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Columna
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El caso de los libros carísimos

Vendedores que olvidan que el 'autoprice' lo carga el diablo, compradores despistados: así se vende en Amazon

Laura Fernández
Primería librería física de Amazon, inaugurada el año pasado en Nueva York.
Primería librería física de Amazon, inaugurada el año pasado en Nueva York.JUSTIN LANE (EFE)

Deborah MacGillivray es una autora de novela romántica escocesa. Publica en una pequeña editorial —Kensington— y no es especialmente conocida. Ni siquiera tiene página en Wikipedia, aunque una pequeña comunidad de amantes de la novela romántica en España la lista en su web. Tiene 5.159 seguidores en Twitter. Acostumbra a llevar sombrero y a dejar que las portadas de sus libros las ilustren de la más kitsch de las maneras. Eso incluye tipos con cotas de malla y musculosos pechos descubiertos. En su biografía presume de coleccionar espadas y barbies. No ha publicado demasiado, tan sólo ocho novelas. A nadie se le ocurriría intentar hacerse rico vendiendo un ejemplar de ninguna de ellas porque pueden encontrarse ejemplares a menos de un dólar. Y, sin embargo, ocurre. Fue la propia autora quien denunció que alguien en Amazon estaba tratando de vender One Snowy Night, novela que encantó a la reseñista especializada en affaires medievales de Coffee Time Romance, por 2.630,52 dólares. ¿Por qué?, se preguntaba. ¿Acaso hay gente probando suerte hasta tan delirante extremo en la hoy considerada mayor librería del mundo? ¿Debería el gigante permitirlo? ¿En eso consiste el libre mercado del libro? ¿En intentar timar al comprador despistado?

Hay al menos un topic de discusión en los foros de Amazon que lleva por título Por qué este libro es tan caro y en él se dan algunas pistas. Mientras el caso MacGillivray llegaba a The New York Times y ella especulaba con la posibilidad de una conspiración rusa —“de repente se produjo una ingente cantidad de tráfico desde Rusia en mi blog, ¿son los hackers rusos intentando sacar tajada de mi trabajo?”, se preguntaba—, en dicho foro se habla del autoprice, esto es, la posibilidad del comprador de decirle a la máquina que le dé al libro el valor del mercado en función de los ejemplares que haya en circulación. Eso explicaría los decimales en el caso del ejemplar de El secreto del mal, de Roberto Bolaño, que se vende a 355,87 euros, cuando puede encontrarse una edición en bolsillo a 24 euros —su valor real, cuando no estaba descatalogado, era de 7,90—. Pero no explicaría el caso de la escritora escocesa. En dicho foro se da otra pista. Puede ser cosa del SEO. Una moderna estrategia de posicionamiento virtual. Lenguaje algorítmico. El precio es tan alto que el robot entiende que es una edición muy difícil de encontrar, y la posiciona mejor, a ella y al usuario que la cuelga. Porque a veces no hay una librería detrás, sino un mero usuario y uno que consigue un mejor escaparate subiendo el precio de uno de sus productos.

Si la lógica de la máquina dice que el libro cuesta 10 euros cuando hay 3.000 ejemplares en circulación, dirá que cuesta 3.000 cuando sólo hay uno en circulación

¿Ocurre algo así en España? ¿Ocurre en otras plataformas de venta online de libros? Sí y no, dice Patricia Camiño, de la librería Litoral, un clásico de las tiendas de viejo, con buena parte de su catálogo a la venta online. Sí, porque hay vendedores probando suerte intentando encontrar a compradores despistados; y no, porque hay más regulación que en Amazon. En Iberlibro —plataforma en realidad alemana, llamada Abebooks, que en España cambia su nombre— o Uniliber —plataforma creada por los libreros españoles y gestionada por ellos—, no se vende si no hay detrás una mínima estructura empresarial. “Hoy en día es mucho más sencillo dar con el valor de un libro. Antes tenías que consultar cientos de catálogos. Pero igualmente hay quien se lo salta”, dice. Señala el caso de una librería llamada Atmosphere Books, con sede en Sevilla, que “si ve que el libro que oferta no lo tiene nadie más, lo pone a 400 euros y, claro, si es un libro de 10 y tú encuentras otro, lo pones a 20 y no tardas en venderlo”. Así que el intento de timar al amante del libro en cuestión se acaba convirtiendo en una oportunidad para la competencia de sacar el doble por un libro del montón. Algo así, dice. Patricia no sabe nada del autoprice, pero no lo ve descabellado. ¿Por qué?

Porque la lógica de la máquina sólo entiende aquello para lo que ha sido programada. Y si la lógica dice que el libro cuesta 10 euros cuando hay 3.000 ejemplares en circulación, dirá que cuesta 3.000 cuando sólo hay uno en circulación. El problema es que esa lógica deja fuera a todo aquel que no sea el usuario que la programa. En cualquier caso, podría ocurrir, como lamentaba MacGillivray, que alguien perdiera la cabeza en algún lugar e hiciera clic y se llevase a casa ese valioso ejemplar. En la fabulosa Psychoville, una miniserie delirantemente macabra del cómico Steve Pemberton, oh, lo suyo es humor negro, negrísimo, y lo demás, tonterías —una de las protagonistas es una aburrida comadrona que cree estar criando un bebé que en realidad es un muñeco con aspecto de bebé y obliga a su marido a sacarlo al parque y cambiarle los pañales—, el propio Pemberton era, a ratos, un viejo ciego que vivía en un castillo y se hacía millonario comprando y vendiendo ridículos peluches por eBay. Algunos seguían en manos de familias que sólo querían deshacerse de ellos y que no podían creerse que alguien estuviese pagando miles de libras por un feo dinosaurio al que le faltaba un ojo. El mundo, con y sin algoritmos, será siempre un misterio.

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Sobre la firma

Laura Fernández
Laura Fernández es escritora. Su última novela, 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus' (Random House), mereció, entre otros, el Ojo Crítico de Narrativa y el Premio Finestres 2021. Es también periodista y crítica literaria y musical, y una apasionada entrevistadora de escritores y analista de series de televisión.

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