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Las obras de Roald Dahl se mantendrán sin cambios en castellano pese a los retoques en inglés

Sus editoriales española y francesa, Alfaguara y Gallimard, anuncian que no habrá ningún ajuste en los textos

El personaje de Augustus Gloop en una imagen de la adaptación cinematográfica de 2005 de 'Charlie y la fábrica de chocolate'.
El personaje de Augustus Gloop en una imagen de la adaptación cinematográfica de 2005 de 'Charlie y la fábrica de chocolate'.
El País

La editorial Alfaguara Infantil y Juvenil ha anunciado este martes que mantendrá sus ediciones de Roald Dahl con los textos originales del autor británico sin modificar sus publicaciones en castellano. Esta decisión se produce después de la polémica desatada por la “reescritura” de algunos términos del autor de Matilda o de El gran gigante bonachón por la editorial Puffin Books y The Roald Dahl Story Company, el organismo que gestiona su legado, en pos de un mensaje más inclusivo. También su editorial francesa, Gallimard, se ha pronunciado en contra de estas prácticas y ha advertido de que tampoco realizará ajustes en sus textos.

Estas modificaciones han levantado una gran indignación global. Personalidades como el escritor Salman Rushdie o el primer ministro británico, Rishi Sunak, las han denunciado. Rushdie tuiteó: “Roald Dahl no era ningún ángel, pero esto es una censura absurda”. Los libros de Dahl se han traducido a 63 idiomas y vendido más de 300 millones de ejemplares en todo el planeta, de ahí que esté considerado uno de los autores de literatura para jóvenes más relevantes de la historia.

El retrato transgresor y libre de los pequeños es precisamente uno de los elementos más adorados de su obra, aunque el autor también ha sido acusado en distintas ocasiones de ser racista, misógino o antisemita. Por ejemplo, el esterotipo del “gordito” es abundante en muchas de sus obras más conocidas. En Charlie y la fábrica de chocolate, Augustus Gloop, un niño obeso que no para de atiborrarse a chucherías, es el primero en ser eliminado del concurso para obtener el boleto de oro por querer beber del río de chocolate. En Matilda, el gordo de la clase es castigado a comerse una tarta gigante por su gula. En Cuentos en verso para niños perversos, otra de sus obras menos conocidas, Caperucita mata sin ningún reparo al lobo y se hace un abrigo con su pelaje, algo que va en contra de la tendencia animalista y vegana de hoy.

Imagen de la adaptación cinematográfica de 1996 de 'Matilda', en la que Bruce Bogtrotter, un niño obeso, es castigado a comerse una tarta gigante por haber robado un trozo de bizcocho.
Imagen de la adaptación cinematográfica de 1996 de 'Matilda', en la que Bruce Bogtrotter, un niño obeso, es castigado a comerse una tarta gigante por haber robado un trozo de bizcocho.

El diario británico The Daily Telegraph fue el primero en publicar que ya no había “gordos” ni “feos” en las novelas de Dahl. Puffin Books defendió así los dichos cambios: “Este libro se escribió hace muchos años, por lo que revisamos regularmente el lenguaje para asegurarnos de que todos puedan seguir disfrutándolo hoy”. La mayoría de los ajustes están relacionados con asuntos como el peso, el género, la salud mental, la violencia o la raza, con el objetivo de ser respetuosos con todas las sensibilidades. Por ejemplo, los hombres de las nubes (Cloud-Men) en James y el melocotón gigante ahora no son hombres, sino gente (Cloud-People). Los pequeños zorros de El superzorro ahora son hembras. Una mención a Rudyard Kipling en Matilda ha sido cambiada por otra a Jane Austen.

Sin embargo, juristas y docentes ven peligrosas estas prácticas. Primero porque el autor de esas historias murió en 1990, con 74 años, y por lo tanto no pudo dar su visto bueno a estos cambios. En España, el artículo 14 de la Ley de Propiedad Intelectual otorga al autor, entre otros, “derechos irrenunciables e inalienables”: “Exigir el respeto a la integridad de la obra e impedir cualquier deformación, modificación, alteración o atentado contra ella que suponga perjuicio a sus legítimos intereses o menoscabo a su reputación”.

Otros ven en este revisionismo una imposición de lo políticamente correcto que roza la censura, y que podría llegar muy lejos si se implementara en otras obras clásicas que incluyen vocabulario y escenas que no encajan con los gustos de esta época.

En Francia, la traductora y comentarista Bérengère Viennot escribió en el sitio web slate.fr que “una novela de Roald Dahl reescrita ya no es una novela de Roald Dahl” y calificó las modificaciones de “inaceptables a varios niveles”: “No engañan a nadie, esto es censura disfrazada de actualización”.

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