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Un entrenador personal en el siglo XIX

El Museo Cerralbo dedica una exposición al conde de Villalobos, un visionario de la educación física en España

Rut de las Heras Bretín
Aparatos gimnásticos del siglo XIX en la exposición dedicada al conde de Villalobos en el Museo Cerralbo de Madrid.
Aparatos gimnásticos del siglo XIX en la exposición dedicada al conde de Villalobos en el Museo Cerralbo de Madrid.Kike Para

Formó parte del Palacio del Buen Retiro. Acogió al Guernica cuando regresó a España tras la dictadura. Hoy es el Centro de Estudios del Museo del Prado, tiene allí su despacho el director de la institución y bajo la bóveda decorada por Luca Giordano se encuentra la sala de lectura de su biblioteca. Pero hubo un tiempo, hacia la mitad del siglo XIX, en que ese espacio, el Casón del Buen Retiro, tuvo el suelo cubierto de arena para amortiguar los golpes, era un gimnasio, eso sí, real. Allí se ejercitaban los hijos de Isabel II, el futuro Alfonso XII y su hermana Isabel, La Chata. Un lugar diseñado por el conde de Villalobos a quien la reina le había encargado la educación física de los pequeños, para quien quería una formación moderna y de calidad.

Francisco de Aguilera, conde de Villalobos. Retrato de José María Estrada.
Francisco de Aguilera, conde de Villalobos. Retrato de José María Estrada.

¿Y quién era ese conde que entrenaba al príncipe de Asturias y a la infanta? Francisco de Aguilera (Madrid 1817-1867), un gimnasiarca, que dedicó su vida al estudio de la gimmnasia “desde el aspecto individual y el público, por las mejoras que reporta a la persona y al Estado”, dice él mismo en su libro Ojeada sobre la jimnasia, utilidades y ventajas que emanan de esta ciencia (1842). Un hombre avanzado a su tiempo, que pretendía llevar a cabo ideas que no cuajaban en una sociedad poco madura, que no le entendía. Paco, para los allegados, así firmaba algunas de sus cartas cuando hacía rehabilitación a distancia a algún amigo (hoy lo haría por skype). El padre de Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo, a quien se le debe la colección artística y el museo madrileño que lleva su nombre y que le dedica la muestra El conde de Villalobos. Los orígenes de la gimnasia en España hasta el 11 de febrero. El conde de Villalobos nunca heredó ese marquesado porque murió joven, con 50 años. Fue una suerte de garbanzo negro en una familia aristocrática: quiso ser torero pero no se lo permitieron. Unos años más tarde ya no pudieron impedir que llevara una vida circense donde hacía alarde de su buena condición física. Eso solo fue el principio.

Villalobos era un hombre inteligente, cultivado, escribió un importante corpus de obras sobre educación física, entendida desde un punto de vista actual. Da la misma importancia al aspecto deportivo, pedagógico y médico de la gimnasia: “Robustece nuestra salud, libera nuestra vida, propaga la población, ejecuta acciones útiles al Estado y a la humanidad”. Reunió una importante biblioteca en cuyo catálogo, de una veintena de páginas, escribe a mano los volúmenes que posee. Apenas se conservan 10 que se pueden ver en la exposición junto a otros documentos inéditos. Material desconocido hasta hace un año, cuando un coleccionista, Alberto Rivas de Hoyos, ofreció al museo gran parte del archivo familiar de los Cerralbo. Dejó en depósito temporal lo que correspondía a Villalobos, posteriormente lo donó. Esta documentación fue un revulsivo para la exposición que estaban preparando. Los comisarios, Ángel Mayoral y Manuel Hernández, no la conocían y su aparición ha hecho que el catálogo de la muestra se retrase, tiene prevista su publicación para primavera. Mayoral asegura que no va a ser un catálogo al uso, que va más allá, es una reivindicación de esta figura: “Una monografía del conde de Villalobos, una obra de referencia sobre él y sobre el origen de la gimnasia en España”.

“La gimnasia robustece nuestra salud, libera nuestra vida, propaga la población, ejecuta acciones útiles al Estado y a la humanidad”.

Francisco de Aguilera fue más que un entrenador de príncipes. Para él era más importante que la gimnasia llegara a todos los estamentos, su objetivo era la salud pública. Concepto innovador, como innovadora fue la idea de abrir un gimnasio en el Madrid de 1841: para hombres y mujeres de cualquier edad que pagaran una cuota (lo de ir, o no, quizá funcionara como ahora). Además, tenía un programa específico de becas para quienes no tuvieran recursos a los que Villalobos formaría como profesores. Finalmente no se llevó a cabo por falta de cuotas, no se podía sustentar. El conde estaba creando una oferta de algo que la sociedad todavía no demandaba. Más tarde también se frustraron su petición al Gobierno de Narváez de una institución que uniera la teoría y la práctica de la gimnasia y el gimnasio municipal que concibió entre 1858 y 1859 siendo concejal de Madrid. Se desvía entonces al terreno privado, donde aplica su metodología. Él diseña los programas y los profesores los ejecutan. Lleva una medición minuciosa y estricta de los progresos de los alumnos, centrado en cada paciente, como si de un entrenador personal se tratara. Se puede observar en los planillos que se exponen en la muestra de algunos de sus alumnos, incluidos los príncipes.

También se exhiben aparatos gimnásticos, fue inventor de varios, que a pesar de tener más de un siglo guardan gran similitud con los actuales: espalderas, pesas -forradas en terciopelo rojo, eso sí, eran del gimnasio real-, barras paralelas, anillas y una máquina de poleas, de la colección de Patrimonio Nacional, que estaba catalogada como reclinatorio, no por mala fe, si no por desconocimiento. Aunque puede que para algunos ir al gimnasio tenga algo de penitencia.

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