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Antes los escritores se hacían famosos en la tele, ahora los famosos de la tele se meten a escritores

La Feria del Libro de Madrid visibiliza cada año una tendencia notable en el sector editorial: el fenómeno de las celebridades extraliterarias que publican un ensayo, una autobiografía o una novela

Camilo José Cela, Amparo Rivelles, Lalo Azcona, Jesús Hermida y Antonio Gala (de izq a dcha) durante el programa 'A mi manera', dirigido por Jesús Hermida en 1989.
Camilo José Cela, Amparo Rivelles, Lalo Azcona, Jesús Hermida y Antonio Gala (de izq a dcha) durante el programa 'A mi manera', dirigido por Jesús Hermida en 1989.LUIS TORRES (EFE)
Sergio C. Fanjul

Camilo José Cela, premio Nobel de Literatura, presumiendo de absorber un litro de agua por vía rectal. Fernando Arrabal, probablemente achispado por el vino, alertando de la llegada del milenarismo en el programa de Sánchez Dragó. Francisco Umbral haciendo historia con el “yo he venido aquí para hablar de mi libro” en el programa de Mercedes Milá.

Hubo un tiempo en el que los escritores más prestigiosos eran famosos, pero famosos de verdad, porque iban a los platós de televisión, donde se genera la verdadera fama. Y no solo a programas de literatura sino también a concursos, debates, magacines, y hasta programas de chafardeo, donde no tenían apuro en practicar la boutade y liarla parda. Su fama traspasaba el ámbito cultural y alcanzaba aquella cantidad y calidad que solo se alcanzaba antes, en tiempos de Lola Flores. Hoy parece ocurrir al contrario: los escritores no suelen prodigarse en la tele, pero las celebridades de la pequeña pantalla suelen meterse a escritores.

“Eran otros tiempos, la tele acogía a los escritores, los mimaba, los reverenciaba. Nos educamos con esa tele a la que acudían personas que habían hecho cosas importantes, o interesantes al menos”, recuerda la analista televisiva Mariola Cubells. Eran tiempos en los que Terenci Moix llegó a presentar un magazine de sobremesa titulado La tarde durante una semana, por el que pasaron Rafael Alberti, Antonio Gala, Román Gubern o Maruja Torres, y su propio programa cultural, Más estrellas que en el cielo. Gala, de hecho, sería también un habitual de la pequeña pantalla, con su Paisaje con figuras; como lo fue más tarde el filósofo Gustavo Bueno, que participó como comentarista en los comienzos de Gran Hermano, y llegó a teorizar sobre ese medio en su libro Televisión: apariencia y verdad (Gedisa).

Con la llegada de las emisoras privadas y la fragmentación de las audiencias parece que aquella hermandad entre intelectuales y televisión comenzó su decadencia. “Un día todo eso acabó, porque la tele fue expulsando la cultura pura y dura primero y luego incluso el entretenimiento cultural. Cada vez quedaron menos espacios en los que pudieras contar de qué iba tu libro”, añade Cubells. Hoy quedan algunos espacios literarios como Página 2 o Un país para leerlo, pero es que los escritores tampoco suelen ser requeridos en programas de otras temáticas (la variedad tampoco es grande, copada la parrilla por las tertulias políticas).

Entrevista de Mercedes Milá al escritor Francisco Umbral, en 1993, donde se popularizó el "yo he venido a hablar de mi libro".
Entrevista de Mercedes Milá al escritor Francisco Umbral, en 1993, donde se popularizó el "yo he venido a hablar de mi libro".Captura

¿Umbral en ‘Sálvame’? ¿Cela en ‘First Dates’?

¿Habría acudido Paco Umbral a hacer el gamba a Sálvame? ¿Participaría don Camilo en First Dates? Quién sabe. Tampoco se ven demasiados escritores en El Hormiguero (Carmen Mola, es decir, los tres autores bajo el seudónimo, sí acudieron tras ganar el Planeta), y tampoco parece que interesen demasiado. Y, ojo: lo cierto es que Sálvame también ha tenido su cuota literaria, en la figura de Kiko Matamoros, que en los últimos años se ha revelado como un prescriptor literario de refinado gusto.

“A mí me decían: mira, ahí va el rubito ese de la tele”, recuerda Luis Antonio de Villena, que asegura que nunca tuvo tanta fama como esa etapa, entre 1987 y 1998, en la que aparecía en programas como los de Manuel Hidalgo, Pedro Altares o Jesús Hermida. Cada semana llegaban al plató sacos enteros de cartas que no podía ni revisar. Hasta le tentó la prensa del corazón, pero el poeta rehusó repetidas veces a abrirle la puerta de su casa. “Yo hacía mucha vida nocturna y sabía que si les daba pie empezarían a fisgar”, dice.

De Villena diferencia entre tres clases de participación de escritores en la televisión: los que tenían programas (como Moix o Gala, también Sánchez Dragó), los que iban a tertulias (como él mismo o Álvaro Pombo) y los que daban entrevistas memorables (como Cela o Umbral). “A estos los periodistas les invitaban mucho, porque tenían una buena entrevista asegurada”, explica. Sostiene que los escritores dejaron de ir a la tele porque la tele degeneró. “Yo estoy por encima de esa basura que ahora se estila como Sálvame o Supervivientes, ese mundo sin ningún tipo de cultura o sensibilidad”, afirma. “De hecho, ya en aquellos tiempos Pombo y yo nos reíamos y nos sentíamos un poco mal por ir a la televisión, como si fuera bajar el nivel”, añade.

“Creo que aquellos autores aportaban mucho al paisaje de la tele”, explica el escritor Sergio del Molino, “por lo general, eran todo pose, lo que los convertía en algo maravilloso, de una teatralidad exuberante, ingenua y cínica a la vez, pues sabían explotar cierta idea popular del escritor como genio excéntrico”. Eran dispares y sabían dar espectáculo, ponían en escena, sobre los platós y ante las cámaras, el ambiente de las tertulias, los cafés “y los salones de las marquesas donde ejercían de entretenedores”, añade el escritor.

Las cosas han cambiado mucho: ahora los escritores son más normales, más representativos de la sociedad en la que viven. “Ya no somos raros con vidas raras y ya no tenemos tanto caché como entretenedores, por lo que la tele nos ha relegado a los menguantes programas culturales, sin frecuentar el faranduleo. No solo somos menos relevantes socialmente, sino más aburridos, no damos espectáculo”, dice Del Molino.

Risto Mejide firmando en el día de Sant Jordi de 2023
Risto Mejide firmando en el día de Sant Jordi de 2023MASSIMILIANO MINOCRI

Ahora, y como se constata cada año en la Feria del Libro, son las celebridades las que se meten a escribir y no al revés. Sobre todo, los famosos de la tele, que son los más famosos de todos, pero también de otros ámbitos como internet (youtubers, influencers, tiktokers), el deporte, la cocina o la política. “Un día llegaron los autores mediáticos”, dice Cubells, “parecía que todo el mundo, de pronto, sabía escribir. Desde un presentador de informativos a un colaborador extravagante, cualquier celebridad mediática. Yo no tengo nada contra ellos, siempre y cuando asumamos todos que si no fueran famosos, si no tuvieran presencia televisiva, nadie les publicaría”.

Si es famoso, tiene libro

Hoy, si alguien alcanza la notoriedad suficiente, lo más habitual es que no tarde en publicar un libro (en muchos casos escrito con ayuda de un redactor profesional), ya sea ese libro una autobiografía, unos consejos de autoayuda o, los más audaces, una ficción. En los últimos tiempos se han publicado novelas de presentadores como Vicente Vallés, Carme Chaparro, Sandra Barneda o Risto Mejide, por no mencionar los grandes éxitos editoriales que han llegado a generar Jorge Javier Vázquez o Màxim Huerta. Otros autores salidos de la tele: Alonso Caparrós, Christian Gálvez, Pablo Rivero, Beatriz Rico, Mélani Olivares o Jordi Cruz.

El caso más sonado tal vez fuera el de las novelas de Ana Rosa Quintana, que ella firmaba pero que escribía con ayuda de un redactor (que causó el escándalo al plagiar párrafos de Danielle Steele o Ángeles Mastretta en la novela Sabor a hiel, publicada por Planeta). El gancho de la fama masiva que procura la televisión es instrumentalizado por los grandes grupos editoriales para vender su producto. Los defensores de esta simbiosis entre lo editorial y lo televisivo argumentan, de manera similar a como se dijo en el boom de la poesía de internet, que estos reclamos pueden servir para acercar a un público cada vez mayor a las librerías, para aumentar los índices de lectura entre la población.

El actor Pablo Rivero en su firma en la Feria del Libro de Madrid el 2 de junio de 2023.
El actor Pablo Rivero en su firma en la Feria del Libro de Madrid el 2 de junio de 2023. Isabel Infantes (Europa Press)

Y cada año regresan la perplejidad, en incluso la envidia, cuando se ve que son estos “intrusos” en la industria editorial (según los consideran algunos) los que suelen congregar mayores colas de lectores ávidos de firmas en la feria y la más grande expectación mediática. Los autores considerados “literarios” acaparan menos fama, pero es que además los lectores “literarios” son menos proclives a hacer colas para conseguir firmas. Este año, por ejemplo, el gran broche de la Feria del Libro será la comparecencia de Ana Obregón, que firmará El chico de las musarañas (HarperCollins), que la celebrity continuó donde lo dejó su difunto hijo Aless Lequio. Será este domingo a mediodía, y seguramente ese momento quede grabado de forma indeleble en la historia de la feria.

A Del Molino no le parece mal. “Detesto la tendencia al lloriqueo y la autocompasión de mi gremio”, dice, “¿por qué la feria, que es un sarao eminentemente popular, una fiesta madrileña y callejera, tiene que dejar de hablar de quienes cortan el bacalao en ella? Es un sitio grande: cabemos todos”. El 19 de mayo, una semana antes de la inauguración ferial, el escritor Manuel Vilas fantaseaba en dirección opuesta después de una rueda de prensa organizada por el Grupo Planeta en Zaragoza: “Aunque cualquier libro es válido y la feria es una manifestación sociológica amplia, debería crearse una feria solo de escritores literarios separada de la de los famosos que se meten a escritores: actrices, youtubers, cocineros… Sería revolucionario, una forma de sanidad en la literatura. Estaría bien ver esa feria… aunque igual no iba a nadie”. También, podría añadirse, sería curioso ver la variopinta y populosa feria exclusiva de los famosos.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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