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Gerald Brenan, la mejor manera de contar España

Un nuevo libro reúne escritos desconocidos del escritor británico, autor de obras maestras como 'Al sur de Granada' o ‘El laberinto español’

Jesús Ruiz Mantilla
Gerald Brenan, en una imagen de 1984.
Gerald Brenan, en una imagen de 1984. PABLO JULIÁ

Su mejor bibliografía fueron los caminos. Gerald Brenan pateó España como un peregrino sistemático y la contó como muy pocos a lo largo del siglo XX. Creó escuela de hispanistas pero fue autodidacta y de esa pasión azarosa al principio y absolutamente comprometida al final de sus días, surgieron obras maestras como El laberinto español o Al sur de Granada. Son dos libros aun de plena vigencia a los que ahora se une Cosas de España, una colección de escritos y artículos bastante desconocidos del autor británico, publicados por Fórcola con prólogo de Carlos Prager.

Cuando sobrevivió a las trincheras en la Primera Guerra Mundial supo que no quería morir después de aburrimiento. Eligió las estrecheces a campo abierto de un país desconocido frente al ahogo de la comodidad sentado en un despacho que Londres le ponía en el horizonte tras la paz. Desembarcó en España con un sentido práctico absolutamente inglés: creyó que le resultaría más barato que Grecia o Italia. Si algo tenía claro es que el destino debía ser el Mediterráneo. Recaló en el sur, con un montón de libros, poca muda y 25 años abiertos en canal por el optimismo y la curiosidad.

La sació de tal manera que reflejó sus visiones en escritos sobre antropología, arte, historia, literatura, viajes, botánica y gastronomía, pese a sus reservas ante el garbanzo: “Esa bala amarilla que explota en el cuerpo produciendo varios centímetros cúbicos de gas”, contó. Conformó así un sistema de saberes que le permitió ofrecer una de las más brillantes visiones de España al mundo.

Fue el hispanista más original del siglo XX”, asegura Carlos Prager, autor del prólogo de Cosas de España

También una nueva manera de contar un país, víctima entonces del pesimismo derivado del 98 entre los suyos y del cliché, o lo que es peor, las leyendas negras interesadas de los foráneos. Brenan huyó desde que pisó la península de todo asomo de prejuicio y afiló la mirada hasta hacerla propia y a la vez justa con lo que se topaba. A todo encontró una brillante explicación que destrozaba tópicos y llenaba de razones las supercherías. Bien fueran encarnadas pos curas de una fealdad neutral, prostitutas que cobraban en especie, hechiceras que no eran conscientes de que volaban antes de que se construyeran puentes o pueblos incapaces de sacrificar un animal.

De ahí salieron las obras maestras citadas, además de La faz de España o su Autobiografía (Una vida propia, memoria personal). También sus estudios sobre los místicos, con especial atención a San Juan de la Cruz, a quien dedica dos capítulos excepcionales en el nuevo libro donde encontramos otros acerca de Cervantes, el Museo del Prado o una muy entregada peregrinación al Rocío.

La prosa es aguda, divertidísima, ágil, clara y moderna. Fiel a esa impronta propia, sin amaneramientos, que le ha convertido en uno de los mejores cronistas del país donde recaló. “Además de ser bastante descriptivo, como lo fueron los predecesores británicos como Richard Ford o George Borrow, abarca a España desde las ideas, a partir de un sentido histórico poderoso, al que se le suman, siempre con hondura, la política, la sociología y la literatura entre otros muchos aspectos”, comenta Pranger.

Brenan mantiene un equilibrio único entre lo culto y lo popular: “Por eso fue el hispanista más original del siglo XX”, a juicio del encargado de esta edición. “Vivía dentro del país, pero como una especie de persona interpuesta, un observador privilegiado que, además, contaba con un poderoso sentimiento romántico, algo que le implicó emocionalmente y le impulsó a escribir”.

Tardó tiempo en lograrlo pero halló un perfil propio distinto: tan cristalino como eficaz. “Viaja mediante la palabra, siempre entre el detalle y la abstracción”

Fue cercano al grupo de Bloomsbury, relató de manera magistral la visita que le hicieron, entre otros, Lytton Strachey o Dora Carrington y más tarde Virginia Woolf, en Al sur de Granada. Pero fue un autor tan meticuloso como tardío: “Se fajó con tesón hasta lograr una prosa que estuviese capacitada para albergar su memoria prodigiosa y una capacidad torrencial con que elaborar ideas, imágenes, analogías o metáforas”.

Tardó tiempo en lograrlo pero halló un perfil propio distinto: tan cristalino como eficaz. “Viaja mediante la palabra, siempre entre el detalle y la abstracción”, asegura Pranger. En perfecta comunión interior junto a ese misticismo con el que se identificaba. Entregado a su austeridad y al vagabundeo que acababa recalando en arcadias directamente conectadas con otros milenios, como Yegen, en las Alpujarras. “España le ofreció eso. Desde muy joven estuvo fascinado con las figuras de Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, y con las vidas de los santos en general. Además, esa vida austera, muy conectada con el dolor, sería el camino místico para lograr lo que él consideraba una exacerbación de la conciencia”.

Probablemente lograra en vida sus elevaciones del alma. Pero en cuanto a su cuerpo, es otro cantar. Donó su cadáver para la ciencia. Pero la impericia o quizás un exceso de reverencia ante don Geraldo, como lo llamaban, lo mantuvieron sin cumplir su fin. Fue apartado en un recipiente de formol durante 14 años en la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga. ¿Descuido o respeto mal entendido? “Anduvo muchos años olvidado, o más bien, creo, que nadie se atrevió a tocarlo por tratarse de un escritor famoso”, apunta Pranger. Finalmente fue enterrado en 2001 en el cementerio inglés de Málaga.

Brenan gozó en vida y tras su muerte de mucha reputación. Fue precursor y maestro de hispanistas de referencia: Hugh Thomas, Raymond Carr, Ian Gibson, Paul Preston... Sin embargo, en las últimas décadas, ha sufrido cierto declive. “Se olvidan muchas de sus aportaciones, o quizá la España ya desarrollada no lo quiera aceptar ahora tanto”.

Aun así, conviene resguardarlo en la memoria colectiva y en las estanterías de cada casa. Sus lecciones sobre esas tensiones perpetuas entre territorios o una izquierda que tiende a la división suicida en contraposición a la derecha merecen un concienzudo repaso. Cierta equidistancia bien informada, su sentido de la pausa y la reflexión: “El espejo retrovisor que nos proporciona. Por más que creamos que son fenómenos recientes, me encantaría hoy hablar con él acerca del nacimiento de Podemos a partir del 15M, del llamado Procés, de la aparición súbita, o no tanto, de Vox. Acerca de todo eso, pero en otro contexto y con otros actores, ya escribió a su manera Gerald Brenan”.

Lo hizo asombrado por un país muy alejado en su concepción vital del suyo, donde, según refleja en Al sur de Granada, se cultivaba al tiempo el sentido poético y el de la realidad. Un país que le debe la lección de cómo construir la mejor manera de ser contado.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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