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¿Por qué han sido tan devastadores los terremotos de Turquía y Siria? “La población tiene que prepararse para meses de réplicas”

Expertos en terremotos explican las claves científicas para entender correctamente el fenómeno sísmico sucedido estos días en la región

Vista desde un dron de un gran número de edificios colapsados a causa del potente terremoto.Foto: NECATI SAVAS | Vídeo: Reuters
Javier Salas

La devastación provocada por los terremotos sufridos en Turquía y Siria vuelve a mostrar la fuerza que puede desatarse en estos eventos y el riesgo asociado a esos puntos calientes del planeta. Pero surgen numerosas dudas sobre este fenómeno, su origen y sus consecuencias. Las respondemos con ayuda de sismólogos:

¿Cómo se ha producido el terremoto? El seísmo principal, de magnitud 7,8, no se da en un único punto, aunque se ubique así en los mapas. “Ni es instantáneo, ni es en un punto, se propaga por toda la falla y dura 30 segundos”, explica el sismólogo Itahiza Domínguez, del Instituto Geográfico Nacional (IGN). “El tamaño de la falla donde se produce el desplazamiento es de 200 kilómetros y la ruptura se mueve por toda la falla. El puntito en el que localizamos el epicentro es donde ha empezado la primera onda sísmica que nos llega a los sismógrafos”, detalla el experto, aunque la fractura y el terremoto se dan en todos esos kilómetros de fractura, como muestra el mapa (abajo).

El seísmo se produce en una falla larga, de desgarro: dos placas tectónicas friccionan en horizontal, como los bloques de un rompecabezas. La energía del choque entre ambas placas se ha ido concentrando en ese punto hasta que rompe y libera de golpe la energía. Las consecuentes réplicas del terremoto inicial se dan sobre esa falla, la de Anatolia oriental, de más de 500 kilómetros de longitud.

¿El segundo gran terremoto de 7,5 es una réplica? Nueve horas después del primer terremoto, se da otro al norte, de magnitud 7,5. Algunas definiciones de la palabra “réplica” excluyen seísmos que son similares en tamaño al principal, o que ocurren lejos de la ruptura inicial. En este caso, se produjo en una falla distinta (la de Sürgü y Çardak) y es casi la misma magnitud. Se trata de una cuestión semántica o académica, y los especialistas se encuentran divididos entre quienes lo consideran réplica y los que apuntan a que se trata de un evento sísmico distinto, impulsado por el inicial.

“El primer terremoto de 7,8 detonó uno menor, unos minutos después, de 6,7: esos sí son hermanos”, explica la sismóloga Gina Villalobos, de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. “El de 7,5 se produce más al norte y lo que yo interpreto es que toda la zona estaba acumulando esfuerzos y era cuestión de tiempo que alguna falla rompiera. El sismo inicial desestabilizó toda la región porque era una zona cargada de energía”, apunta. Y concluye: “No es una réplica, porque ni siquiera se produce en el mismo segmento de falla”. Domínguez coincide con este diagnóstico: “El de 7,8 desencadena el de 7,5, que habría liberado su energía de forma independiente al cabo de un tiempo. El seísmo inicial afectó a la tectónica de la zona: con 200 kilómetros de falla, afecta a todo lo que hay alrededor, tensiones que se liberan en cadena con nuevos terremotos”.

Sin embargo, otros especialistas lo consideran una réplica, como Luis Cabañas, de la Red Sísmica Nacional: “Pertenece a la misma serie sísmica, aunque está en otra falla en otra dirección en esa misma zona extensa. Realmente es una rotura que ha saltado de un lado a otro, dispara la otra: no hay una línea sencilla, sino que la región está llena de fracturas agrupadas unas sobre otras”. El Servicio Geológico de Estados Unidos, la referencia, habla de “réplica” (aftershock, en inglés) en sus comunicaciones.

¿Y hasta cuándo van a durar las réplicas? En todo caso, tanto el terremoto de 7,8 como el siguiente de 7,5 generaron sus réplicas de importancia, lo que dificulta las tareas de rescate y pone en riesgo más edificios e infraestructuras afectadas. En total, a los dos grandes terremotos les han sucedido unas 135 réplicas importantes, por encima de magnitud 4, y cientos menores. “No se puede decir de forma categórica cuánto tiempo durará, pero la reacomodación de las placas puede durar meses e incluso años. La población tiene que estar preparada para meses de réplicas”, advierte Villalobos.

En esto están de acuerdo los expertos consultados, como Cabañas: “Se pueden esperar durante más de seis meses. Las magnitudes de las réplicas irán decayendo y los empujes de la zona seguirán provocando que se deslicen las placas hasta que se produzca otro bloqueo”. La estabilización de la región sísmica tarda mucho tiempo después de una ruptura de la corteza tan brutal. Lo resume Domínguez: “Podemos esperar meses de réplicas, porque queda una sismicidad remanente durante un tiempo. Mínimo unos cuantos días, pero todo depende del terreno, de cómo se reequilibre el sistema y de otros parámetros”.

¿Cómo medimos la fuerza de un terremoto? “Los dos parámetros que se usan para medir terremotos son magnitud e intensidad”, señala la experta de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. “Magnitud expresa la energía neta que se liberó: uno de 9 libera 32 veces más que uno de 8, independientemente de dónde se produzca o a quién afecte”, detalla. En cambio, la intensidad mide el impacto social y ambiental: personas afectadas, edificios golpeados, etc. Por eso, aunque el de 7,8 liberó el triple de energía que el de 7,5, los dos están en la misma categoría en cuanto a la intensidad: IX, muy destructivo. Nueve, en números romanos, en una escala —llamada de Mercalli— que va del I (muy débil) al XII (catastrófico). Los dos estaban muy cerca de las poblaciones y el segundo golpeó sobre construcciones que habían quedado tocadas, por lo que igualó sus daños. El de Lorca en 2011 fue de intensidad VII, muy fuerte, con nueve víctimas mortales y más de 300 heridos. Además, según explica Domínguez, “el de Lorca fue similar, de desgarre, muy pegado a la población”, pero tan solo de magnitud 5,1, lo que implica que liberó 7.700 veces menos energía bajo la localidad. El de Amatrice en Italia en 2016, de magnitud 6,2 y casi 300 muertos, fue 38 veces más energético que el de Lorca, según cálculos de Itahiza Domínguez.

¿Se pudo predecir? Los grandes seísmos se pueden esperar, porque sabemos dónde están los puntos más conflictivos, las zonas con fallas activas de mayor riesgo, como la falla de San Andrés en California que, estructuralmente, es muy parecida a la que ha provocado la catástrofe en Turquía y Siria. Pero es imposible saber cuándo ocurrirán. Aunque eso no impidió que en Italia se condenara a penas de cárcel a un grupo de geólogos italianos por asegurar que “no hay peligro” poco antes del terremoto de L’Aquila. “Los terremotos no se pueden pronosticar con precisión, por lo que la prevención de las consecuencias depende de la preparación (por ejemplo, a través de una infraestructura resistente a terremotos) y una respuesta eficiente. Desafortunadamente, la infraestructura resistente es irregular en el sur de Turquía y especialmente en Siria, por lo que salvar vidas ahora depende principalmente de la respuesta. Las próximas 24 horas son cruciales para encontrar sobrevivientes; después de 48 horas, el número de sobrevivientes disminuye enormemente”, explica Carmen Solana, experta en Vulcanología y Comunicación de Riesgos de la Universidad de Portsmouth, a SMC.

¿Por qué ha provocado tanta devastación? “En este caso, ha sido de gran intensidad porque se ha dado en una zona muy poblada y en áreas muy someras, cerca de la superficie, con lo que no hay margen para que la energía se disipe”, señala Villalobos. Y añade: “Se suman las construcciones viejas, sin requisitos de construcción sismorresistentes, y con cada seísmo se han ido debilitando”. A estas condiciones estructurales se suma la hora a la que se produjo el primer seísmo: la madrugada, hora local, que sorprendió a la gente durmiendo dentro de los edificios.

La experta colombiana lo compara con lo sucedido en Ciudad de México, donde sufrieron en 1985 un terremoto con “muchísimos miles de muertos y aprendieron la lección, se pusieron las pilas”. “Ahora, en la ciudad los códigos de construcción suman rigor científico y rigor técnico. En el resto de México, otras zonas siguen en negligencia absoluta. En Chile, no pasa nada con terremotos de mayor magnitud porque saben a qué se están enfrentando y actúan en consecuencia”, afirma. “En Turquía quizá se durmieron”, elucubra la experta, que lamenta que en algunas regiones de riesgo se dé lo que ella llama “miopía social: ni yo ni mis papás lo vivieron, no creo que vaya a pasar”. Y advierte: “Las decisiones se deben tomar pensando en el marco temporal geológico, no en el antropológico”.

¿Magnitud, escala, Richter, grados...? Estos terremotos, según las mediciones de las que disponemos ahora, son de magnitud 7,8 y 7,5. No se habla de grados en esa escala de magnitud y tampoco son de la escala de Richter, sino de otra más precisa denominada “magnitud de momento sísmico”. “La escala Richter es más para fenómenos locales, para instrumentos de la época en la que se creó [década de 1935], por encima de magnitud 6,5 se satura. Sirve para seísmos regionales moderados, no para eventos que liberan tanta energía; para esos se usa la magnitud de momento sísmico”, explica Cabañas, experto de la Red Sísmica Nacional. Es decir, por encima de magnitud 6,5 la escala de Richter no sirve y es mejor usar la de “momento”. Pero no es necesario añadirle apellidos al dato: vale con decir “un terremoto de magnitud 7,8″.

¿Por qué se ha producido en esa zona? “Turquía es una de las regiones sísmicas más activas del mundo porque está atravesada por dos grandes fallas: la falla de Anatolia septentrional, que limita con la placa Euroasiática, y se extiende desde el altiplano armenio hasta el mar de Mármara; y la falla de Anatolia oriental”, según la geóloga del CSIC Rosa María Mateos.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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