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Rotundo fracaso ganadero

Daniel Luque corta las dos orejas a un noble, blando y soso toro de Murube

Daniel Luque pasea las dos orejas del quinto de la tarde.
Daniel Luque pasea las dos orejas del quinto de la tarde.Joaquin Arjona
Antonio Lorca

Las dos orejas que paseó Daniel Luque del quinto toro de la tarde no salva en modo alguno el rotundo fracaso ganadero que ha supuesto la corrida en la que se anunciaron seis toros de otros tantos hierros sevillanos, y en la que ninguno de ellos ha estado a la altura que se le debe suponer a un animal pujante, bravo, encastado y noble.

El festejo fue un sucedáneo de corrida porque no hubo toros: bien presentados todos ellos, pero sin poder, soso y bonancible el de Osborne; sin vibración ni fortaleza el de Pallarés; parado y deslucido el de Partido de Resina; sin ánimo ni vida y descastado el de Miura; dulce, noble, bondadoso y muy soso el de Murube, e inválido (dos veces se desplomó a todo lo largo en la arena) y bonachón el de Juan Pedro Domeq. No parece necesario puntualizar que el segundo tercio fue una caricatura, como viene siendo habitual; el toro de Miura fue el único que empujó en el peto.

En fin, un pestiño de festejo por culpa de los protagonistas fundamentales. Si no hay toro, no hay espectáculo, por mucho que se empeñen los de luces en dar mantazos insulsos a la espera de unas palmas obligadas tras el pase de pecho.

Triunfó Daniel Luque, y su faena al quinto de la tarde supo a gloria después de tanto fiasco continuado, pero no hay que colocarse una venda en los ojos ni sufrir el contagio del triunfalismo. Luque es un torero en sazón, está sobrado de oficio y técnica, y desprende seguridad y torería en la cara de los toros. Trasteó con gusto y cadencia a un animal con tanta clase como nula pujanza, lo mató bien y paseó en triunfo las dos orejas. Pero su faena careció de emoción porque el toreo a un toro tonto es toreo devaluado.

SEIS GANADERÍAS/LUQUE, MARÍN

Toros de José Luis Osborne, inválido; Pallarés, aplomado; Partido de Resina, deslucido; Miura, deslucido y cumplidor en el caballo; Murube, noble y blando, y Juan Pedro Domecq, inválido. Todos bien presentados, descastados y mansos.

Daniel Luque: gran estocada (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio); estocada (dos orejas).

Ginés Marín: estocada (ovación); estocada (oreja); pinchazo y estocada caída (ovación).

Plaza de Morón de la Frontera (Sevilla). 28 de marzo. Mil espectadores.

 

Correcto, sobrado y seguro se mostró ante el blando y bonancible toro de Osborne, y su esfuerzo fue vano ante el representante del Partido de Resina, guapo como toda su familia, pero dificultoso en extremo.

Ginés Marín cortó una oreja al de Miura, y está por ver que alguien pueda explicar el motivo. Era ese un toro descastado que embestía con la cara alta, sin ánimo ni vida, al que el torero no supo lidiar, y acabó su función con un feo amago de manoletinas como si hubiera protagonizado un faenón.

Fría y aburrida fue su faena de muleta al aplomado toro de Pallarés, y nada pudo decir ante el inválido de Domecq; había comenzado la faena de rodillas, pero su oponente se desplomó y hubo que levantarlo mediante el deshonroso sistema de tirarle del rabo. ¡Un espectáculo…!

Por cierto, no hubo toreo de capote que quede en el recuerdo, y sí dos buenos pares de banderillas de José Chacón al sexto.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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