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La otra torre inclinada de Italia, en Bolonia, en peligro de caerse

El Ayuntamiento de la ciudad inicia una recogida de fondos para restaurar la torre Garisenda que ha recaudado 800.000 euros en menos de una semana

Torre de Bolonia Italia
La torre Garisenda, en primer plano, y detrás la torre Asinelli, en Bolonia, el 3 de diciembre.JENNIFER LORENZINI (REUTERS)

La torre Garisenda, uno de los símbolos más conocidos de Bolonia, lleva algunas semanas oscilando más de lo normal. La construcción medieval está inclinada, como su homóloga de Pisa, pero el balanceo atípico que han percibido en los últimos registros los técnicos que controlan periódicamente su estabilidad hace temer que pueda derrumbarse, por lo que las autoridades locales han comenzado a construir una barrera de cinco metros de altura alrededor de la torre para proteger a los transeúntes y los edificios cercanos por si caen piedras o para contener los escombros en caso de derrumbe. El alcalde de la ciudad, Matteo Lepore, ha calificado la situación como “muy crítica”. Las obras de construcción de la valla finalizarán a inicios del próximo año, mientras que se espera que la torre y la plaza que hay bajo ella permanezcan cerradas durante varios años mientras se llevan a cabo las obras de restauración.

La Garisenda, citada por Dante en la Divina Comedia y otras de sus obras, forma junto a la Asinelli el conjunto de torres más emblemático del horizonte de Bolonia. Ambas están inclinadas: la Asinelli tiene algo más de 97 metros de altura y hasta hace poco los visitantes podían subir a su cima, mientras que la Garisenda es más baja, tiene 48 metros, pero se inclina más debido al hundimiento del suelo de los cimientos. Fue construida hacia el año 1109 y originalmente tenía 60 metros de altura, pero debido a su inclinación se rebajó 12 metros en 1353.

Un equipo de técnicos de la superintendencia y del Ayuntamiento registran desde hace años los movimientos de las torres para prevenir posibles problemas de estabilidad. En 2018 se incrementaron los controles, con la creación de un comité científico formado por ingenieros, geólogos y otros expertos, que evalúa constantemente los datos obtenidos.

En los últimos meses, los sensores detectaron ruidos anómalos, oscilaciones, vibraciones y pequeños movimientos. Aunque las anomalías no son evidentes a simple vista, porque se trata de desplazamientos de apenas unos milímetros, son significativos para una construcción tan delicada. Las inspecciones descubrieron, además, que los materiales de la base de la construcción estaban deteriorados. En octubre los técnicos pidieron al Ayuntamiento que tomara medidas para proteger la torre. El alcalde ordenó entonces limitar el tráfico en torno al monumento para evitar las vibraciones excesivas y despejó la zona circundante para estudiar mejor la estructura y observar las oscilaciones con mayor precisión.

Barrera colocada en la base de la torre medieval Garisenda para evitar el riesgo de derrumbe.
Barrera colocada en la base de la torre medieval Garisenda para evitar el riesgo de derrumbe.JENNIFER LORENZINI (REUTERS)

El Ayuntamiento ha explicado que las obras que se acaban de iniciar representan la primera fase del plan para estabilizar la torre y hacerla segura. Los técnicos no acaban de alcanzar el acuerdo y aún están debatiendo los próximos pasos para resolver la situación definitivamente. En las últimas semanas, han estado elaborando un informe en el que harán balance de los datos recogidos en los últimos años, las anomalías de los últimos meses y, sobre todo, propondrán qué hacer. Los medios locales informan de que el principal problema de la torre es la torsión, que parece haber cambiado de dirección: ahora apunta hacia el sur, hacia la torre Asinelli, lo que supone un movimiento diferente y más rápido que el registrado en los últimos años.

Una barrera de 4,3 millones de euros

El consistorio calcula que solo la barrera para rodear a la Garisenda costará 4,3 millones de euros. Por eso, el 24 de noviembre puso en marcha una campaña de recogida de fondos para sufragar la restauración de esta torre y también la de Asinelli. En poco menos de una semana se alcanzó el objetivo inicial de 800.000 euros, por lo que el alcalde, movido por el excelente resultado de esta iniciativa, ha elevado el objetivo a tres millones de euros, que espera lograr en los próximos meses.

Lepore ha explicado que muchas donaciones proceden de empresas, pero también han participado ciudadanos particulares, que recibirán beneficios fiscales por la donación. El alcalde ha asegurado que los recursos privados permitirán “agilizar” las obras de restauración de ambas torres. Este sistema de recaudación ya se ha utilizado en el pasado, por ejemplo, para restaurar la fuente de Neptuno, que costó cerca de medio millón de euros. Lepor ha subrayado que el proyecto para salvar la torre supone un “reto extraordinario” que requerirá “el compromiso de toda la ciudad y de aquellos que en todo el mundo aman Bolonia y uno de sus símbolos más importantes”.

En los últimos años, se practicaron diversas intervenciones para garantizar una mayor estabilidad de la torre Garisenda. En 2020, se colocaron correas de acero de alta resistencia alrededor de la torre para comprimir la base, cuya parte central está hecha de una mezcla de mortero, trozos de bloques de terracota y guijarros de río.

A lo largo de los años, además, se han propuesto diversas intervenciones que no han acabado de ponerse en marcha. Uno de esos proyectos consiste en inyectar mortero para rellenar los huecos del interior de la estructura y consolidarla. Sin embargo, los ingenieros advierten de que no se puede utilizar cualquier mortero, ya que hay que elegir uno compatible con los materiales originales de la torre y aseguran que elegir el tipo de material llevará mucho tiempo. A raíz de una denuncia presentada en noviembre por los concejales de la oposición, del partido ultraderechista Hermanos de Italia, la fiscalía de Bolonia está investigando posibles omisiones o retrasos en el cuidado de la torre.

Mientras tanto, el Ayuntamiento ha elaborado un recuento de los habitantes que viven cerca de la torre, en la definida como “zona roja”. Según sus datos, hay 459 personas, 46 de las cuales son menores de 10 años. Los agentes de la policía local han ido llamando a los timbres de todas las casas para repartir folletos sobre qué hacer en caso de peligro y recoger los números de teléfono móvil de los ciudadanos. El plan de emergencia del consistorio prevé informar a todos los residentes con mensajes, además de sirenas y megafonía. También se han identificado varios puntos de reunión en caso de evacuación en algunas plazas cercanas y se ha establecido que los evacuados serán alojados en una biblioteca y en la estación de autobuses.

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