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Lido Pimienta, electrónica y ritmos afrocolombianos al servicio de la marea verde feminista

La cantante colombiana ha inaugurado el Festival Internacional Cervantino de México y prepara nuevo disco

Jon Martín Cullell
Momento de la actuación de Lido Pimienta, el miércoles.
Momento de la actuación de Lido Pimienta, el miércoles. EFE
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Lido Pimienta (Barranquilla, 1986) se deja caer sobre un escalón de piedra y, con la voz ligeramente ronca después de cantar, pregunta si ese taco de nopal pica. “Como me apellido Pimienta, en México dicen que me tiene que encantar el picante”, bromea. Su música, como su nombre, tampoco es lo que parece; no es ni esto ni aquello, sino que combina desde ritmos afrocolombianos hasta la electrónica, casi siempre con una potente carga feminista. Esta mezcla difícil de clasificar resonó con fuerza este miércoles en la inauguración del Festival Internacional Cervantino en la ciudad de Guanajuato, uno de los mayores eventos culturales de México.

La cantante, con doble nacionalidad colombiana y canadiense, salió al escenario vestida con borlas de colores de la cultura wayúu, de la costa caribeña de Colombia de donde proviene su familia. Empezó con Humano, un himno a la diversidad y al respeto: "Cruzando esa frontera, luchando siempre, es humano". Su voz se elevaba hasta alcanzar registros de soprano para después caer en picado y tornarse áspera. El grupo canadiense A Tribe Called Red pinchaba electrónica para acompañar la montaña rusa vocal.

De fondo, una gran pantalla mostraba imágenes de bisontes corriendo por praderas y de hombres encapuchados tirando lavadoras por la ventana, mientras indígenas de Canadá y México y de bailarines de música urbana, entraban y salían del escenario, al son de cánticos tradicionales y de street dance. El desconcierto se paseaba por las primeras filas, reservadas a autoridades en traje y personas de mediana edad.

Pimienta está acostumbrada a desencajar. En Colombia, donde cantaba con bandas de metal y punk, los vecinos decían que tocaba música satánica. “Ni yo sabía qué nombre ponerle a eso”, ríe, en entrevista con este diario tras el concierto. Cuando todavía era adolescente, migró junto a su familia a Canadá. Allí lanzó su primer álbum en 2010, Color, y continuó con La Papessa en 2016, disco que le valió un Premio Polaris, uno de los más prestigiosos de la industria musical canadiense. Fue la primera artista en ganar el galardón en un idioma que no era ni inglés ni francés.

“En Canadá me quieren mucho porque soy tan distinta a todo”, razona. Pese a seguir cantando en español, dice que recibe más llamadas para dar conciertos en su país de adopción o en Australia que en Latinoamérica. “Entiendo que soy algo difícil de vender porque no me pueden empaquetar. Pero siento que estamos en un momento de la música en que eso es más valioso que escribir canciones de ‘me voy a morir porque el hombre no me llamó’. El mainstream ahora es más interesante”.

Paradójicamente, uno de sus temas más conocidas, La Capacidad, empezó como una canción de amor a su expareja. “Era algo que yo le cantaba a él: ‘tú tienes la capacidad de hacerme reír y de hacerme llorar”. Pero el amor mutó en rabia cuando él empezó a ejercer cada vez más control sobre su vida. Un día la pegó y la amenazó con publicar fotos de ella desnuda. La canción de amor se transformó entonces en una denuncia de una relación abusiva.

Su nuevo álbum, que espera sacar en 2020, se titulará Miss Colombia. Fiel a sí misma, no es totalmente reggaeton, ni cumbia, ni afrocolombiano, sino una amalgama. “Es experimental”, ataja sobre la forma. En cuanto al fondo, lo describe como “una carta de amor cínico” hacia Colombia. “Amor y frustración por la corrupción, la violencia. El alma es: te amo , pero no te puedo amar más”, explica.

El título del álbum se inspira del fatídico concurso Miss Universo de 2015, cuando el presentador se equivocó y coronó por error a la concursante colombiana. “Fue una bomba atómica para la diáspora. Nunca vi a mi país tan interesado por un tema y por algo tan estúpido”. Además, ella se considera la antítesis de la concursante de belleza prototipo. “Soy muy chiquita y no soy flaca; no son los parámetros de exportación”.

Desde Toronto sigue de cerca el movimiento feminista de Latinoamérica. Aplaude y hace amago de ponerse en pie al recordar las imágenes de la gran manifestación de finales de agosto en Ciudad de México, cuando un grupo de mujeres incendió una estación de policía, tras una serie de violaciones cometidas por agentes. “Dicen: ‘¡ay, qué salvaje!’. Que violen a una niña y a nadie le importe, eso es salvaje”, arremete. Su música ya suena en algunas de las manifestaciones en Chile y Argentina. “Canciones de amor y de plata hay tantas”, asegura. “Vamos a hablar de lo que importa”.

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Sobre la firma

Jon Martín Cullell
Es redactor de la delegación de EL PAÍS en México desde 2018. Escribe principalmente sobre economía, energía y medio ambiente. Es licenciado en Ciencias Políticas por Sciences-Po París y máster de Periodismo en la Escuela UAM- El PAÍS.

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