_
_
_
_
_

Benjamin Lacombe, la excepción del ilustrador estrella que vende millones de libros

El francés lleva dos décadas viviendo de su arte en obras infantiles y juveniles, adaptando clásicos o inventando nuevas historias. Reivindica que sus proyectos “no son fáciles”, como su reciente ‘Sirenita’

Tommaso Koch
Una página de 'La Sirenita', de Hans Christian Andersen, en la versión de Benjamin Lacombe, editada por Edelvives.
Una página de 'La Sirenita', de Hans Christian Andersen, en la versión de Benjamin Lacombe, editada por Edelvives.

Cuando recibió el primer contrato de su vida, el chico no lo firmó. Al revés, lo devolvió con cuatro folios llenos de correcciones. La editorial no daba crédito: aquel jovenzuelo no llegaba ni a 20 años, pero debía de tener las ideas muy claras. “Me dijeron que nunca les había pasado nada parecido”, recuerda ahora Benjamin Lacombe. Finalmente, llegaron a un acuerdo. Desde entonces han transcurrido casi dos décadas, pero el germen del dibujante famoso de hoy estaba en sus comienzos. La convicción, la defensa firme de su trabajo. Las ganas de sorprender. Y el talento, por supuesto: obras como Cereza Guinda (Edelvives, 2006) ya ofrecen imágenes poderosas e inquietantes a página entera, un sello muy personal y un personaje femenino en el centro. Constantes de la obra de Lacombe, igual que el éxito. A estas alturas los libros publicados son unos 40, las copias vendidas superan los dos millones y las traducciones se multiplican. Casi nunca la palabra “ilustrador” va a acompañada de “estrella”. Y menos en la literatura infantil y juvenil. He aquí una de las poquísimas excepciones.

Él sonríe. “Quizás lo único donde se nota realmente es en los contratos. He ido adquiriendo un público fiel, y eso me permite lanzarme a proyectos que no son al uso. Sin esos lectores, ninguna editorial me habría comprado la idea de esta Sirenita”, explica en una entrevista con EL PAÍS durante una reciente visita a Madrid. Porque Lacombe (París, 40 años) acaba de recuperar el cuento de Hans Christian Andersen con sus condiciones: dos años de trabajo, una nueva traducción, un papel de calidad y por eso más caro, una impresión cuidada para mantener sus impactantes colores fluorescentes y una protagonista ambigua, muy lejos de la imagen de Disney. En las estanterías navideñas, coincide además con otra creación de Lacombe —su trabajo en español está editado por Edelvives—, junto con Cécile Roumiguière: Las brujas, una galería en gran formato de mujeres fascinantes de la historia.

“Si algo resalta en mi obra es la sinceridad absoluta. Espero que los lectores se sorprendan. Desde el punto de vista comercial a menudo mi enfoque no es el más fácil. Una Sirenita así, por ejemplo, no es para el público mainstream. Era consciente desde el principio, pero no me interesa”, agrega el creador, que cree que Andersen se representó a sí mismo a través del personaje. Entre sus influencias artísticas se suele citar un extraño abanico que va del Quattrocento italiano a Tim Burton, de los genios flamencos a Fritz Lang. Puede trabajar con lápiz, acuarela o pintura al óleo. Con guionistas como Sébastien Perez o en solitario. Para obras impresas o colgadas en una exposición. Y las tramas también salen de una mezcla: ha redibujado clásicos como Alicia en el país de las maravillas, Blancanieves, Bambi o El mago de Oz; ha rescatado a Frida Khalo, María Antonieta o leyendas y misterios de Japón; y ha inventado relatos circenses sobre una acróbata ciega o un joven guitarrista.

Otra ilustración de Benjamin Lacombe para su versión de 'La Sirenita', de Hans Christian Andersen, editada por Edelvives.
Otra ilustración de Benjamin Lacombe para su versión de 'La Sirenita', de Hans Christian Andersen, editada por Edelvives.

“Diría que el hilo conductor es encontrar tu lugar, aceptar lo diferente y el derecho a serlo. Y también a no ser un héroe”, señala el ilustrador. Y agrega: “También me gusta hablar de la condición de la mujer. Me parece un tema muy importante. A veces se dan por hechos los avances, pero todavía existe quien pretende controlar su cuerpo o sus derechos. El elemento en común de todas las brujas de nuestro libro, y de la historia, es que nunca tienen marido. Representan la emancipación”, reflexiona Lacombe. Lo cierto es que casi todas sus obras lucen protagonistas femeninas. Y que uno de sus títulos más vendidos está consagrado al vínculo más poderoso del planeta: La mejor mamá del mundo (Lunwerg, junto con Pérez), un tierno repaso a las diversas familias del mundo animal.

Resulta que fue, a la vez, su obra más polémica. Miles de lectores le respaldaron con su compra. Pero Lacombe aclara que hubo mujeres que se molestaron porque no incluía los aspectos difíciles de la maternidad. Y, también, por el hecho de que dos hombres firmaran un libro sobre algo que nunca experimentarán. Está claro que un amplio público secunda su arte, así como su compromiso inclusivo. Pero tal vez alguien pueda verle como un “aliado”, esa etiqueta irónica que define a los hombres que pretenden encabezar el movimiento feminista. Él no se inmuta, dice que no lo ve como algo negativo y viaja hasta Irán para justificar su respuesta: “Las mujeres ya habían salido en otras ocasiones a la calle, siempre han sido supervalientes y dispuestas a arriesgarlo todo. Pero sí es una de las primeras veces en que hay hombres también. Y a uno lo mataron recientemente. ¿Es ese un aliado? Caray, es el más valiente de todos”.

Hace tiempo que Lacombe mantiene su propia lucha. De hecho, básicamente, desde que empezó a trabajar. Primero, frente a los plazos del mercado: “El enemigo absoluto es el tiempo. Estoy siempre en una carrera contrarreloj”. A su lado, sentado en el mismo sofá, Sébastien Perez ofrece la mejor demostración empírica: aprovecha la entrevista de su compañero para avanzar en un proyecto en el que llevan “un retraso monstruoso”.

Benjamin Lacombe, el 15 de diciembre en Madrid.
Benjamin Lacombe, el 15 de diciembre en Madrid. JUAN BARBOSA

Pero Lacombe también pelea al lado de sus libros hasta el final. El autor considera que su labor no termina con la entrega del dibujo. Al revés, participa en todo el camino hasta el lector: toma decisiones de tipografía, elección de la portada o estrategia de marketing —”es una pena que no hayamos hablado apenas de los libros”, deja caer al final de la entrevista—. Y ha acudido tantas veces a la imprenta que ya cuenta con unos cuantos conocimientos técnicos —que demuestra en una digresión— y hasta terminó inventando un color. De paso, subraya que la ilustración es muchas veces la razón clave por la que alguien adquiere un libro.

“Hemos institucionalizado la idea de un creador estúpido, infantil, al que hay que explicarle todo y al que se sustraen derechos igual que se detiene su interacción con su obra en el momento en que la termina. Eso debe cambiar. Yo considero mi responsabilidad participar en toda la cadena, aunque supone mucho trabajo y a veces conflictos desagradables”, relata el autor. Eso también permite exigir remuneraciones mayores a las editoriales, según Lacombe. Él, desde luego, dice que lleva desde los 17 años viviendo de la ilustración: “Nunca he hecho otra cosa”.

Y, a la vez, siempre ha intentado proponer en sus obras algo distinto. Aunque confiesa que, después de 40 libros, innovar cuesta cada vez más. Hace una década, declaraba que tenía “200 ideas al año”, pero solo le daba tiempo a realizar cuatro. Al parecer, en ello sigue. ¿Cuál es la más atrevida y descabellada? “No la puedo desvelar hasta que no esté, pero es una locura absoluta”. En su cabeza, ya parece dibujada. No se sabe el día en que llegará al papel. Pero está claro que será cuando y como él quiera. Como siempre.

Una página de la versión de Benjamin Lacombe de 'La Sirenita', de Hans Christian Andersen, editada por Edelvives.
Una página de la versión de Benjamin Lacombe de 'La Sirenita', de Hans Christian Andersen, editada por Edelvives.


Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_