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¿Por qué no tiene sucesor Paco de Lucía?

En el décimo aniversario de su muerte, cinco de los siete tocaores que acompañaron al músico en sus giras explican por qué su figura es irrepetible

Retrato de Paco de Lucía en Montreal, en 2012.
Retrato de Paco de Lucía en Montreal, en 2012.GABRIELA CANSECO VALLEJO
Silvia Cruz Lapeña

En el inicio fue el padre, Antonio Sánchez Pecino. Luego, el hermano, Ramón, que antes de irse al servicio militar heredó la tarea de enseñar y proteger a un pequeño tocaor que acabaría siendo el mejor guitarrista flamenco de todos los tiempos. Lo recuerda César Suárez en una de las últimas biografías publicadas sobre él, El enigma Paco de Lucía (Lumen, 2024), donde se explica, entre otras cosas, que la evolución fue tan rápida que en pocos años Ramón de Algeciras pasó de ser maestro a ser segundo guitarrista de su hermano, nueve años más joven.

Él fue el primero de los segundos, un papel que tuvieron otros seis músicos que formaron parte, en distintas etapas, de alguna de las bandas que montó el autor de ‘Entre dos aguas’ para dar sus recitales por el mundo. Con todos, a excepción de Ramón, fallecido en 2009, y José Jiménez, El Viejín, que no ha dado declaraciones, habló Babelia para saber por qué, 10 años después de su fallecimiento, Paco de Lucía sigue sin sucesor. Y eso que se lo busca con ahínco desde el 25 de febrero de 2014, el día que murió, a los 66 años.

El peso de la responsabilidad

La superdotación que detectó su hermano mayor es una de las cualidades de Paco de Lucía que destacan los entrevistados. Pero, antes de seguir, ¿qué es un segundo guitarrista? “Es un papel muy importante porque mantienes el ritmo, el eje principal de lo que se interpreta, y conlleva que te repliegues para que el solista pueda desplegar todo su arte”, resume Juan Manuel Cañizares, que en los años noventa formó un trío de guitarras con José María Bandera y Paco de Lucía, con quien compartió 10 años de escenarios. Él, que ya entonces era solista, reconoce que “era mucha responsabilidad, porque hablamos de unos niveles musicales de relojero, niveles milimétricos de ritmo”.

La dimensión de esa responsabilidad se entiende aún mejor cuando se escucha a qué velocidad tocaba Paco de Lucía, aunque como recuerda Dani de Morón, que lo acompañó en la gira del disco Cositas buenas, ninguna de sus escalas vertiginosas era gratuita, estaban al servicio de la composición y la expresividad. Cañizares amplía: “Matizaba las frases como quería, era como un mago. Era algo muy genuino y luego, el alma que le ponía a cada nota. Porque la nota hay que darla, pero eso es solo la mitad de esta historia, la otra mitad es cantarla. Y yo he visto pocos músicos con ese nivel”. Niño Josele explica lo mismo de una forma muy sencilla: “Paco cantaba con la guitarra”. Por eso, este tocaor almeriense, que pasó una década actuando con el maestro, decidió acompañarlo, como había acompañado en el pasado a Rancapino o Enrique Morente: como si fuera un cantaor.

De ese modo, Niño Josele buscaba su manera de hacer las cosas, pero también esquivar las comparaciones. Por eso, al preguntarle qué pensó cuando leyó un titular de EL PAÍS en el que Chick Corea lo señalaba como el sucesor de Paco de Lucía, responde: “Pensé que me iba a arruinar la vida”. El titular en cuestión es de 2010. Paco de Lucía aún vivía.

Un músico total

La búsqueda del heredero, nunca de la heredera, pero ese es otro tema, ha sido una constante entre periodistas y aficionados estos años, pero podría decirse que nunca entre los guitarristas. Menos aún entre quienes tocaron con él, que afirman, sin dudar, que suceder a Paco de Lucía es hoy imposible.

Lo hacen dando argumentos musicales, no usando palabras como “duende” ni “genio”, vacías si no se explican. Además de la musicalidad mencionada, los segundos de Paco de Lucía hablan de todo lo que aportó a la guitarra flamenca. “Cuando la música empezó a grabarse en digital y se veía la onda en la pantalla, permitiéndote modificar la pieza rítmicamente, él la alteraba de una manera... que cambió la historia de la guitarra totalmente”, dice Dani de Morón, que entró de lleno en su obra a los 16 años, con Luzia (Universal, 1998), y no podía creer que el instrumento que escuchaba fuera el mismo que tocaba él. “Bulerías en la menor, unos tangos en mi bemol... era fascinante”.

Cañizares también habla de sus composiciones: “Elevó el nivel técnico y artístico de la guitarra flamenca a una altura sin precedentes. Cada disco es una producción nueva, aplicó un concepto de producción, de contexto, con un sentido de obra. Y hacer eso con una guitarra flamenca es muy difícil”. Recuerda Niño Josele que esa misma inquietud artística llevó a De Lucía a mezclar el flamenco con el jazz, la música brasileña, la cubana o meterse, como hizo en su último disco, Canción andaluza (Universal, 2014), con la copla. Y el motivo por el que introdujo el cajón peruano en el flamenco o instrumentos tan extraños en aquel momento como una armónica.

Con esos elementos logró darle a la guitarra un papel independiente del cante y el baile, algo que ya había hecho uno de los ídolos de Paco de Lucía, Sabicas, al darle un sitio a la sonata solista en los años cincuenta del siglo XX. Pero si el navarro dio a conocer al público estadounidense que una guitarra flamenca podía llenar un teatro y un escenario (y especialmente Nueva York, donde esta semana se celebra a modo de homenaje el Paco de Lucía Legacy Festival), el de Algeciras extendió eso al mundo entero.

También aportó algo de sus propias manos, uno de esos detalles que pasan desapercibidos para el oyente de paso pero que contribuyeron a hacer único a Paco de Lucía: “No solo cantaba con la guitarra, es que tenía una forma de acompañar, de rasgar las bases que servían de acompañamiento a los demás, de forma que no solo tocaba la guitarra sino que hacía de percusionista”, explica José María Bandera, sobrino y otro de sus segundos.

Son detalles que lo convierten en un músico detallista y completo, uno que sin haber estudiado música fue llamado “el Paganini del flamenco” (por su virtuosismo) o, directamente, Mozart, por el cúmulo de habilidades que lo adornaban —pensar musicalmente, componer, abrir caminos o ejecutar— y que llevaba a la práctica a un nivel inalcanzable para el resto.

Camerino de Paco de Lucía en una gira por Francia en 2011.
Camerino de Paco de Lucía en una gira por Francia en 2011. GABRIELA CANSECO VALLEJO

El mejor director de orquesta

Pero cuando sus tocaores hablan de maestro no se refieren solo a sus capacidades musicales pues todos cuentan anécdotas de las que se infiere un líder. La manera en que elegía a sus segundos guitarristas es un ejemplo que también habla de una inquietud constante. A Cañizares lo vio tocar con 13 años, lo alabó y no le perdió la pista hasta que lo llamó casi diez años después para pedirle que fuera con él. “A Paco le llegaban grabaciones de todos sitios, estaba al tanto de lo que hacíamos todos”, explica el músico de Sabadell sobre una faceta que refleja que, a pesar de su conocida timidez, no era un artista solipsista.

Lo mismo hizo con Niño Josele: “Yo era un crío, le toqué un poco por soleá, su palo favorito, y le dijo a mi padre que si seguía tocando así, me iba a regalar una guitarra y llevarme con él. Tardó 20 años, pero lo hizo”. Un golpe de oído le bastaba a Paco de Lucía para saber si un chaval tenía algo que decir con las seis cuerdas: “A mí me dio un día los acordes de ‘Entre dos aguas’ para que los aprendiera. Luego, me preguntó si me sabía el picado de una de sus canciones, me pidió que lo tocara y después de escucharme, me dijo: ‘Dile a tu madre que te vienes a Ronda”, rememora Bandera sobre la primera vez que tocó con su tío, a los 14 años.

Sobre el escenario, más enseñanzas. “Cada noche era una masterclass”, explica Cañizares. Y la benevolencia. “Su figura imponía mucho, él lo sabía. A mí, cuando me equivocaba en el escenario me decía: ‘Ole, Jose Mari’ y se reía. Yo me cabreaba, pero eso me espoleaba. Ya no cometía ese error nunca más. Tenía mucha psicología”, cuenta Bandera. Antonio Sánchez, otro de los segundos y también sobrino, afirma que la relación personal con sus músicos era muy importante para su tío, que a pesar de ser muy perfeccionista, no era severo: “Nos dejaba volar”.

De ese carácter da buena cuenta otra biografía reciente, Paco de Lucía. El primer flamenco ilustrado, de Manuel Alonso Escacena (Almuzara, 2024). En esas páginas se recogen declaraciones de la primera esposa del guitarrista, Casilda Varela, en las que habla de “una inteligencia superlativa” y también de un hombre que jamás decía “hoy he tocado bien”. Lo confirma Niño Josele: “El primer año que toqué con él hicimos 108 conciertos. Solo de uno salió conforme consigo mismo”.

La vara de medir era Paco de Lucía, por eso Antonio Sánchez quiere destacar entre sus cualidades algo que pocas veces se le ha dado por supuesto a los artistas flamencos: “Era una persona con un orden mental y una rutina diaria que no he visto a nadie. Su constancia y su disciplina a mí me marcaron muchísimo”. Niño Josele asiente, pero cree que hubo dos Pacos: “Siempre fue formal con el trabajo, pero yo llegué a tocar con él en 2004 y por lo que me contaron compañeros que habían estado antes, ya estaba más calmado en la vida, más reflexivo. Aún más concentrado que cuando creó el sexteto”, explica el almeriense en referencia a la primera formación con la que giró por el mundo y componían sus hermanos Pepe de Lucía y Ramón de Algeciras; además de Jorge Pardo, Carles Benavent y Rubén Dantas.

“Paco era consciente de que debía estar cerca emocionalmente de nosotros porque en un escenario todos dependen de todos, y esa buena comunicación se refleja en la interpretación”, recuerda Cañizares y Niño Josele aporta un viaje en coche por Francia que hicieron los dos solos yendo de un concierto a otro a petición de Paco de Lucía. “Yo pensaba que me iba a despedir, pero el motivo era otro: ‘En el escenario eres Niño Josele, pero yo quiero saber quién es Juan José Heredia. Luego, yo te contaré cosas de Francisco Sánchez”.

Paco de Lucía, retratado en Estambul en 2011.
Paco de Lucía, retratado en Estambul en 2011.GABRIELA CANSECO VALLEJO

Una fuente inagotable

Antes de poder aprender de él y admirarlo de cerca, Paco de Lucía ya había sido una inspiración para todos ellos. “Yo probé el cante y el baile, pero a los ocho años lo vi en la tele y dije: yo quiero eso”, recuerda Niño Josele, que asegura que todos los que tocan hoy la guitarra lo hacen pensando en él. Añade Dani de Morón: “Y lo más interesante es que cada uno veíamos un Paco distinto. Siempre digo que el primer disco suyo que escuchas te marca como guitarrista. Para mí fue Luzia, que he desgranado al milímetro y, aun así, vuelvo siempre a él cuando tengo dudas”.

Cañizares reafirma esa cualidad de referente y habla también de cómo su genio no se agota, al revés, va mostrando más y más capas con el paso de los años. “Solo ahora empiezo a darme cuenta de cosas que cuando murió aún no comprendía del todo: por ejemplo, cuán innovador y audaz era Paco en su enfoque de la guitarra flamenca. Ahora comprendo mejor su genialidad en la fusión de estilos y su forma de expresar emociones a través de la música.”

Ese es otro de los motivos que lleva a sus segundos a rechazar el concepto de sucesor. ¿Cómo va a haberlo si los que lo siguieron aún no han acabado de entender y absorber la obra que dejó? “Hay quien dice que la guitarra se acabó con él, pero no es cierto. Pienso que la figura de Paco de Lucía ha dejado muchos cadáveres en el camino, gente que se ha empeñado en copiarle sin más porque era el mejor. Pero la verdad es que dejó el nivel muy alto y mucha gente recogiendo sus semillas”.

Ahondando en la figura de su compañero en cientos de conciertos, Cañizares traza una comparación interesante: “Si fuera un libro, te diría que Paco es el Quijote, no por lo que cuenta ni el protagonista, sino por cómo abarcó la tradición de guitarristas enormes como Sabicas, Ramón Montoya… le dio su propio sello, proyectó el flamenco al mundo y se convirtió en un clásico”. De esa fuente, dicen los entrevistados, siguen bebiendo todos. “Pero eso no es lo mismo que ser su sucesor. Eso es imposible. Paco sigue siendo único”, remata emocionado Niño Josele.

Portada de 'El enigma Paco de Lucía', de César Suárez.

El enigma Paco de Lucía

César Suárez
Lumen, 2024
336 páginas. 18,91 euros.
Portada de 'Paco de Lucía, el primer flamenco ilustrado', de Manuel Alonso Escacena.

Paco de Lucía, el primer flamenco ilustrado

Manuel Alonso Escacena
Almuzara, 2023
432 páginas. 25 euros


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Sobre la firma

Silvia Cruz Lapeña
Periodista en EL PAÍS Audio. Ha publicado en los principales medios españoles, colaboradora en RNE o CADENA SER y ha sido jefa de Actualidad en Vanity Fair Licenciada en Periodismo, es autora del libro 'Crónica jonda', y de su podcast homónimo publicado en Podium Podcast, así como de la biografía de la boxeadora Lady Tyger.
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