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Los astronautas ya no son ‘machos alfa'

La evolución del perfil de los 562 cosmonautas que han viajado al espacio muestra los cambios en las sociedades que representan

Un grupo de astronautas participan en un ensayo de lanzamiento en 2010
Un grupo de astronautas participan en un ensayo de lanzamiento en 2010Matt Stroshane (Getty Images)

Los astronautas han sido siempre, quizá más que cualquier otra cosa, representantes de quienes les mandaban al espacio, símbolos de sus sociedades y sus valores. En los años 60, cuando EE. UU. y la Unión Soviética se disputaban la primacía en el espacio, en EE UU, el perfil requería individuos ultracompetitivos, con cerebros privilegiados y experiencia enfrentándose a la muerte en la guerra o como pilotos de prueba. En Lo que hay que tener, Tom Wolfe realizó el retrato de aquellos héroes elegidos para la gloria. Hombres blancos, casados y con hijos, capaces de conservar la sonrisa después de saltar de un avión supersónico en barrena y de resultar seductores manteniendo la fidelidad a sus esposas. Los primeros astronautas encarnaron con bastante precisión el potencial y las limitaciones de la sociedad a la que representaban. Alcanzaron el éxito, casi todos se divorciaron, alguno cayó en el alcoholismo y otro acabó buscando en Turquía el Arca de Noé.

En un artículo publicado recientemente en la revista Acta Astronautica, Mathias Basner y otros dos colegas de la Universidad de Pensilvania (EE UU), realizaron un repaso a la evolución del perfil de las 562 personas que han viajado al espacio desde 1961. Las características del astronauta medio de estas seis décadas de vuelos espaciales se siguen pareciendo bastante a las que describía Wolfe. Sería un hombre casado de 40 años, con experiencia militar, educación superior con un máster como mínimo y 2,1 hijos de media.

Durante esos años, como en el resto de la sociedad, se han producido cambios, aunque no se puede decir que radicales. La proporción de mujeres astronautas ha pasado del 2,1% en la década de 1960 al 20% de la década de 2010. Valentina Tereshkova fue la primera mujer en viajar al espacio y lo hizo en 1963, en una etapa muy temprana de la carrera espacial. Como en EE UU, además de otros rasgos de competencia, las autoridades soviéticas reclamaban que los cosmonautas representasen los valores del Estado. Tereshkova superó las pruebas de selección, pero antes había demostrado su pureza ideológica en las juventudes del partido comunista, algo que le ayudó a superar a alguna compañera con mejores credenciales técnicas.

El líder soviético, Nikita Jrushchov, consideró el vuelo de Tereshkova una muestra de que su país había logrado la igualdad de derechos para hombres y mujeres, pero la URSS no volvió a lanzar a otra mujer al espacio hasta casi dos décadas después, cuando Svetlana Savitskaya se convirtió en la segunda mujer orbitar nuestro planeta. Tereshkova también representó a un grupo humano aún más raro que las mujeres en el espacio, el de los solteros. Solo un 4,4% de las personas que han abandonado la Tierra lo han hecho sin haberse casado antes.

Solo un 4,4% de las personas que han abandonado la Tierra lo han hecho sin haberse casado antes.

El pasado mes de marzo, más de 12.000 personas presentaron su candidatura para entrar en la siguiente clase de astronautas de la NASA. De entre todos ellos, se seleccionarán a entre 8 y 12 personas que entrarán en un equipo más amplio del que saldrán muchos de los viajeros del programa Artemisa, incluida la primera mujer que pise la Luna, algo previsto para dentro de cuatro años. Estas nuevas generaciones de astronautas serán también las que habiten la estación orbital lunar Deep Space Gateway, a 300.000 kilómetros de la Tierra. Este proyecto, con una inauguración prevista a partir de 2028 y en el que colaborará la Agencia Espacial Europea (ESA), pondrá a prueba la resistencia humana a la permanencia prolongada en el espacio profundo y preparará así el viaje a Marte.

Cuando las agencias describen lo que hay que tener en 2020 para ser astronauta, hay algunas demandas que no han cambiado mucho desde hace 60 años. Los conocimientos sobre ciencia y tecnología, certificados por masters o doctorados, son básicos; también es importante saber pilotar aeronaves y aún es fundamental ser capaz de trabajar en situaciones de vida o muerte sin perder la calma. Un lugar para adquirir esa experiencia es el ejército y eso explica por qué más del 60% de las personas que han viajado al espacio tenían formación militar. En las últimas décadas, aún son más comunes los astronautas que la tienen que los que carecen de ella. Y sigue siendo importante tener una relación estable. Jaimie Barrett, una psicóloga que participó en un proceso de selección de astronautas para la NASA en 2013, contaba poco después en space.com que tener problemas de pareja es un motivo probable de descalificación, igual que tener trastornos psiquiátricos previos.

Pero también hay otros aspectos que son novedosos. La ESA pide que los aspirantes tengan rasgos como empatía con los compañeros, bajos niveles de agresividad o capacidad para trabajar en un entorno intercultural, ideas que en los años del programa Apolo habrían chirriado a los hombres que según los criterios de entonces tenían lo que hay que tener. De hecho, algunos de los primeros hombres en ir a la Luna ya han mostrado su escepticismo con las nuevas prioridades en la selección de astronautas.

Walter Cunningham, que en 1968 viajó al espacio en el Apolo 7, ha dicho en varias ocasiones, incluida una conferencia en Madrid organizada el año pasado por este periódico, que, aunque la diversidad es positiva, no es bueno que los criterios políticos prevalezcan sobre la pura competitividad. Antes eran todos hombres y pilotos “mientras ahora hay que asegurarse de que el género y la etnia se tienen en cuenta a la hora de mirar la composición de un grupo”, afirmó. “No tengo nada en contra, pero hacer que eso sea lo que nos mueva, en lugar de buscar nuestros límites, creo que no es un enfoque adecuado”, concluyó.

La posición de Cunningham solo demuestra que era un buen astronauta y, como tal, un buen representante de su generación. Los nuevos viajeros del espacio se deberán enfrentar a retos diferentes y representarán a sociedades distintas de las que vivieron en directo la primera carrera espacial.

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