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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La literatura no es un acto solitario

El escritor mexicano Guillermo Arriaga recuerda cómo tras ganar el premio Alfaguara el confinamiento le abrió vías de comunicación digitales a miles de lectores: “La narración surgió de las prehistóricas expediciones de caza”. Esto ha aprendido de 2020

Guillermo Arriaga, cineasta y escritor, último ganador del premio Alfaguara.
Guillermo Arriaga, cineasta y escritor, último ganador del premio Alfaguara.Leonardo Cendamo (Getty)

Cuando me anunciaron que era ganador del Premio Alfaguara, no cabía de felicidad. Es un premio que anhelé por años y obtenerlo, motivo de celebración. Parte del premio consiste en una larga gira por varios países de América Latina, España y Estados Unidos. Mi viaje comenzaba el 14 de marzo y mi destino era Madrid, donde el 19 me entregarían el premio. Me saboreaba el poder ir a cada lugar, intercambiar puntos de vista con la prensa, promover el libro entre los potenciales lectores. De pronto, la realidad cayó de golpe: España cerraba las fronteras y mi viaje se canceló apenas dos días antes de tomar el vuelo. La gira se pospuso para mayo.

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Nadie imaginaba la dimensión de la pandemia. Las noticias comenzaron a horrorizarnos. Miles de muertos en Europa por consecuencia del virus. En México nos sentíamos distantes de esa realidad. No tardó en alcanzarnos. No hubo gira por ningún país. Sonaba hasta superfluo pensarla frente a la catástrofe sanitaria. Conforme supimos más sobre el virus y la forma de contenerlo, pensamos en la mejor forma de reactivar la promoción del libro. Entrevistas por Zoom o Skype, llamadas telefónicas, algunos programas de televisión en vivo por la computadora. Pero, de pronto, empezó a suceder algo inesperado: múltiples solicitudes para hablar con círculos de lectura. Los primeros comenzaron por el entusiasmo que le suscitó Salvar el fuego, a Valentina Trava, una joven y talentosa booktuber que hizo suya la novela. En sus redes y en su canal de YouTube, El librero de Valentina, promovió mi libro con una gran pasión (por lo cual siempre estaré agradecido con ella). Sus seguidores pidieron que se hicieran círculos de lectura solo de Salvar el fuego. Se llegaron a inscribir 250 de todos los países de habla hispana y luego otro grupo y otro. Más clubs de lectura se unieron a la lectura de mi libro, Maura Gómez, Nadia Jiménez y Mónica Argamasilla en México, Florencia Pescetto en Argentina, Ary en Panamá. Y más clubs y más, en Santa Marta en Colombia, en Buenos Aires, en Hermosillo, en Cancún, en León, en Madrid. Acepté la invitación de todos estos círculos de lectura. Nunca había experimentado un diálogo directo con lectoras y lectores de mi obra y menos de múltiples países. Pude hablar con gente de diversos estratos sociales, con presos, con mujeres enamoradas de reos, con activistas a favor de la rehabilitación carcelaria, con víctimas del crimen, con hijas de narcos, con señoras millonarias, con muchachos que utilizaron la totalidad de sus ahorros para comprar mi libro. Gente que me confesó que leía mi novela en las frías salas de hospitales mientras adentro agonizaba uno de los suyos por la covid. Gente que abrió sus entrañas para revelarme cuánto le había significado Salvar el fuego en estos momentos difíciles. Después de cada encuentro con un grupo de lectura, salía conmovido. Cuando uno escribe un libro ignora por completo quien se halla detrás. Los Zoom con cientos de lectoras y lectores, me permitieron entender con mayor profundidad lo que significaba el acto de escribir.

¿Qué me enseñó el 2020? Que la literatura no es un acto solitario. Aprendí de Valentina y de todos y todas quienes organizaron círculos de lectura, que quien lee tiene un deseo de compartir, de discutir, de expresar lo que le provoca una obra. La literatura surgió de las prehistóricas expediciones de caza. Cuando quienes habían participado llegaban por las noches a narrar los avatares de su jornada. Junto al fuego se contaban las historias. La literatura como un evento grupal. Eso nos devolvió la pandemia y las nuevas tecnologías. La importancia que pueden tener los libros para comunicar, para suscitar diálogos, para formular preguntas, para emocionar, para fabular, para imaginar y lo más significativo: en comunidad.

Sí, la pandemia nos distanció de varias maneras. Como escritor a mí me acercó a mis inimaginables lectoras y lectores. Tienen rostro, voz, vida, sentimientos. Nada puedo valorar más en este año, que esa cercanía que me brindaron.

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