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Alambradas, desierto y muertes: el festival de Venecia viaja con los migrantes y denuncia a Europa

La poderosa ‘Green Border’, de Agnieszka Holland, y la irregular ‘Io Capitano’, de Matteo Garrone, ponen el foco en quienes abandonan Siria o Senegal hacia un continente que hoy les cierra la puerta. ‘Origin’, de Ava DuVernay, indigna solo por su condescendencia

Tommaso Koch
'Green Border', Agniezska Holland.
Un fotograma de 'Green Border', de Agniezska Holland.

Un minuto, uno solo. No pidió más Agnieszka Holland. Y, entonces, la infinita conversación que ocupa estos días el festival de Venecia se detuvo. Ni cine, ni divos, ni glamur. Reinó, de golpe, el silencio. Apenas 60 segundos, luego cada cual volvió a lo suyo. Aunque ya no era lo mismo. Porque la veterana directora polaca había obligado a todos a mirar, a pensar. Con su gesto en la rueda de prensa del martes. Y, sobre todo, con su película Green Border, poderoso retrato de la ignominia que habita el linde entre Bielorrusia y Polonia. Un Gobierno deja cruzar adrede a los migrantes, el otro los devuelve. Y así, adelante y atrás, como un infame pimpón humano. Con un matiz: a un lado de la frontera hay un dictador; al otro, en teoría, nuestra querida, pacífica y acogedora Unión Europea.

Justo el destino final del viaje de Seydou, protagonista de Io Capitano, de Matteo Garrone: de Senegal a Sicilia, en busca de una vida mejor. Entre ambos filmes, el concurso de la Mostra asomó un rato la cabeza fuera de su burbuja. E interpeló tanto a Bruselas como a Roma y Varsovia, presididas por Gobiernos xenófobos que presumen de su receta antiinmigración. Sin olvidar, por supuesto, el séptimo arte: el que contribuye a hacer brillar el filme de Holland, destinado a dejar huella; que no acaba de apuntalar el periplo de la película italiana; y que, directamente, hunde el tercer largo del día. Por temáticas, entre racismo, castas y discriminación, Origin, de Ava DuVernay, bien podía sumarse a una jornada para la reflexión. Por calidad fílmica, sin embargo, dista años luz. Es más: sus ganas de sermonear, aunque sea por una causa justísima, resultan insoportables.

El agravio comparativo, además, dolía. Porque Green Border mostró la eterna vigencia de una receta hoy poco en boga: un tema difícil merece un acercamiento igual de complejo. Y, por más que el asunto enfurezca, la mejor forma de hacerle justicia es afrontar sus múltiples matices. Siempre los hay. Los sirios y afganos maltratados, los guardias fronterizos, los activistas, los ciudadanos. Holland no evita mirar la muerte y las alambradas, tiene claro que hay verdugos y víctimas. Pero también intenta observar todo lo que se mueve alrededor, aun a costa de perder algo de profundidad en algún perfil. Solo faltan los políticos, lo cual ya lo dice todo.

Polish director Agnieszka Holland (C) arrives with young guests for the screening of 'Zielona granica' (Green Border) during the 80th annual Venice International Film Festival, in Venice, Italy, 05 September 2023
Agnieszka Holland (centro), junto con dos de los intérpretes de 'Green Border', el martes en la presentación de gala de la película en el festival de Venecia.ETTORE FERRARI (EFE)

Io Capitano también adopta ojos estimulantes: los del muchacho a la caza de un sueño. Los de Kouassi Pli, inspiración de carne y hueso del guion, sentado al lado de Garrone ante la prensa. “Hace 15 años que partí con mi primo para llegar, costara lo que costara, a Europa. Sabemos que es un viaje de muerte”, relató. Hoy tiene 40. Y un control del italiano como para usar el napolitanísimo término “cazzimma” (mezcla de valentía, determinación y astucia pícara). Gracias a ella, también, llegó hasta su nuevo hogar. Pero fue un joven con otra casa, y una familia, que dejó atrás en su camino hacia lo desconocido. Como otros miles. En Europa, hoy, muchos les llaman peligro. Igual que en Polonia ven “armas de Lukashenko [el dictador bielorruso]” ahí donde solo hay gente abandonada en un limbo.

“La crisis de los migrantes dará forma al futuro de Europa. Sus líderes no son estúpidos, saben que seguirá creciendo, y los medios que usan ante la emergencia son ineficaces. Saben que construir muros, pagar tiranos africanos o asiáticos porque se queden a los refugiados en sus territorios no resolverá el problema. El reto es decidir qué hacer. Si seguimos como ahora, la UE se volverá como una fortaleza donde la gente que intente entrar será asesinada por nosotros”, sentenció Holland ante la prensa. La directora alabada por las denuncias de Europa, Europa volvía así al ataque. Incluso contra sus propios oyentes: lamentó la inacción y “polarización” de los medios, y que nuestras sociedades, tan reacias al cambio y a salir del confort, ofrezcan terreno fértil al discurso populista. Mientras, el tiempo pasa, el reloj de arena sigue corriendo. Y el drama continúa.

“Octubre, 2021″ deja claro Green Border al principio: es decir, lo que cuenta pudo suceder ayer. O incluso hoy: un mensaje al final del filme reitera que todavía hay refugiados ocultos, o ya cadáveres, en esa frontera justo mientras el espectador lee esas líneas. No tan lejos, por otro lado, de la Ucrania invadida por Rusia. He aquí otro punto de contacto entre las tres películas del festival: lo que filman se proyecta cada día en nuestra realidad. “Algunos perderán la vida aquí no porque Europa no pueda ayudarlos, sino porque lo ha elegido”, concluía un comunicado que leyó Holland. Por lo pronto, Bruselas bien podría financiar la proyección de la película en cada escuela del continente. Y así, de paso, al menos estaría haciendo algo.

Director Matteo Garrone, cast members Seydou Sarr and Moustapha Fall
Matteo Garrone (centro), junto con los actores Seydou Sarr y Moustapha Fall, antes de la presentación de 'Io Capitano' en el festival de Venecia. GUGLIELMO MANGIAPANE (REUTERS)

Garrone también decidió actuar. Europa a veces recibe, otras rechaza, pero siempre aguarda, como punto de llegada. Así que el cineasta cogió cámaras, equipos y se fue a filmar la casilla de salida. “Desde hace décadas vemos barcos que arriban por el Mediterráneo, a veces los salvan, otras no. Con el tiempo los imaginamos como números y perdemos de vista que detrás hay un mundo y tantos deseos. La idea es poner la cámara en el lado opuesto, ofrecer el contracampo”, afirmó. Funciona, pero solo a medias: el protagonista se antoja tan creíble como su viaje. El foco nunca pierde de vista a Seydou y su prisma: road movie, tragedia, realismo mágico. La odisea se vive a un milímetro de Ulises.

Sin embargo, apenas sorprende o emociona: bien filmado, loable, pero previsible. Mientras atraviesa tantos países, el chico se cruza con desiertos y monstruos. Aunque también con almas salvíficas. El director cree que el largo tiene elementos de sus Gomorra o Pinocho. Y que solo un adjetivo define la aventura que tantos migrantes se atreven a afrontar: “Épica”. “Hay una profunda injusticia en un plano ético más alto en el hecho de que muchos de estos chicos no tengan respuesta a por qué coetáneos suyos llegan de vacaciones a sus países y ellos para hacer el viaje al revés deben afrontar peligros, barcazas y a menudo la muerte”, agregó.

'Io, Capitano', Matteo Garrone.
Un fotograma de 'Io Capitano', de Matteo Garrone.

El cineasta prefirió limitarse a sugerir cuestiones. Holland insistió en que ella no tiene la receta. Le toca al espectador, pues, prolongar el debate. Origin, en cambio, apuesta por entregárselo ya resuelto. Y quiere indignar tanto que termina haciéndolo por la razón equivocada: su condescendencia hacia el público. Es cierto que narra asuntos complejos: sigue a la periodista Isabel Wilkerson, primera afroamericana en ganar un Pulitzer, mientras elabora la teoría que encumbrará su ensayo superventas The Origins of Our Discontents. Es decir, que el comienzo de la discriminación de los negros ha de buscarse en las castas antes que en el racismo. Y en la Alemania nazi, o en los dalit, último eslabón de la sociedad india.

Fascinante, a priori. Pero todo esto viene del libro. El filme concentra sus esfuerzos en masticarlo, no vaya a ser que a alguien se le atragante. “No escribo preguntas, sino respuestas”, dice la protagonista. La película entrega su última media hora a un alegato de todos los males y cómo vencerlos. Una vez más, Hollywood nos enseña cómo salvar el mundo. Se esperará, presumiblemente, aplausos y agradecimientos a cambio. Quizás la única buena noticia sea que los protagonistas, por lo menos, ya no son los mismos hombres blancos musculosos de siempre. Habrá que conformarse.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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