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Charo López: “Me gustaría no haber sido devorada por una actriz de cine”

La fuerza de la intérprete salmantina, de 77 años, no está solo en lo que transmite en la pantalla, sino en sus ojos, en su manera de llegar y sentarse

Juan Cruz
Charo López, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Charo López, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.Olmo Calvo

Charo López, salmantina, 77 años, actriz. Su fuerza está en sus ojos, en su cuerpo, en su manera de llegar y de sentarse. No es solo la fuerza que transmite en la pantalla, ella tiene los destellos que dibujó así Juan Marsé en este periódico: “La característica más acusada de esta cara es del orden mineral. Está formada por carbones apagados, cenizas y diamantes”.

Pregunta. ¿Se siente retratada en estas palabras?

Respuesta. Qué maravilla de hombre. Rodé de él un plano en Últimas tardes con Teresa. Hice otro papel en Si te dicen que caí. Lo estupendo es que él iba al rodaje y lo podía ver. Me acuerdo mucho de Juan.

P. ¿De qué más se acuerda de ese mundo?

R. La maravilla de La Nati en La Colmena. Tenía pasión por Mario Camus, director estupendo, un amigo formidable. Un papel muy bien colocado, con mucha fuerza. Recuerdo con mucho cariño la fantástica Mauricia la Dura de Fortunata y Jacinta. No era dura, lloraba por todo, harta de las monjas. Dijo: “¡Aire!”. Y se tiró el mantón para atrás. Divina. También dirigida por Mario. Recuerdo a mi queridísima Clara Aldán en Los gozos y las sombras, de don Gonzalo Torrente. Maquillándome una vez en Argentina, oí en la tele una voz. Era el tercer capítulo, el de la masturbación. TVE había dicho que en ese momento en plano general debía parecer que me dolían las muelas. Le dije al director, Moreno de Alba: “¿Qué hacemos?”. “Pues que te duela el estómago, las muelas”. Una de las escenas más bonitas que he rodado en mi vida. ¡En qué siglo los niños pueden creer que me pueden doler las muelas!

P. Una época hermosa de la relación televisión-literatura.

R. ¡Y Los pazos de Ulloa, con Gonzalo Suárez! No eran quince días, era un año entero. Maravilla trabajar así. No teníamos ni noción de lo que se avecinaba.

P. ¿Y qué se avecinaba?

R. Las cosas hechas deprisa. Las series se hacían en cine. Y se ensayaba mucho. Yo venía de los estudios 1 [programa de televisión. ¡No sabía lo de las tres cámaras! Me tocaban el codo Jesús Puente o Fernando Delgado: “¡Que estás en la otra cámara…!” ¡¿Y te acuerdas de Secretos del corazón, de Montxo Armendáriz?! Rodar es tan bonito… Y el teatro. Fui a Italia a buscar los derechos de Tengamos el sexo en paz. Le dije a Darío Fo que tenía hambre de esa obra, y me mandó a ver a Franca Rame, su mujer. “¿Entenderán en España lo que es el punto G?”, me pregunté. ¡Qué versión hizo José Carlos Plaza! La obra flipó en Argentina. Una mujer se planta en el escenario y pregunta: “¡Hay alguien en la sala que sepa dónde está el punto G!” Y una vagina allá arriba, en el escenario… ¿Ahora tendré el valor de preguntarle al público dónde está el punto G y decir lo que pienso?

La actriz Charo López posa en el Circulo de Bellas Artes, Madrid.
La actriz Charo López posa en el Circulo de Bellas Artes, Madrid. Olmo Calvo

P. ¿Y qué piensa?

R. Que no hemos encontrado el punto G. Algunos hombres saben algo, algunas mujeres no saben nada.

P. ¿Se imagina diciendo todo eso en una serie que se llamen Charo López?

R. Según quien sea el director. Me he vaciado tan poco, he hablado tan poco de mí. He hecho un Imprescindibles, con Chema de la Peña. Le dije, al empezar: “Tengo un problema: hablar de mí me cuesta mucho. No sé dónde está la línea roja…” Esta pandemia… He llorado muchas veces leyendo cartas de mi padre, de mis amigos...

Tengo un problema: hablar de mi me cuesta mucho. No sé dónde está la línea roja…

P. Usted es Charo López incluso cuando es actriz.

R. Me gustaría no haber sido devorada por una actriz de cine. Quiero ser yo. Bastante que me consideren, vamos a decir, una chica mona, y ser una buena actriz. Solo se consigue si eres una persona. Mi carrera ha sido muy buena, no he hecho nada de las muchísimas cosas que rodean esta carrera, me he librado a un precio muy alto, pero estoy conforme.

P. Así terminaba Marsé su retrato: “Constatemos ciertas sombras que rondan sus ojos y su boca y que hacen pensar en una íntima tristeza que la va desgastando con el tiempo, como desgastan los vientos los ángulos de un templo griego”.

R. Qué pena no poder llamarle para darle un beso…

Y mientras, está de gira por España con Verso a verso, un recital con textos de poetas místicos que anoche recaló en Tarifa (Cádiz).


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