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Diamela Eltit: “La madre como tal ha muerto”

La escritora chilena anticipó ya en la época de Pinochet el debate sobre transexualidad o maternidad. Hoy lamenta el frenazo al cambio que traía Boric o el referéndum fallido

Diamela Eltit, el 24 de septiembre en Las Palmas en las Conversaciones Literarias de Formentor.
Diamela Eltit, el 24 de septiembre en Las Palmas en las Conversaciones Literarias de Formentor.Quique Curbelo
Berna González Harbour

Diamela Eltit está viviendo una explosión de reconocimiento que sienta bien a los 73 años: la escritora chilena ganó el premio FIL de Guadalajara en 2021 y ahora ve publicada en España El cuarto mundo (Periférica), una novela escrita en los ochenta, en plena dictadura de Pinochet, que anticipaba ya la movilidad de identidades que hoy se vive con el movimiento trans y el debate acuciante sobre la maternidad. De aquello al Chile de Boric hay un mundo, pero ella es la misma.

Pregunta. Usted habla del estigma sudaca. ¿Qué es ser sudaca?

Respuesta. El mundo latinoamericano aún carece del lugar que le corresponde en el mundo y quise jugar con ese nombre. Latinoamérica aún carece del suficiente soporte como para mantener una palabra válida importante.

P. Escribe sobre una familia y sus conflictos.

R. El núcleo familiar es fundamental, conflictivo, y elegí una familia y su crisis. Saqué los nombres de mujeres de un libro de Caro Baroja sobre brujas quemadas en la Inquisición. El hermano gemelo de mi novela es una figura trans y, aunque en ese momento yo no tenía un nombre preciso para eso, pensaba en las identidades fluctuantes, móviles.

P. Pinta una maternidad como algo que puede anular a una madre, devorarla. ¿Hemos evolucionado?

R. Si pensamos en términos intensivos, la madre ha muerto. Igual que podemos decir “Dios ha muerto” podemos pensar que la madre tal como la conocíamos ha muerto. Por la tecnología reproductiva se están quebrando los ciclos de las mujeres, ahora puedes tener hijos a los 60, hay niñas con dos padres, hijos con dos madres, hay un desclasamiento de la madre tal y como la conocíamos. Las pobres utilizan su útero como microempresa y lo arriendan para que otras mujeres inoculen su materia ahí y puedan tener un hijo. Es una época más fluctuante y, sin embargo, no se ha modificado la relación cultural mujer-maternidad. Tenga o no tenga hijos, la mujer tiene asignados los cuidados. La gran tarea es desmaternizar el aparato cultural, porque la maternidad de la mujer va más allá de lo biológico, está en el aparato social.

P. Dice que la madre ha muerto. ¿Eso es bueno o malo?

R. No lo sé, porque es tecnológico, pero el aparato social inscribe a la mujer como materna y desplaza la maternidad a un servicio, una servidumbre social.

P. ¿Seguimos en una sociedad heteropatriarcal?

R. La mujer sigue oprimida por el sistema.

P. También pinta la masculinidad como algo posesivo. ¿Tampoco ahí hemos evolucionado?

R. Las sociedades se van modificando, pero ese cambio siempre es asimétrico. Por supuesto tenemos beneficios que no teníamos, pero aún hay una asimetría de atributos, poderes y condiciones respecto a los hombres. Los crímenes son contra mujeres. La mujer no ha perdido el carácter de objeto, hay explotación, ganamos menos que los hombres por igual trabajo.

P. ¿Qué pasó con el referéndum constitucional en Chile, que despertó tanta ilusión y fracasó?

R. Fue muy, muy penoso, muy dramático. No solo porque se perdió, sino por la cifra muy alta con que se perdió. Aún no se sabe qué hacer con estas cifras, ni siquiera la derecha, porque no todo le corresponde. Es un tiempo para pensar: ¿Qué quiere la gente? ¿por qué votó o no votó? Hay una zona incierta donde los votos son anti que podía haberse dado en otro contexto también.

P. ¿Anti qué?

R. Antisistema, antiestructura. Veníamos saliendo de un estallido social de grandes proporciones, el más grande desde 1973, y que solo frenó la pandemia. Chile es uno de los países más desiguales del mundo, donde vale tanto el sujeto como el objeto. El pueblo desea y el mercado está considerado el signo de la democracia, pero no accede a él. La gran tarea es reducir la desigualdad.

P. ¿Cree en la revolución de Boric?

R. El Gobierno está muy asediado, no tiene mayorías en el Congreso. Hay mucha incertidumbre, va a ser muy difícil.

P. ¿Y a dónde fueron las energías de esos jóvenes que se manifestaban?

R. No se han desvanecido, pero hay una separación evidente entre partidos y ciudadanía. Los partidos no representan a sus representados. No hubo suficiente diálogo para una Constitución que era muy poética, muy liberadora. Pero hay que seguir manteniendo un horizonte tal vez más largo, seguramente yo no lo voy a ver, pero hay que vivir con el horizonte.

P. ¿Está llegando el boom de la literatura de mujeres?

R. Es interesante que se incorpore una lectura masiva de las mujeres que escriben. Pero ser mujer u hombre es un dato biográfico, no literario. El ideal sería llegar a “literaturas”, más que agrupar a las mujeres y reproducir lo binario. Dicen “literatura de mujeres” y no dicen “literatura de hombres”, pero cuando dicen “literatura” dejan fuera a la mujer. Se agranda el gueto. Yo nunca he ido a un congreso de literatura de hombres (ríe).

P. ¿Y le molesta?

R. Hay una inflexión de subordinación. Esa diferencia tiene que diluirse porque es un dato biográfico, pero no una particularidad literaria.

P. ¿Y cree en otras etiquetas como literatura feminista o política?

R. Toda literatura puede ser política por su discurso. El discurso literario no es inocente, hay muchos senderos y todos portan una política.

P. ¿Cómo ha cambiado Chile desde su novela hasta hoy?

R. Lo más importante es el fin de la vulneración de los derechos humanos, de los muertos. Pero la lentitud del proceso ha sido avasalladora y por ello la revuelta, el estallido, decía: no son 30 pesos (que subía el metro), son 30 años.

P. La transición no ha terminado?

R. Terminará cuando desaparezca la Constitución de Pinochet. Y desaparecerá Pinochet cuando desaparezca su Constitución.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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