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Claudio Tolcachir: “Necesito que algo me estimule, me dé miedo”

El actor y director de teatro argentino vuelve a España como intérprete después de 16 años para protagonizar el mónologo ‘Rabia’

Claudio Tolcachir, a la entrada del Teatro de la Abadía de Madrid.
Claudio Tolcachir, a la entrada del Teatro de la Abadía de Madrid.Jaime Villanueva
Rocío García

Solo en el escenario, Claudio Tolcachir va relatando una historia sobrecogedora, mezcla de thriller, drama, miedos y mucha humanidad. A sus 48 años, el director teatral y autor de títulos como La omisión de la familia Coleman o Tercer cuerpo, vuelve a subirse al escenario como actor tras dieciséis años de ausencia en España y lo hace en el Teatro de la Abadía de Madrid con Rabia, un monólogo que adapta la novela homónima de Sergio Bizzio, codirigido por él mismo y Lautaro Perotti. Instalado desde hace dos años en la capital española, donde abrió una sede de su sala bonaerense Timbre 4, Tolcachir confiesa su felicidad absoluta por ser padre de dos niños, de 6 y 4 años, fruto de un vientre de alquiler, junto a su pareja, Gerardo Otero. “Se puede hacer respetando los derechos de las mujeres”, asegura. La obra estará en cartel desde este jueves hasta el próximo 8 de octubre.

Pregunta. Suena la campana del Teatro de la Abadía y comienza la función, ¿qué siente con ese toque?

Respuesta. Una especie de hormigueo, una mezcla de muchas ganas, muchísimo miedo y mucha emoción. Me vienen amigos, maestros, pero por suerte, a medida que se acerca el estreno, lo que más siento son las ganas de hacer esta función. No quiero estar en otro lado.

P. ¿Desde cuándo no subía a un escenario?

R. En Madrid desde 2007, año en el que me estrené como actor en Un hombre que se ahoga, que dirigía Daniel Veronese, en el María Guerrero. Por suerte, en aquella ocasión me vio Juan Mayorga y cuando le presenté el proyecto de Rabia, fue él quien me animó a interpretarla.

P. ¿Qué tiene la novela de Rabia para aventurarse a llevarla al teatro?

R. Traje esta propuesta a la Abadía con poquísimas certezas, como suelen ser estos proyectos lindos. Intuíamos que había algo teatral. No es una novela reflexiva, sino de pura acción y muy sensorial, donde hay un personaje central, aunque en la novela hay varios, que vive una evolución muy original, humana y compleja. Yo la había leído hace años y no la olvidaba.

P. ¿Cómo ha sido la adaptación de una novela de varias voces a un monólogo?

R. Hemos probado muchas cosas. Llevamos un año adaptando, probando y ensayando la novela. Ha sido un trabajo bien guerrero, junto con todo el equipo técnico. El monólogo es un relato en tercera persona, con la posibilidad de entrar y salir, que nos pareció un recurso teatral muy interesante para indagar. Cuando relato lo que le pasa al personaje José María, un hombre que, tras un incidente, se esconde en una gran mansión donde trabaja su novia, de alguna manera me está atravesando a mí también. Afortunadamente, hemos tenido tiempo, tan necesario para el teatro y para una obra como esta. Lo fascinante de Rabia es la humanidad que despierta a partir de una determinada situación argumental.

P. La función la interpreta y codirige junto a Lautaro Perotti. ¿Cómo es ese trabajo a cuatro manos?

R. En realidad, ha sido un trabajo a ocho manos, junto a María García de Oteyza y Mónica Acevedo. Hemos sido el cuarteto infernal. A mí me han cobijado, protegido, estimulado. Con Lautaro, nos conocemos desde los 17 años, cuando los dos teníamos pelo largo. Casi todas las cosas más importantes que he hecho en mi vida teatralmente siempre ha estado Lautaro, una persona con una observación muy aguda, muy cariñosa y un gusto exquisito. Compartimos la dualidad de protegernos e inspirarnos, además de divertirnos mucho y descubrir. Es alguien con el que sé que puedo tomar riesgos.

Claudio Tolcachir, en un momento de la entrevista.
Claudio Tolcachir, en un momento de la entrevista.Jaime Villanueva

P. Se instaló en Madrid en abril de 2021. ¿Fue una huida de Argentina?

R. No lo siento como una huida, pero sí tuve la necesidad de expansión. En Buenos Aires sigue estando mi casa, que dejé intacta para volver en cualquier momento, Timbre 4. Y mis obras. Voy dos o tres veces al año. Tras la pandemia, tuve la necesidad de oxígeno y nuevas aventuras. Por la edad de mis hijos, chiquitos entonces, sentimos que podíamos pedirles, sin que fuera algo muy catastrófico, un cambio. Acá había muchas posibilidades de trabajo. Además, Madrid en particular, pero España en general siempre ha sido de una generosidad increíble. Poder hacer este proyecto tan independiente en este teatro y con esta producción es un auténtico lujo. Tengo 48 años y sigo necesitando que algo me estimule mucho, me dé miedo, en el sentido de algo que no tengo resuelto. Necesito estar encendido, dentro de una tormenta placentera, no dolorosa.

P. El mes próximo se celebran elecciones generales en su país y el candidato de extrema derecha, Javier Milei, parece que tiene posibilidades de ganar. ¿Qué siente?

R. Pánico y mucho dolor. Milei es de una intolerancia y una incultura espantosas. No es una persona equilibrada, funciona con eslóganes. Ha llegado a decir que los derechos sociales son aberraciones, que el feminismo es una tontería, que los derechos humanos son una pantomima, que el cambio climático no existe, que la educación pública no tiene sentido, que la salud pública es un gasto. Lo único que puedo decir de bueno de este hombre es que no miente, que los que le están votando saben a quién votan. Estoy azorado, noqueado, porque no puedo creer que mi país, donde hace poco se legalizó el aborto, donde el feminismo tiene una fuerza enorme y ha mirado de frente a la memoria de la dictadura, vote ahora por ese candidato. Me duele mucho que las Abuelas de Plaza de Mayo estén viendo esto.

P. Alguna vez ha confesado que el teatro le salvó la vida. ¿Cómo fue?

R. Me la sigue salvando. Yo era un niño muy tímido. Hace 48 años, la educación no tenía tan en cuenta a un nene disléxico, gay, con una imaginación invasiva. No me gustaba el fútbol, ni los juegos competitivos. La escuela era una tortura, un padecimiento absoluto. Me escapaba del colegio con ocho o nueve años. Mis padres me mandaron al teatro y fue mi salvación. El teatro me permitió relacionarme y jugar. Es un lugar que permite que cada uno sea distinto, en el que el error forma parte del proceso y donde todos somos necesarios.

Javier Milei es de una intolerancia y una incultura espantosa”

P. Es usted padre de dos hijos por vientre de alquiler. Tanto usted como su pareja han hablado siempre de manera clara. ¿Fue una decisión fácil?

R. Queríamos ser padres y buscamos la forma para hacerlo. Nos apuntamos en el sistema de adopciones, pero era muy complejo y difícil. Con todas las dudas y los prejuicios, nos informamos sobre la gestación subrogada. La línea ética que hemos seguido es que todo lo que hiciéramos se lo pudiéramos contar a nuestros hijos y sentirnos tranquilos y orgullosos. Todos lo que participaron en este proceso quisieron y amaron hacerlo; en primer lugar, la familia gestante, que ha sido un regalo que nos dio la vida.

P. ¿Dónde lo hicieron?

R. En Chicago, porque allí legalmente dan la posibilidad a una pareja gay de ser los dos padres. Las familias que se postulan tienen que tener experiencia maternal, un equilibrio social estable y una situación económica también estable. Establecimos contacto con la familia, con Amanda y Scott, que son padres de dos hijos. Hablamos mucho con ellos y Amanda nos dijo que ella siempre lo quiso hacer, ser mujer gestante.

El teatro me salvó la vida de niño y me la sigue salvando”

P. ¿Sigue teniendo relación con la mujer gestante?

R. Sí. La Semana Santa pasada viajamos las dos familias a una playa porque la pandemia nos desbarató los planes. Los vemos cada año. Es muy bueno para mis hijos saber.

P. ¿Entonces sus hijos ya lo saben?

R. Sí. Este último viaje fue muy movilizador para todos. Nada bueno va a salir de no contar, de no saber. Ellos saben que Amanda no es su mamá, que ellos tienen dos papás. En casa tenemos fotos de todos los que participaron, desde el director del hospital, los enfermeros, la familia de Amanda. Así, mis hijos conocen su historia.

P. ¿Qué opinión le merece entonces la decisión de Ana Obregón de buscar una madre de alquiler con el semen de su hijo fallecido?

R. No me siento en condiciones de opinar. De lo que me ocupo mucho en mi vida es de intentar no molestar a nadie, ni lastimar a nadie.

P. Entonces, ¿no cree que el alquiler de vientres vaya en contra de los derechos de las mujeres?

R. Lo único que yo creo es que hay que hacerlo bien, como todo. Se puede hacer mientras se respeten los derechos de las mujeres. Nosotros decidimos que lo queríamos hacer con esa familia concreta, pero ellos también decidían si lo querían hacer con nosotros. No es que no entienda los prejuicios, pero creo que hay que diferenciar cuando algo se hace bien, sobre todo en casos así. Hay que luchar para que todo se haga bien, con derechos para todos. Para mí ha sido maravilloso.

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