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Marie-Hélène Lafon, la escritora de la Francia vacía

La autora francesa es la voz de la generación que abandonó el moribundo mundo rural para trasladarse a la ciudad, sin llegar a encajar del todo en el ambiente urbano

Marc Bassets
La escritora Marie-Hélène Lafon, en un café del centro de Paris.
La escritora Marie-Hélène Lafon, en un café del centro de Paris. BRUNO ARBESU

Marie-Hélène Lafon escribe frases breves y depuradas. Profesora de latín, griego y francés, sus textos tienen la cadencia y la simplicidad de los clásicos. Como hacía su maestro, Gustave Flaubert, los relee en voz alta y después recorta hasta reducirlos a lo esencial.

Sus novelas no superan las 160 páginas. Podría decirse que todas tratan de lo mismo. Y que, sumadas, forman una gran novela: la de los hombres y mujeres que quedaron atrapados en el moribundo mundo rural al que ella pertenece, o la de los que, como ella, lo abandonaron sin llegar a aterrizar del todo en el nuevo mundo urbano.

“Sí, desde que empecé a escribir tengo la impresión de que trabajo un mismo texto y de vez en cuando extraigo de él un trozo que va por libre”, decía hace unos días en un café en el centro más bullicioso de París, frente al teatro de la Comédie-Française y el Palais Royal. “Hay un vínculo orgánico entre todos mis textos”.

Lafon (Aurillac, 1962) ha llegado por fin al lector en lengua castellana. La editorial Minúscula publicó en 2018 y 2019, respectivamente, dos de sus novelas más recientes: Los países y Nuestras vidas, ambas traducidas por Lluís Maria Todó. Los países narra la emigración de Claire, hija de campesinos, a París y su vida entre “dos países, dos tiempos”. Nuestras vidas podría ser el siguiente capítulo: la narradora se llama Jeanne y, como Claire y Lafon, nació en el campo y llegó de joven a la capital. Pero ya tiene 60 años. Y mira, observa e inventa las vidas de los demás. Un día se fija en la cajera del supermercado. Se llama Gordana. Como una novela dentro de la novela, inventa su vida de inmigrante rumana en Francia. Y a partir de aquí imagina otras vidas, incluida la suya.

“Gordana es una aparición”, describe Lafon. “Su manera de ser, su cuerpo, todo lo que arrastra en su estela, las historias que nadie sabrá aunque se puedan adivinar, y que susurran a su alrededor: todo esto es una aparición”. Esta mujer existió de verdad. Era la cajera de un supermercado que Lafon frecuentaba en París. Y ella imaginó su vida, como hace Jeanne, una mujer que “ha desdoblado una existencia en apariencia un poco gris con los colores cosquilleantes de las vidas inventadas de las personas con las que se cruza”. “Mentalmente es un proceso al que también me presto”, aclara la escritora. “Al mismo tiempo, en la escritura pretendo no tener ninguna imaginación y trabajar solo a partir de lo real”.

Lafon, autora de una veintena de títulos, escribe a ras del suelo, sobre lo que conoce: las montañas de Cantal, la Francia vaciada por el éxodo rural del último medio siglo. “No soy más que el sismógrafo de las convulsiones de la agricultura francesa en la segunda mitad del siglo XX. Registro, escribo”, resume. “Y además conozco una parte pequeña de esta agricultura: la que practicaron mis abuelos, mis padres, mi hermano; empresas familiares, granjas pequeñas, con vacas y no solo cultivos sino animales, la fabricación del queso… Todo esto lo he visto perderse. Yo escribo un rastro”.

Las novelas de Lafon no tienen nada que ver con el llamado roman du terroir, la popular novela del terruño con autores de éxito como Christian Signol. “Mis novelas ni divierten, ni consuelan, ni son nostálgicas”, reconoce. Ella retrata el campo sin idealismo, como un lugar áspero donde las familias son o bien tribus caóticas o islas de seres solitarios y taciturnos, ni de un lugar ni de otro. “La escritura es una alta soledad del mismo modo que se habla de alta montaña”, dice.

Lafon abandonó en 1980 su Cantal natal para estudiar letras en París. “En Francia, en los años setenta, las hijas de los campesinos se marchaban”, recuerda. Y cita la canción La montagne, de Jean Ferrat: “Las chicas quieren ir al baile / no hay nada más normal / que querer vivir su vida”. “Escuche esta canción”, recomienda. “En tres minutos le explica toda la sociología del campesinado francés de la segunda mitad del siglo XX”.

Las hijas de los campesinos que eran buenas estudiantes acababan siendo maestras o profesoras. “Es lo que hicimos mi hermana y yo. O Annie Ernaux”, dice en alusión a la autora de Los años, tan parecida a Lafon en algunos aspectos —el don de la brevedad, la sensación de ser tránsfugas entre clases sociales— y tan distintas en otros. No hay mensaje ni doctrina en Lafon. Ni teoría. “Annie Ernaux es más política que yo y ha leído a Pierre Bourdieu”, constata. El sociólogo Bourdieu es una figura influyente en las generaciones más recientes de la literatura francesa, desde Annie Ernaux hasta Édouard Louis.

Sus referentes son otros. “Un corazón simple, el cuento de 30 páginas de Flaubert, me basta. ¿Para qué añadir más?”, se pregunta. “Con los medios mínimos dice el mundo entero, una vida entera y sus silencios, sus secretos, sus ausencias, sus deseos y sus amores profundos, aún más profundos por cuanto no están satisfechos… Treinta páginas… Y el salvajismo del mundo, la verticalidad social, el aplastamiento. Cuando lo descubrí a los 19 años, me dije: ‘Todo está hecho”.

No era fácil escribir en estas condiciones. No se puso a ello hasta los 34 años. El detonante fue la publicación, poco antes, de Vidas minúsculas, el primer libro de Pierre Michon, autor de culto anclado como Lafon en la Francia del Macizo Central. También la lectura de Pierre Bergounioux y Richard Millet, escritores en la misma órbita estilística y geográfica. “Me dije: ‘Puesto que esto existe, intentémoslo”.

La afinidad no es solo por la temática común, “los países perdidos y las vidas minúsculas”. “¡Es la lengua!”, replica. “Los temas no existen. Pierre Michon podría contarme el listín telefónico. Los escritores que me importan son los aventureros de la lengua. La lengua de Flaubert nunca es tan inmensa como cuando cuenta la nada de la vida de Félicité [la protagonista de Un corazón simple]. No es nada y lo es todo, porque el punto y coma está en el lugar correcto”.

Busca online 'Los países'

Autora: Marie-Hélène Lafon.


Editorial: Traducción de Lluís Maria Todó. Minúscula, 2018.


Formato: Tapa blanda y bolsillo (144 páginas).


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Busca online 'Nuestras vidas'

Autora: Marie-Hélène Lafon.


Editorial: Traducción de Lluís Maria Todó. Minúscula, 2019.


Formato: Tapa blanda y bolsillo (128 páginas).


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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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