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La polémica sobre apropiación cultural enciende a la Mostra de Venecia y compara a Penélope Cruz con un “exorcista”

El debate desatado por el actor italiano Pierfrancesco Favino, tras lamentar que el filme de Michael Mann eligiera a Adam Driver para encarnar a Enzo Ferrari en lugar de alguien local, salpica a la estrella española

Tommaso Koch
Adam Driver
Adam Driver, en la piel de Enzo Ferrari, en un fotograma del filme de Michael Mann.

En la pantalla, aparece Modena. Las bicicletas bajo sus pórticos, un plato de fettuccine en una trattoria. Y, por supuesto, el bólido rojo más famoso del mundo. Va, al final, en el propio título del filme. Hasta se habla del club de fútbol local, “orgullo” de la región. Todo, pues, más que italianísimo. Entonces, ¿por qué demonios Enzo Ferrari habla inglés? Por la libertad creativa que cada director y filme puede y debe tomarse, responderán algunos. Así lo han decidido Michael Mann y la producción porque les pareció lo mejor para Ferrari, punto. Pero Pierfrancesco Favino, probablemente el actor más celebrado de Italia en los últimos años, tiene otra explicación: “Apropiación cultural”. “No entiendo por qué este tipo de películas se fían a intérpretes extranjeros, lejanos respecto a los protagonistas reales de las historias, empezando por el acento exótico. [...] En otras épocas lo habría hecho Gassman. Hoy lo hace Adam Driver y nadie dice nada”, aseguró este sábado, durante la rueda de prensa de otro filme en concurso, Adagio. Y puso en marcha, de paso, la polémica más inesperada de la Mostra.

Ayer lunes, de hecho, las sacudidas llegaron a golpear a la otra protagonista de Ferrari. “Penélope Cruz habla con acento español intentado ser romagnola [de la Emilia Romaña], tipo exorcista con varias voces dentro de sí”, declaró el director y actor Luca Barbareschi, en la presentación de su último filme, The Penitent. El creador, que ha trabajado como intérprete y productor en los últimos largos de Roman Polanski, es conocido en Italia también por su carrera política como diputado de derechas, en el partido de Silvio Berlusconi, y por cierta disposición a la polémica.

El festival sabía que la huelga de actores y guionistas contra los grandes estudios y plataformas de Hollywood sería un tema controvertido de su 80º edición. Era consciente, también, de que invitar a Luc Besson, Woody Allen o Roman Polanski, vinculados en distintas medidas con casos de presuntas o demostradas violencias sexuales, encendería las críticas. Seguramente nadie, en cambio, vio venir la batalla verbal que lleva dos días ocupando titulares y preguntas de la prensa italiana en el certamen. Porque Favino solo encendió la mecha. Desde entonces, el debate, a favor y en contra, está que arde.

“No se entiende por qué no yo, sino actores de este nivel [le rodeaban Toni Servillo, Adriano Giannini o Valerio Mastandrea] no sean involucrados en estos filmes. […] Si un cubano no puede hacer de mexicano, por qué un americano puede hacer de italiano. Solo aquí. Me parece una actitud de desprecio hacia el sistema italiano, si las leyes comunes son estas, entonces participemos nosotros también”, completó su declaración el intérprete. Recordó, de paso, que Driver también encarnó a Maurizio Gucci, en el filme de Ridley Scott donde otros divos de Hollywood daban vida, y voz, al resto de la célebre familia. Y ha llegado a calificar su movimiento de “pequeña batalla”. Porque el gran cine de EE UU, que ya domina la taquilla, no fagocite incluso las historias europeas. Porque el dinero, que presiona hacia el habla inglesa para facilitar la distribución en más mercados, haga más concesiones al realismo y la autenticidad. Aunque, de paso, el actor también insinúa que un divo y una súper producción extranjeras también aumentan el riesgo de un retrato más estereotipado.

El actor Pierfrancesco Favino durante la presentación del filme sobre Enzo Ferrari en VeneciaFoto: Yara Nardi (REUTERS) | Vídeo: EPV

Las opiniones, más o menos célebres, siguen cayendo en ambos bandos. Sofia Coppola, que presentaba hoy lunes en el festival su Priscilla, afirmó: “Un director debe ser libre de elegir cómo y con quién contar su historia”. Y Mads Mikkelsen, protagonista de la película en concurso Bastarden, dijo en una entrevista a La Repubblica que entendía a Favino, pero sacó otro problema: la apuesta tan habitual por el doblaje ya coloca en desventaja a países como Italia, Francia o España. Y resta valor e importancia a la defensa del idioma original. Que el cuestionamiento empiece por ahí, vino a decir el danés. “Nunca entendí por qué hacéis eso. Es una locura”, apuntó. Actores y cineastas italianos como Pupi Avati o Monica Guerritore, en cambio, han apoyado la tesis de su conocido compañero de profesión. Esta última defendió, según La Repubblica: “Me dijeron que si le entregaba el rol de Anna Magnani a una diva estadounidense habría conquistado el mercado global, pero no puede interpretarla nadie más que una actriz italiana”.

Al menos en un aspecto Favino sí se equivoca: el asunto no es exclusiva italiana. Sucedió en La casa Gucci, cierto. E incluso en Luca, animación de Pixar con director y ambientación italiana, pero habla inglesa. Pero el debate ya se produjo antes en Colombia. Dos actores célebres han interpretado en los últimos años a Pablo Escobar. Ninguno, sin embargo, había nacido con acento paisa, ni siquiera en el país. Muchos no le perdonaron al brasileño Wagner Moura su extraña cadencia en la serie Narcos. Y la elección lingüística de Loving Pablo, de Fernando León de Aranoa, resultó aún más cuestionable: Javier Bardem, en la piel del narcotraficante, y Penélope Cruz alternaban castellano e inglés en el metraje. La celebrada serie Chernobil lucía muchos méritos, pero la fidelidad a los idiomas originales no era uno de ellos: no había trazas de ruso y ucranio. Ni siquiera la conversación se cierne solo al cine: a Rosalía la han acusado una y otra vez de apropiación cultural del flamenco.

A medida que crece, el debate también investiga sus límites. A nadie se le ocurre, por ejemplo, cuestionar El padrino. Y el actor Edoardo Pesce contaba a La Repubblica que un intérprete de Palermo se enfadó porque él había encarnado al mafioso Giovanni Brusca sin ser siciliano. “El dialecto y el lenguaje se aprenden”, insistió. Lo que lleva de vuelta, curiosamente, a Favino. En su otro filme en el concurso, Comandante, interpreta al oficial de la marina Salvatore Todaro. Nacido en Sicilia, vivió en la Toscana. Pero el actor es romanísimo. Y, además, junto con el director, Edoardo de Angelis, decidieron cambiarle el acento a otra región: el Veneto. Chocaban, una vez más, dos derechos. La libertad creativa. Y la de enfadarse.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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