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Operación Partenón: así han sido las conversaciones secretas para devolver a Grecia los mármoles del Museo Británico

El presidente del patronato de la institución, el exministro George Osborne, se ha reunido en varias ocasiones con el primer ministro griego y otros miembros de su Ejecutivo

Parte del frontón del Partenón, exhibida en el Museo Británico de Londres.
Parte del frontón del Partenón, exhibida en el Museo Británico de Londres.Matt Dunham (AP)
Rafa de Miguel

Cuando se acelera la historia y se vislumbra un gran acuerdo que ponga fin a un largo agravio, hasta el duro mármol pentelénico del Partenón de Atenas se vuelve porcelana frágil y delicada. Cualquier movimiento mal calculado puede quebrarla. La dirección del Museo Británico ha mantenido desde 2021 un diálogo secreto con el Gobierno de Grecia para estudiar el posible retorno a la Acrópolis de todas las estatuas y relieves del friso, las metopas y los frontones del simbólico edificio, exhibidas desde hace dos siglos en Londres. Suponen más de la mitad del conjunto escultórico del templo. Contaba la noticia en exclusiva, a principios de diciembre, el corresponsal en el Reino Unido del diario Ta Nea, Yannis Andritsopoulos. Desde entonces, todo ha sido un cúmulo de matizaciones y cautelas por parte del Gobierno de Rishi Sunak y de la propia dirección del museo. La disputa lleva décadas provocando debates incendiarios y apasionados en el Reino Unido y Grecia, y las partes son conscientes de la necesidad de rebajar la toxicidad acumulada. Nadie desmiente los hechos, pero el diablo, como siempre, se esconde en los detalles.

“Para que el asunto salga adelante, ambas partes deben hacer concesiones, aunque eso, por supuesto, no quiere decir en absoluto que Grecia esté dispuesta a renunciar a la propiedad de los mármoles. Pero lo que ha ocurrido es un claro avance, porque es la primera vez, en más de veinte años, que hablan y negocian”, explica Andritsopoulos a EL PAÍS. “Tengo la sensación, y sé por ambas partes, de que existe la voluntad de avanzar, pero aún no está claro hasta dónde querrán llegar”.

El exministro de Economía durante el Gobierno conservador de David Cameron, George Osborne, es hoy el presidente de la junta directiva del patronato del Museo Británico. Es un político astuto y encantado de su propia imagen, siempre dispuesto a hacerse presente en los grandes debates nacionales. Pero arrastra un pecado que durante años fue una losa: los británicos le consideran el principal responsable de los años de austeridad que siguieron a la crisis financiera de 2008, que trajeron ruina y malestar a gran parte de la población. Quizá por eso persiga ahora un gesto ético y moral de dimensión gigante que engrandecería a su país ante el resto del mundo. Osborne mantuvo su primera reunión secreta con el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, en noviembre de 2021, durante la visita a Londres del político heleno. La noticia entonces, como contó también EL PAÍS, fue la enésima negativa de Downing Street a permitir el regreso de los mármoles a su lugar original. El museo de la Acrópolis estaba ya preparado para acoger las piezas que faltan a la gran obra arquitectónica, que ya nunca podrá volver a ser lo que fue hace 2.500 años, cuando Pericles encargó su construcción, bajo la supervisión del escultor Fidias. Pero la reunificación, en un mismo espacio, de los restos fragmentados del símbolo universal de la democracia sigue teniendo sentido y es un acto de justicia para millones de británicos y de ciudadanos de todo el mundo.

Friso del Partenón de Atenas, en el Museo Británico de Londres.
Friso del Partenón de Atenas, en el Museo Británico de Londres.

El propio Boris Johnson, que recibió a Mitsotakis, es un amante de la Grecia clásica y presume de recitar de memoria las cien primeras líneas de la Odisea. En sus años de estudiante de Oxford, allá por 1986, llegó a invitar a debatir en la universidad a Melina Mercouri, la actriz, cantante y ministra griega de Cultura que abanderó la campaña para el retorno de las esculturas. Y como alcalde de Londres, defendió en una carta a las autoridades griegas, en 2012, que “en un mundo ideal, los mármoles del Partenón nunca deberían haber sido retirados de la Acrópolis”.

Como primer ministro de Reino Unido, sin embargo, su respuesta no se salió del manual. El asunto competía en exclusiva al patronato del Museo Británico, que adquirió en su día de un modo legal las esculturas, y Downing Street no tenía nada que decir al respecto.

Diplomacia cultural

Mientras, Osborne proseguía con su diplomacia cultural subterránea. Después de su encuentro con Mitsotakis, en la residencia londinense del embajador griego, el 51 de Upper Brook Street, mantuvo otros tantos con Georgios Gerapetritis, ministro de Estado (sin cartera) del Gobierno heleno, y con Nikos Dendias, el ministro de Exteriores. Todos ellos se celebraron en la capital británica, y exploraban fórmulas imaginativas para resolver la disputa. ¿Préstamo? ¿Depósito? ¿Permanente o renovable? ¿Intercambio de obras? Grecia ha sugerido la idea de enviar para su exhibición en el Museo Británico tesoros arqueológicos que nunca hasta ahora han abandonado Atenas. Nadie tiene que renunciar a reivindicación de propiedad, pero una solución es posible.

Thomas Bruce Elgin, Lord Elgin, fue el diplomático que, con el permiso del Imperio Otomano, se llevó entre 1801 y 1805 más de la mitad de las estatuas. La actual Grecia se hallaba entonces bajo esos dominios. En 1816, arruinado, se las vendió al museo por 350.000 libras (310.000 euros) de la época. Los documentos y permisos otorgados a Elgin contemplaban la realización de esbozos y dibujos del material del Partenón, e incluso la adquisición de las ruinas que encontrara por el suelo. No incluían la posibilidad de serrar de modo salvaje los frisos, las metopas y las figuras de los frontones.

A finales del pasado noviembre, Osborne visitó el hotel Berkeley, en el barrio londinense de Knightsbridge, para reunirse de nuevo con el primer ministro griego, un año después de verse por primera vez las caras. Ante una audiencia de la London School of Economics, Mitsotakis reconocía por primera vez días después que “existía un mejor clima de entendimiento, que podría hacer posible una solución beneficiosa para ambas partes”. El político se mostraba prudente, pero aseguraba que “intuía que el momento era apropiado” para pensar en una reunificación que tuviera en cuenta “las preocupaciones del Museo Británico”.

Reunificación, que no devolución. El lenguaje ha sido también un arma en este contencioso visceral. Del mismo modo que algunos hablan de los “mármoles de Elgin”, en vez de referirse a los “mármoles del Partenón”, para señalar implícitamente la propiedad de las esculturas, la reunificación aspira a un propósito más noble, universal y defendible que la devolución, que supondría el reconocimiento de un agravio anterior.

Un robot en Carrara (Italia) talla el mármol para obtener la réplica de la cabeza de caballo de Selene.
Un robot en Carrara (Italia) talla el mármol para obtener la réplica de la cabeza de caballo de Selene.Laura Veschi

“Nunca vamos a quebrantar la ley, ni vamos a desmantelar la gran colección permanente de nuestras salas, que consigue narrar una historia única del acervo común de la humanidad. Pero buscamos una colaboración nueva, positiva y a largo plazo con países y comunidades de todo el mundo, y eso, por supuesto, incluye a Grecia”, ha asegurado en un comunicado el Museo Británico. Y el propio Gobierno de Sunak ha negado la posibilidad de cualquier cambio en la Ley del Museo Británico de 1963, que prohíbe a la institución desprenderse unilateralmente de su patrimonio. Pero del mismo modo que Atenas podría estar dispuesta a apartar a un lado, sin renunciar a ella, la reclamación de la propiedad de las esculturas, Londres podría respirar tranquilo ante la idea de un préstamo indefinido de los mármoles. Volverían a la Acrópolis, donde siempre debieron estar, y allí permanecerían para siempre, como esos libros que los amigos se prestan entre sí a sabiendas de que nunca serán devueltos, ni reclamados.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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