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Corrientes y desahogos
Columna
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El desnudo

La arquitectura ha pasado del llamativo paso de la construcción sofisticada al diseño esencial

El último número de la revista Arquitectura Viva destaca el llamativo paso de la construcción sofisticada al diseño esencial. Menos orlas y más eficiencia, odio al espectáculo y amor al hábitat. Expresado en inglés, la revista difunde el lema internacional: de lo bling lo bareness. Entendiendo que el cambio hace referencia al trabajo basado en la sostenibilidad de su composición. “La arquitectura transita desde el destello (bling) a la desnudez (bareness).Tanto la devastación económica de la crisis como el deterioro simbólico de las obras mediáticas han propiciado una nueva actitud mental e intelectual. Frente al resplandor de las arquitecturas de la social-opulencia —de los grandes aeropuertos o museos hasta las plazas y bares de diseño— las generaciones jóvenes practican el alfabeto de la sencillez. Todo ello obligados por la austeridad de los presupuestos y movidos también por el empeño ético de construir solo lo necesario” (Fernández Galiano).

Ni un paso más. El desnudo sería el punto límite del despojamiento. Y, a la vez, coincidiendo con el amor al “cero aditivos” el desnudo no es ya nada de lo que era. La miseria lleva a un desnudo misérrimo pero la reina en cueros promete un despojamiento ubérrimo.

Por otra parte, ahora se desnuda cualquiera en cualquier lugar y por cualquier causa. Desnudarse no es solo una diversión sino una compulsiva significación.

No hay, además, apenas territorio en donde no se busque el punto de lo elemental. Sea el alimento o el textil, la norma ha ido girando desde lo vistoso a lo verdadero y desde lo clamoroso a la intimidad. En el cine, las series de televisión, la literatura, la pintura ha venido eligiendo una vía hacia lo próximo. De corazón a corazón. Sin intermediaros como al adquirir una col o un coche en Internet. Y siendo el coche eléctrico un modelo sin los artefactos que conllevaba el motor de explosión.

Pero la arquitectura, en efecto, es la cima elocuente de todo ello: su monumento. Horror al artificio, odio a lo banal. El clima necesita mimo, la energía requiere ahorro y la habitabilidad naturalidad.

El proceso no ha agotado por completo la reciente burbuja de frivolidad. Se inauguran estos días en Abu Dabi el gran Louvre de Jean Nouvel o el supermuseo Thomas Heatherwick en Ciudad del Cabo que será el mayor de África.

Hay excepciones que indican las radiantes del pasado inmediato pero un archipiélago de piezas contenidas y precisas definen nuestra nueva posmodernidad, ultramodernidad o lo que la poshistoria quiera que esto sea.

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