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Defensora del lector
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por qué llamamos ultra a Vox (y no a Podemos)

Las dos formaciones tienen discursos y retóricas radicales, pero su comportamiento político hoy día no es el mismo

Ultra - defensora del lector
FERNANDO HERNÁNDEZ / Getty
Soledad Alcaide

La petición. “EL PAÍS se refiere continuamente a Vox con calificativos como la derecha extrema y la ultraderecha”, plantea el lector Jaime Cuenca. “Sin embargo, cuando habla de Podemos, tanto ahora como en la época en la que Pablo Iglesias era su imagen, nunca se le identifica como la extrema izquierda o la ultraizquierda. Todo ello, siendo todos conocedores de su ideología”. Por eso, reclama que se otorgue a ambas formaciones “un tratamiento similar”.

El Libro de Estilo. El manual de funcionamiento de la Redacción tiene esta definición para la palabra ultra: “Extremista de derechas”.

La explicación podría zanjarse aquí. Pero merece la pena contestar en profundidad a la pregunta implícita en el mensaje del lector: ¿por qué no son equidistantes en el tratamiento a Vox y a Podemos?

El término. Rafa Rubio, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense, recuerda la distinción histórica, que se remonta a la Asamblea Nacional francesa, que define la posición política de cada grupo según la situación en el arco parlamentario. En ella, Vox sería extrema derecha y Podemos, extrema izquierda. “Es un espacio geográfico, pero en relación a la ideología de los otros, porque en el Congreso no se sientan en los extremos, sino en el centro”. La calificación, considera, da una connotación negativa “evidente, que busca un posicionamiento”.

Definición de Vox. “Creo que el término ultra, apócope de ultranacionalista, define mejor lo que es Vox”, afirma Miguel González, el redactor de la sección de Nacional que sigue a la formación. “Son ultras quienes creen que la soberanía no reside en el pueblo, sino en la nación y que, en consecuencia, los nacionales de un país no pueden decidir sobre su existencia, ya que la nación, un concepto abstracto y cultural, está por encima del pueblo real”.

Pero el periodista pone el acento en que Vox no es un partido democrático: “Por varias razones: 1. La ideología ultranacionalista, como se ha explicado, no es democrática. 2. El funcionamiento de Vox no es democrático: ha eliminado las elecciones primarias a candidatos a puestos públicos y también a cargos internos; y la continuidad de Abascal como líder no se sometió a votación al término de su último mandato (2020). 3. Vox vulnera la libertad de información, que es una de las bases de la democracia, al vetar a periodistas y medios que considera no afines. 4. Vox quiere ilegalizar a los partidos nacionalistas/independentistas que representan al menos a la mitad de los catalanes y los vascos. 5. Vox quiere imponer a todos los ciudadanos sus concepciones morales sobre aborto, eutanasia o matrimonio homosexual. 6. Aliados de Vox, como Trump y Bolsonaro, se negaron a aceptar el resultado cuando perdieron las elecciones, sin que Abascal los criticara”.

Pero también aclara: “Eso no significa que no pueda actuar en un sistema democrático: al contrario de lo que sostiene Vox cuando pide ilegalizar a los partidos independentistas, la Constitución española no es el Credo: nadie está obligado a creer en ella, pero todos deben acatarla”.

¿Y Podemos? “Es un partido que está dentro de los márgenes de la Constitución”, afirma Paula Chouza, la periodista encargada de la información de Podemos. Desde enero de 2020 ejerce además un papel institucional, ya que forma parte de la coalición que dirige, en funciones, el poder Ejecutivo. Además, añade la redactora, “una parte de su programa incluye medidas, que también han impulsado en el Gobierno, que son de corte socialdemócrata”. Entre ellas, la ley de la Vivienda aprobada en abril.

El uso de los adjetivos. “Reservar las expresiones ultra o extrema derecha para Vox tiene sentido en la medida en que identifica a una formación cuyas posiciones políticas a menudo vulneran los confines que establece la propia Constitución”, afirma Jordi Gracia, director de Opinión de EL PAÍS, que enuncia algunas: “El cuestionamiento de las autonomías, el españolismo recentralizador, la militancia contra la inmigración o las políticas de proselitismo católico...”. En su opinión, la “carga enfática” de la denominación es “descriptiva de una posición política tentada de revertir derechos ya conquistados por las mujeres, por ejemplo, o prescindir de ellos”.

El director de Opinión cree que Podemos está difícilmente en esa situación, aunque sí haya podido estarlo originalmente “en su discurso impugnador del sistema”. Como parte del Gobierno de coalición, puntualiza, ha cumplido el ordenamiento jurídico. “El extremismo ultra de Vox, en realidad, evidencia la moderación de la izquierda de Podemos y su plena integración sistémica”, concluye.

Efecto espejo. El profesor de Derecho Constitucional opina que entre ambas formaciones hay una “suerte de efecto espejo”, que sitúa al Vox de hoy en la misma posición que tenía Podemos en sus primeros años y antes del pacto de gobierno. “El estilo más agresivo de Vox recuerda la misma fórmula de Podemos cuando hacía escraches”, afirma Rafa Rubio. Pero, agrega, es muy difícil de ver desde el otro lado. Desde la izquierda, precisa, hay cierto miedo a que los pactos con el PP ayuden a normalizar a Vox, porque sería “una legitimación de una forma de hacer política que bajo su punto de vista no deberían permitirse”. El mismo miedo, añade, que desde la derecha había a la entrada de Podemos en el Gobierno. “Para la derecha, tampoco debía permitirse esa forma de hacer política, que algunos medios afines, con naturalidad, llamaban socialcomunista”, puntualiza.

Dictamen. Si bien Vox y Podemos son dos fuerzas con discursos y retóricas radicales, su comportamiento político hoy día no es el mismo. Mientras Vox ha señalado a las mujeres, la mitad de la población, y a minorías como los migrantes o el colectivo LGTBI, para exigir que se les nieguen derechos fundamentales, civiles y sociales, y pretende utilizar las vías democráticas para conseguirlo e imponer su visión del mundo, Podemos no ha tomado ese camino.

El compromiso de EL PAÍS con sus lectores, recogido en el Libro de Estilo, es ofrecer una información veraz y de calidad. Nuestra misión es tratar la información con objetividad: con las reglas profesionales, con rigor, sin anteojeras y con mente abierta. Pero eso no significa el deber de ser neutrales. El respeto a los derechos humanos es el límite. Es nuestra obligación como periódico estar con los vulnerables sin altavoz, con la víctima y no con el violador, con el país invadido y no con el invasor, con la ciudadanía sometida y no con el dictador, y siempre en la defensa de la democracia. Sin este mínimo, la equidistancia es falsa. Por eso, tenemos la responsabilidad de llamar a las cosas por su nombre.

Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 

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