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La temperatura se dispara en el Mediterráneo y el Atlántico: “Para muchas especies, es como si hubiese un incendio en el mar”

El Mare Nostrum está batiendo estos días sus marcas más cálidas desde que hay registros, lo que provoca noches tórridas en las ciudades costeras, mortalidad de flora y fauna marina, y mucho combustible para posibles lluvias torrenciales

Bañistas disfrutaban de la playa de la Malvarrosa, en Valencia, tras la puesta del sol, el 31 de julio.
Bañistas disfrutaban de la playa de la Malvarrosa, en Valencia, tras la puesta del sol, el 31 de julio.Kike Taberner

El aumento de las temperaturas debido al cambio climático está afectando gravemente a mares y océanos: el Mediterráneo y el Atlántico norte están batiendo estos días sus marcas más cálidas desde que hay registros —1980—, con anomalías térmicas que en algunos puntos superan los 5°, según la medición por satélite de su superficie de entidades oficiales de Europa y EE UU. “Los cambios se están produciendo a una velocidad sin precedentes. El sistema climático está fuera de control”, apunta el veterano meteorólogo Francisco Martín León. Al igual que las terrestres, las olas de calor marinas son cada vez más frecuentes y tienen consecuencias: en las urbes costeras españolas se han multiplicado por 10 las noches tórridas (con mínimas por encima de los 25°, que hacen muy difícil dormir), y en el agua hay más medusas, mortalidad de flora y fauna, y muchísimo combustible (vapor de agua) que, si se producen tormentas, hará que sean más virulentas, como ha ocurrido en los últimos días en el centro de Europa. También cambian los hábitos. Yolanda, que lleva “toda la vida” bañándose en las playas valencianas de La Malvarrosa y La Patacona, este verano lo ha hecho varias veces por la noche. Se ha sorprendido ante las decenas de bañistas nocturnos con la misma idea. “Antes esto no pasaba, no veías tanta gente”, dice, tratando de refrescarse en una orilla que apenas se ha enfriado. “El agua es como caldo, está cada vez más caliente”.

“Este mes de julio hemos registrado en el Mediterráneo la temperatura media más alta en cuatro décadas: 28,17°”, explica Francisco Pastor, meteorólogo de la Fundación Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM). El experto señala que la medición del Servicio Europeo de Cambio Climático Copernicus (C3S) eleva esta temperatura a los 28,84°. “Ambas series muestran que se están superando todos los récords”, añade Pastor.

Dominic Royé, de la Fundación para la Investigación del Clima (FiClima), asegura que en los años ochenta y noventa no había este tipo de anomalías, pero a partir del año 2000 la temperatura comenzó a subir “y no ha habido una anomalía negativa desde hace 20 años”. En 2022, la temperatura media del Mare Nostrum ya superó los 1,6° respecto al periodo 1981-2012, y este verano enfila la misma senda, confirmando que se trata de uno de los entornos más frágiles ante la emergencia climática.

Esos 28° son la media, pero en algunos puntos el mar puede arder aún más. “El año pasado se superaron los 30 grados en algunos puntos de las costas españolas. Pero además, el pico de temperatura de las aguas suele estar a finales de agosto, así que es preocupante que estemos así tan pronto. Cada año, el mar se calienta antes y dura más tiempo caliente”, advierte David Díaz, investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC). Martín León tercia: “Estamos dopando a la atmósfera con gases de efecto invernadero, pero además los mares, que absorben entre el 80% y el 90% de esa energía, se están sobrecalentando, y nos devuelven luego una parte en forma de calor”.

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Ello tiene consecuencias para quienes viven en la costa. “Las noches a orillas del Mediterráneo son cada vez más cálidas, con mínimas por encima de los 25°”, explica Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Y ofrece datos: Valencia ha tenido 18 de estas noches tórridas en julio, cuando en toda la década de los noventa registró 12, más o menos una por año. En Málaga ha habido 12, en Castellón, nueve y en Barcelona, cuatro. “Por ponerlo en contexto”, dice el experto, “en Barcelona no hubo ninguna de 1924 hasta 2003, y desde entonces ha habido 42. Lo que antes era excepcional empieza a ser habitual”.

Noches infernales

Se empieza a acuñar el término “noches infernales” para aquellas donde la mínima supera 30°, algo insólito. En Málaga ya han padecido una: el 18 de julio la mínima marcó 31,40°. “Las noches tan calurosas hacen muy difícil dormir. Producen una sensación de bochorno, el calor marino genera más evaporación de agua y más humedad, con lo que no se evapora el sudor, que nos ayuda a refrescarnos. Si tampoco corre la brisa, genera estrés térmico, y puede ser peligroso para bebés y personas vulnerables”, continúa el experto de Aemet. Pastor (CEAM) añade: “El ciclo de la brisa funciona por la diferencia de temperatura entre el mar y la tierra, por lo que si la temperatura del mar sube y se iguala a la de la costa, las brisas son más débiles, y se pierde confort térmico”.

Playa de la Malvarrosa, la noche del 1 de agosto.
Playa de la Malvarrosa, la noche del 1 de agosto.Kike Taberner

Es lo que ha ocurrido en Valencia durante todo el pasado mes. Javier Renovell, de 24 años, vive con su familia en una casa de dos plantas frente al mar. Su habitación da al paseo de la playa urbana de La Patacona. A pesar de su ubicación privilegiada —“la brisa del mar entra directamente”— asegura que pasa “más calor que antes” y que ahora usa “tres ventiladores para dormir”. “Lo noto también estudiando, soy mucho menos eficiente”, comenta este joven que atribuye al cambio climático las temperaturas extremas y las lluvias torrenciales. De hecho, se decidió a cursar Ciencias Ambientales en Valencia y empezar un máster de Estudios Climáticos en Países Bajos al observar cómo se inundaba el paseo frente a su casa por los temporales cada vez más frecuentes. “Llega un momento en que se confunde el agua del paseo con el agua del mar”, dice mirando la orilla, a un centenar de metros. Renovell, que trabaja en el Centro de Investigaciones sobre Desertificación (del CSIC-Universitat de València), prefiere bañarse en el mar fuera de temporada, en invierno, para evitar las aglomeraciones y porque el agua está más fresca.

Olas de calor marinas

En este contexto de calentamiento global, las olas de calor marinas se suceden. “Son periodos con temperaturas muy por encima de la media. Antes eran excepcionales, ahora son muy frecuentes”, explica Joaquim Garrabou, investigador del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC). Estos episodios afectan a flora y fauna. Garrabou estima que el año pasado impactó en unas 50 especies —corales, esponjas, algas, posidonia, moluscos…—. “Si las cosas no cambian, habrá un nuevo fenómeno de mortalidad de muchas especies que no se pueden desplazar”, dice el experto. “Para ellas, es como si hubiese un incendio forestal en el mar”.

Díaz (IEO-CSIC) añade: “Corales y esponjas tienen ciclos vitales largos y son estructurantes, es decir, dan refugio a peces que ponen sus huevos en ellas, así que si este hábitat desaparece puede afectar a los ciclos biológicos de otros animales”. Además, el calor favorece que lleguen especies invasoras de otras latitudes —de peces a moluscos y de algas a medusas— y desplacen a las autóctonas.

Josep Maria Gili, experto en medusas del ICM-CSIC, apunta que el calentamiento progresivo favorece una mayor presencia de estos organismos marinos. Cuando había años fríos y lluviosos, el agua costera más fresca y menos salina era “una barrera natural frente a estos animales”, pero con el calor las aguas costeras y las oceánicas son similares y es más probable que se acerquen a la orilla. En su opinión, las medusas abundantes en las playas “son mensajes de ayuda que nos está lanzando el mar. Deberíamos escucharlo”.

Ambiente en la playa de la Malvarrosa, el 3 de agosto.
Ambiente en la playa de la Malvarrosa, el 3 de agosto.Kike taberner

Otro riesgo son las tormentas. “Cuando el Mediterráneo está tan caliente, hay más energía y más vapor de agua, por lo que si se dan las condiciones para que haya tormentas, estas pueden ser mucho más violentas”, resume Samuel Biener, climatólogo de Meteored. Del Campo precisa: “El mar caliente no garantiza lluvias torrenciales, es condición necesaria pero no suficiente, aunque las puede hacer mucho más intensas”. Royé señala que eso es lo que ha ocurrido estos últimos días en Centroeuropa, donde Alemania, Países Bajos, Italia y Suiza han sufrido tormentas extremas, con mucho viento y granizo de enorme tamaño. Biener apunta: “Antes casi no se veían en Europa”. Royé añade: “Un Mediterráneo muy cálido es gasolina para estos fenómenos, pero eso no significa que haya fuego automáticamente, sino que tienen que darse más condiciones”.

Todos estos factores pueden acabar afectando al turismo en el futuro. “Por ahora, no hay números que nos digan que el Mediterráneo vaya a dejar de ser líder turístico mundial de turismo, y de hecho este año acabará con números récord”, señala Eduardo Santander, director de la Comisión Europea de Viaje. Aunque admite que “está claro que vivimos en un planeta frágil, afectado por el cambio climático y hay que adaptarse, porque en el futuro la gente puede cambiar de destinos”.

Jorge Marichal, presidente de la patronal hotelera Cehat, tercia: “En 70 años, la temperatura ha aumentado 1,4 grados en Península y Baleares, según Aemet, y eso puede hacer que muchas personas decidan no venir en temporadas de mucho calor a nuestras costas. Pero también significa que podemos ampliar la temporada turística y extenderla. Si con eso conseguimos mayor flexibilidad en julio y agosto a la hora de no tener llenos absolutos —que pueden ser menos cómodos—, mejorar la experiencia de cliente y ampliar las estancias medias en otros periodos y en otras zonas, puede ser positivo”.

El Atlántico norte desconcierta a los científicos

Mientras, la situación en el Atlántico norte tiene desconcertados a los científicos. “Esta es la ola de calor más grande que se ha medido en esa zona, nunca antes se habían observado fenómenos de esta magnitud, es un síntoma claro de los efectos del cambio climático”, explica Garrabou (ICM-CSIC). Además del calentamiento global, hay otras causas, como señala Del Campo (Aemet): “En junio hubo una circulación atmosférica no habitual, porque el anticiclón de las Azores estuvo muy debilitado y, en cambio, tuvimos un anticiclón de bloqueo que afectó al norte de Europa y ayudó a calentar las aguas. También ha habido menos salida de polvo en suspensión del Sáhara hacia el Atlántico”.

Martín León, que trabajó en la Aemet durante más de tres décadas y ahora coordina la Revista del Aficionado a la Meteorología (RAM), añade dos causas más: “La erupción del volcán submarino Hunga Tonga en 2022, que expulsó millones de toneladas de vapor de agua a la estratosfera y la llegada de El Niño, un fenómeno natural que acaba de arrancar y que afecta más al Pacífico ecuatorial, pero se estima que a nivel global puede subir la temperatura entre 0,1° y 0,2°”. Con estos ingredientes, el Atlántico norte acaba de superar estos días su récord de temperatura con 25°, superando el registro histórico que se dio el año anterior, según los datos recogidos por la Universidad de Maine. En comparación con la media del periodo 1982-2011, que a estas alturas del año está en unos 23,5°, en estos momentos estamos ya 1,4° por encima.

Si esta es la tónica general, en algunos puntos concretos el Atlántico norte está entre 5° y 7° por encima de la media. “Son temperaturas disparatadas en la Península de Labrador, al norte de Canadá, es una anomalía persistente desde primavera que pensábamos que se iba a atenuar con la circulación atmosférica, pero no ha sido así”, comenta Samuel Biener, climatólogo de Meteored. El meteorólogo Roberto Granda, de eltiempo.es añade: “El Atlántico norte está como una sopa. Tiene una anomalía muy marcada, que en algunos puntos supera los 6°”.

Más caliente y también más pronto: en el Atlántico norte se han alcanzado en julio valores habituales de finales de agosto. La máxima anterior —24,9°— se dio el 1 de septiembre de 2022, por lo que este año todavía hay margen para que siga aumentando. Esto también afecta a España: en junio aparecieron miles de ejemplares muertos de longueirón y coquina —dos mariscos— en las costas gallegas, y la Xunta lo achacó a la elevada temperatura de las aguas. También pueden facilitar que lleguen especies invasoras —como algas y peces— de mares más cálidos.

En todas las aguas del planeta se están batiendo récords. En mayo, las temperaturas de la superficie del mar en todo el mundo fueron superiores a las de cualquier mayo anterior registrado, y así continuaron en junio, según publicó hace unos días el Servicio Europeo de Cambio Climático Copernicus. Mencionaba olas de calor marinas en zonas del Pacífico noroccidental y el mar de Japón, el Pacífico suroccidental al sudeste de Nueva Zelanda y el océano Índico occidental al sudeste de Madagascar. En Florida, el mar Caribe ha llegado a los 38°. La temperatura media de los océanos supera los 21 grados, casi un grado por encima de su media en el periodo 1981-2012.

Aunque la temperatura que se mide es la superficial, el interior de los mares también se está calentando. “Puede haber anomalías hasta a 300 y 400 metros de profundidad. Los mares son un gran almacén de calor, y esos calores profundos generan luego huracanes y tifones en la zona ecuatorial, que son máquinas de transferencia de calor del mar al aire”, resume Martín León. Granda concluye: “Las temperaturas elevadas de los océanos hacen que se pierda el hielo de los polos, y eso repercute en que el agua no se vuelva a enfriar al mismo ritmo. Es un escenario inédito que puede tener consecuencias gravísimas”.

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