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CORRIENTES Y DESAHOGOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Semifelices

Ha llegado el momento de que los hombres tomen en sus manos la historia y elijan su destino

Hasta ahora la historia decidió el destino de los seres humanos pero ha llegado el momento —decía Marx— de que los hombres tomen en sus manos la historia y elijan su destino. Esto significaría la liberación de la especie o, como se diría hoy, la propiedad intelectual de sus vidas.

Y aquí estamos. Enviamos drones para que hagan la guerra, robots para que atiendan a los ancianos, células madres para las deficiencias orgánicas. Creemos en la ciencia pero dudamos de llegar a disfrutarla en vida. Somos así semifelices. El fin de las utopías ha terminado no solo con la ilusión de un hombre nuevo sino con el sentido de la lucha urgente e integral. ¿La democracia? ¿La nueva cultura? Los únicos que se juegan la vida por el más allá son los surferos, los alpinistas o los pilotos de fórmula 1. Los demás, dependemos siempre de la programación del televisor.

La semifelicidad sería el lema de nuestro tiempo Ni esto ni aquello. Ni el papel ni lo digital ni una elite ni una masa ni un pensamiento único ni otro reticular. De hecho, casi todos los fenómenos de la época calcan la misma indeterminación. Podemos pero no queremos tanto poder. Deseamos ser ecológicos pero no soportamos los perros en los restaurantes. Abominamos con elegancia de la pornografía pero la sociedad consume la pornografía infantil.

El periodo posmoderno posee este peinado que se enmaraña. No hay un buen diagnóstico del presente como tampoco una peluquería del valor. Prácticamente no existe ya un novelista que no practique la novela negra, la intriga histórica o el texto sin su definición.

¿Un buen pintor? ¿Cabe enunciar una pregunta más difícil? Todo buen escritor o pintor excepcional sería vulgarmente insoportable pero, encima, ¿quién soporta la conspicua sandez a estos semipúblicos de hoy? Por razón de eficiencia hemos dejado de aspirar a un todo feliz y nos conformamos con ser semifelices, semisaludables, medio entretenidos.

No existiendo porvenir flamante, el presente se (semi) carboniza, No palpando un objetivo terso, la política, la economía, el amor, el vicio, la ilusión y la muerte sufren arrugas. Hacemos deporte, nos quitamos la sal y el azúcar, evitamos las grasas y los alimentos con salsa, las riñas a los hijos, las parejas de amor rufián. ¿Resultado? Un tibio estofado que cunde desde la mesa a la hamburguesa. Y unas ganas ocasionales para vivir, en la semiseguridad, el medio centro, la media felicidad.

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