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Zarzuela
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Los gavilanes’, la zarzuela que vuelve a su origen

Todo funciona bien en la nueva producción de la obra de Jacinto Guerrero gracias a la batuta de Jordi Bernàcer, la inspirada puesta en escena de Mario Gas y la solvencia de las voces

'Los gavilanes' en el Teatro de la Zarzuela. En primer plano la soprano Leonor Bonilla y el tenor Alejandro del Cerro.
'Los gavilanes' en el Teatro de la Zarzuela. En primer plano la soprano Leonor Bonilla y el tenor Alejandro del Cerro.Elena del Real

Estrenada en 1923 en el Teatro de la Zarzuela, Los gavilanes vuelve a su lugar de nacimiento casi a punto de cumplir su centenario. Esta zarzuela fue uno de los primeros éxitos incuestionables de Jacinto Guerrero, que vivió su década prodigiosa en esos años veinte que fueron la última época dorada del género lírico español.

Los gavilanes llevaba más de dos décadas sin subir a las tablas del escenario que hoy hace revivir al género. Así que había expectación. Máxime con un cartel de alto nivel. En la escena, nada menos que Mario Gas; en la dirección musical, Jordi Bernàcer; y en el reparto, un elenco muy bien elegido. Así que, salvo el accidente de la huelga que retiró la función del estreno, todo ha funcionado muy bien. Esta zarzuela contiene muchas de las características de Guerrero: en lo bueno, un pulso teatral y una conducción dramática envidiable, prodigiosa por momentos. En lo menos bueno, una inspiración musical desmañada, fácil con frecuencia y una orquestación desesperante, incluso con la versión de la partitura realizada por Miquel Ortega y todo lo bien llevada que le proporciona una batuta tan sólida como Jordi Bernàcer. Lo curioso es que el pulso teatral puede con todo y el espectáculo tiene una fuerza poco común en nuestro teatro lírico popular. Incluida la manida historia del rico que se quiere casar con la joven como sea. Esos son los poderes de Jacinto Guerrero.

'Los gavilanes' en el Teatro de la Zarzuela. En primer plano, de izquierda a derecha: la mezzosoprano María José Montiel, la soprano Marina Monzó, el tenor Ismael Jordi y el barítono Juan Jesús Rodríguez.
'Los gavilanes' en el Teatro de la Zarzuela. En primer plano, de izquierda a derecha: la mezzosoprano María José Montiel, la soprano Marina Monzó, el tenor Ismael Jordi y el barítono Juan Jesús Rodríguez.elena del real

Pero, aparte de un buen puñado de romanzas de muchos quilates y unos personajes bien dibujados (en la medida de lo posible que permitía la convención de la ópera y del negocio), la zarzuela se sostiene incluso hoy día por un pulso narrativo sorprendentemente eficaz en un compositor tan descuidado en lo musical. Lo que implica que esas minucias no parecen importarle a casi nadie dentro del cuerpo de aficionados. Si añadimos que esta producción del Teatro de la Zarzuela está hecha con mucha profesionalidad y esmero, ya tendremos un éxito sin duda bien merecido.

Mario Gas traslada la escena a los años veinte, los de su composición y estreno. Y eso le permite una ambientación elegante y sutil, con guiños a la iconografía artística de esa época convulsa y apasionada. Se suma a ello un vestuario de Franca Squarciapino y una escenografía de Ezio Frigerio perfectamente adaptados a la apuesta de Gas y que visten a esta producción con solvencia.

El elenco principal (hablo del primer reparto) es de total garantía. Juan, el indiano rico, el gavilán que quiere cazar a la paloma, Rosaura, tiene enjundia escénica y vocal en la prestación del barítono Juan Jesús Rodríguez; canta la primera aria, casi en frío, ¡Mi aldea!, anunciando una magnífica sesión, voz segura y potente que no tiene fisuras. Le da la contraparte la mezzo María José Montiel, una de las grandes que da prestancia teatral a esa sufrida Adriana. María José Montiel sufre algo en lo vocal en este papel que tiende a lo desdibujado, especialmente al inicio, luego se rehace y da metal a su drama personal. En cuanto a la pareja joven, hay una química especial: Ismael Jordi, con una voz de tenor ligero, consigue una línea de canto casi milagrosa en su romanza ¡Flor roja!, en la que unos agudos casi etéreos retratan al casi adolescente Gustavo de manera encantadora. Su pareja, la joven Rosaura, viene de la mano de la soprano Marina Monzó, perfecta para el papel en voz y presencia. Del resto del extenso reparto, merecen mención los característicos Lander Iglesias y Esteve Ferrer, los inevitables graciosos que dan ligereza a una historia cuya previsibilidad desarma.

Los gavilanes

Música: Jacinto Guerrero.
Libreto: José Ramos Martín.
Dirección musical: Jordi Bernàcer.
Dirección de escena: Mario Gas.
Escenografía: Ezio Frigerio con Riccardo Massironi.
Vestuario: Franca Squarciapino.
Iluminación: Vinicio Metalli.
Movimiento escénico: Carlos Martos de la Vega.
Reparto: Juan Jesús Rodríguez / Javier Franco; María José Montiel / Sandra Ferrández; Ismael Jordi / Alejandro del Cerro; Marina Monzó / Leonor Bonilla; Lander Iglesias; Esteve Ferrer; Ana Goya; Trinidad Iglesias; Enrique Baquerizo; Mar Esteve; Raquel del Pino; Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela, director, Antonio Fauró.
Del 8 al 24 de octubre.
Teatro de la Zarzuela.

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