‘Damsel’: Millie Bobby Brown, ni princesa ni dragona

Damsel es una película de aventuras y supervivencia, un oscuro cuento de hadas hecho a mayor gloria de su protagonista, Millie Bobby Brown, la estrella de la serie de Netflix Stranger Things. Bastante más crecida y sin buena parte de su carisma infantil, la actriz británica es el centro del nuevo largometraje del director canario Juan Carlos Fresnadillo, que regresa después de un intenso periplo haciendo televisión en Hollywood y 13 años después de su última película, Intruso (2011).

La vocación internacional de Fresnadillo siempre estuvo ahí. Su cortometraje Esposados obtuvo en 1997 una candidatura al Oscar y desde entonces todos sus proyectos han demostrado su ambición por borrar fronteras, también las de los géneros que más le interesan: el thriller, el fantástico, el terror... Su inclinación por fábulas oscuras, entre la fatalidad del destino y los miedos más primarios, estaba en Intacto (2001), su muy interesante debut en el largometraje; en 28 semanas después (2007), notable secuela de la película de zombis de Danny Boyle 28 días después, y en la inquietante Intruso.

Pero la osadía de su filmografía anterior apenas asoma en Damsel, o solo lo hace —y nunca del todo— cuando la aventura se precipita hacia la historia de supervivencia dentro de una cueva. Es en las secuencias más físicas en las que se puede adivinar mejor el pulso de Fresnadillo. Sin embargo, la película está lastrada de principio a fin por las escasas dotes como intérprete de su estrella, que se desdobla sin demasiada convicción en un personaje de doble cara: una dulce damisela que después de casarse con un príncipe se ve envuelta en un sangriento sacrificio en el que una vieja dragona será su principal enemiga.

Pese estar arropada por intérpretes muchos más solventes que ella —como Robin Wright, Angela Bassett o Nick Robinson— Millie Bobby Brown (que también es productora ejecutiva de la película) chupa plano (y algoritmo) en una película de aventuras que se plantea como el reverso de un cuento de princesas y dragones y que en su mezcla de géneros y referencias —de King Kong a Juego de tronos e incluso Alien— resulta demasiado evidente.

Aunque quizá la decisión más chocante de la película, y la que demuestra su escasa confianza en el espectador, es que el monstruo de la película, su vengativa dragona, hable. No es que un monstruo no pueda hablar, es que el exceso de explicación de un viejo dragón solo pone en evidencia un mal contemporáneo: la continua subestimación de la inteligencia de los espectadores.