la Supercopa en 1936

Parada de Zamora en la final de la Copa de 1936.
Parada de Zamora en la final de la Copa de 1936.

La final de Riad viene a cubrir un hueco en la historia: el de la que iba a ser la primera Supercopa, pero impidió la Guerra Civil. El presidente de la Federación era a la sazón un pontevedrés muy emprendedor llamado Leopoldo García-Durán. Republicano perteneciente al partido Conservador, su mandato coincidió prácticamente con los años de la República, en la que de los 10 títulos nacionales el Athletic ganó cuatro y el Madrid otros cuatro (si contamos también la 30-31 serían seis y cuatro, pero la República se implantó en abril del 31).

Madrid y Athletic, los dos grandes equipos de la época, seguían filosofías radicalmente opuestas que alimentaban un debate interminable. El Athletic vivía exclusivamente de la excelente cantera vasca, mientras el Madrid hacía fichajes de tronío, entre ellos el celebérrimo Ricardo Zamora, El Divino, por el que en 1930 pagó ¡150.000 pesetas!. Cantidad descomunal entonces, que estableció un récord muy duradero. También empezaba a discutirse si era más la Copa, de larga tradición y desarrollo expeditivo, o la Liga, con su largo todos contra todos por toda la geografía nacional.

En la temporada 35-36 ganó la Liga el Athletic. El Madrid fue segundo y se vengó eliminando a los bilbaínos de la Copa, de la que sería campeón en Valencia ante el Barça, con una gran última parada de Zamora que mantuvo el 2-1 en el marcador.

García-Durán proyectó enfrentar a los dos campeones en una Supercopa como inauguración oficial de la 36-37. Hubiera sido algo así como esos clásicos con Mourinho y Guardiola, con Cristiano y Messi, pero la Guerra dio al traste con aquel propósito. García-Durán perdió la presidencia en la depuración subsiguiente. Y el Athletic y el Madrid se depauperaron mucho. Al Athletic lo había vaciado la gira de la Selección de Euskadi, en la que perdió a Blasco, Cilaurren, Zubieta, Muguerza, Iraragorri y Gerardo, que se quedaron en América. Con eso, bajas en el frente y algún retirado le quedó una plantilla muy depauperada. El Madrid estaba peor: sólo le quedaban cuatro titulares, con Quincoces como emblema. Los hermanos Regueiro y Emilín, también del Euskadi, tampoco volvieron de América. Zamora y Ciriaco se retiraron. Al meta húngaro Alberty (titular salvo en la Copa, que no jugaba por ser extranjero) la Guerra le depositó en Galicia y se quedó en el Celta tras jugar en el Racing de Ferrol. Seis que permanecieron en zona republicana militaron en el Batallón Deportivo y sus fotos saludando antes de los partidos con el puño en la sien se convertían ahora en duras acusaciones en su contra. Sólo serían autorizados a jugar tras muchos ruegos y gestiones. En fin, que esa Supercopa no hubiera tenido la enjundia pretendida cuando se concibió.

La nueva Federación receló de la idea por tratarse de un invento republicano. Autorizó, eso sí, a los campeones de Liga y Copa de la 39-40, Athletic Aviación y Espanyol, a enfrentarse sin carácter oficial en una llamada Copa de los Campeones. Ganaron los aviadores: 3-3 en Barcelona y 7-1 en Madrid. Luego hubo esporádicos intentos de los que ya di cuenta en esta serie: la Copa Presidente (o Copa de los Cuatro, con Atlético Aviación, Barça, Valencia y Athletic), que demoró del 41 al 47 en completarse; la no oficial Copa de Oro Argentina en 1945 (Barça, 5; Athletic, 4 en Les Corts) y, con carácter ya oficial, la Copa Eva Duarte Perón, de 1947 a 1953. Ahí murió.

Hasta que llegó Núñez. Elegido presidente del Barça en 1978, justo a la desaparición de Bernabéu, tenía dos obsesiones: arrebatar poder al Madrid y allegar nuevos ingresos. Pronto fue vicepresidente de la Federación e hizo buena entente con Pablo Porta, que aunque era perico congenió bien con él y compró sus ideas innovadoras. Varias fracasaron. La Copa de la Liga, hecha a imitación de la inglesa, sólo tuvo vida de 1983 a 1986. Otra fue el playoff de la Liga 85-86, con tres liguillas finales de seis equipos que no se repitió. Una más, imponer dos jugadores sub-20 en cada equipo, para abaratar plantillas. Sólo llegó a implantarse dos años en Segunda, entre grandes polémicas.

Dos sí perduraron: la ampliación de 18 a 20 equipos (respuesta al pinchazo de la Liga del playoff y la Supercopa, lanzada en 1982, que sobrevive y ha crecido al desdoblarse en esta fórmula de cuatro. Y así, a la vuelta de tanto tiempo, pudimos por fin ver en Riad el enfrentamiento proyectado antes de la Guerra. Y de paso recuperar el recuerdo de aquella final de la Copa del Generalísimo de 1958, la de los once aldeanos.

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