Carolyn Drake, la fotógrafa que desviste la masculinidad
Una exposición y un fotolibro indagan en el uso que la artista estadounidense hace del retrato y del desnudo masculino para cuestionar las formas tradicionales de representación de la mujer
Un inquietante y asfixiante retrato recibe a los visitantes de Men Untitled, una de las exposiciones abiertas en la Fundación Henri Cartier-Bresson de París. En él, una figura cubierta de los pies a la cabeza por una tela azul posa sentada dejando solo al descubierto las manos. Se trata de una interpretación, realizada por la fotógrafa Carolyn Drake (Los Ángeles, 1971), de una madre fantasma. Un término utilizado para referirse a una práctica llevada a cabo en los albores de la fotografía para mantener a los niños quietos y bajo control durante las largas exposiciones que requería un retrato, que consistía en que las madres sujetaban a sus vástago en sus regazos cubiertas como espectros o muebles humanos tapizados por oscuras telas. Un desafortunado capítulo de la historia del medio que evoca la fotógrafa estadounidense utilizando un hombre con modelo. Sirve de introducción a un recorrido que echa mano del desnudo masculino, revirtiendo roles de género, con el fin de redefinir la mirada contemporánea y cuestionar las formas tradicionales de representación del cuerpo femenino.
Cuando aún se mantiene fresca en la memoria la magnífica exposición que, hace dos años, dedicó la fundación a la obra del influyente crítico, editor y fotógrafo británico John Coplans —quien hizo de su propio desnudo el único motivo de su obra— , es ahora una mujer la que escruta la anatomía masculina. Tal y como hacía el influyente editor de Artforum, Drake muestra cuerpos flácidos y arrugados que subvierten las convenciones estéticas. Y si bien ambas miradas pueden ser tan provocadoras y esperpénticas como divertidas, la de la fotógrafa resulta tan empática hacia sus sujetos como rabiosa. Es precisamente en esa tensión dialéctica donde encuentra su fuerza la obra de esta americana mientras se enfrenta a su propia cultura (a un país donde un hombre acusado de agresión sexual se convertía en juez del Supremo a medida que el #Metoo ganaba fuerza). Y lo hace combinando el acercamiento documental con la ficción. Una fórmula que se está convirtiendo en el sello distintivo de varios de los miembros de Magnum, agencia a la cual pertenece la fotógrafa.
“El proyecto se centra tanto en el cuerpo masculino como en la forma de despojarse de la masculinidad”, señala la fotógrafa durante una conversación telefónica. Si bien en su anterior y aclamado proyecto, Knit Club, la artista dirigía su mirada a un grupo de mujeres de Misisipí, y prácticamente prescindía del recurso más previsible, mostrar sus cuerpos de forma directa, para llevar a cabo Men Untitled comenzó por regresar al mismo lugar, con el propósito de retratar a aquellos hombres que habían participado en Knit Club sin ser visibles. Fue, un año después, a su regreso a California, cuando la autora comenzó a plantearse la conveniencia de desnudar a sus sujetos y aislarlos de cualquier entorno geográfico y cualquier elemento que pudiera otorgarlos poder. “Me interesaba reflejar su fragilidad y su vulnerabilidad”, explica la artista. “A través del desnudo era capaz de encontrar un equilibrio con el sujeto. Una balanza que me ayudaba a aliviar mi propia ira al tiempo que me servía para entablar una amistad y hacer crecer mi empatía hacía los protagonistas”. De igual forma, el humor y la jocosidad que acompañan algunas imágenes, como la de un hombre que posa como una sirena cubierto de barro, contribuyeron a disolver la tensión.
Para algunos de los retratos, la autora se inspiró en las secuencias de movimiento realizadas por Eadweard Muybridge, donde quedan claramente definidas las diferencias de género de la época, así como en las fotografías de prostitutas tomadas por E. J Bellocq a principios del siglo XX en Nueva Orleans. “Una serie de imágenes que me atraía tanto por su fuerza como me disgustaba”, advierte la fotógrafa. “Intenté imitar los poses y la iluminación. No existe una historia que trace la representación femenina de los cuerpos masculinos, de ahí que mi propósito no ha sido solo revertir los roles sino también expandir ese contenido y lenguaje”.
Un hombre posa vestido y colgado boca abajo de un gancho. Se trata de la imagen que ocupa un desplegable central en el fotolibro, publicado por TBW, que con el mismo título complementa la muestra. Se trata de un guiño a las páginas centrales de las revistas masculinas, como Playboy o Penthouse. Durante años, era habitual verlas colgadas, como póster, en lugares como los talleres de reparación de automóviles, como es el caso del garaje de motos de Wallace, el protagonista de la foto. “Wallace me contó que, en una ocasión, hizo posar así a su novia, y a mí me invitó a posar a mi también, vestida. Lo hice a cambio de obtener esta imagen”, confiesa la fotógrafa.
“Explicaba a mis modelos que mi intención era expresar mi opinión y ofrecer una respuesta a las estructuras patriarcales y misóginas de la sociedad, de manera que entendieran por qué no pretendía que aparecieran espléndidos en los retratos”, cuenta Drake. “Algunos de ellos no se reconocían, pero mi propósito no era complacerlos sino expresar y visualizar mis ideas y conflictos. Retrataba solo a hombres mayores porque me interesaba la fragilidad de su cuerpo. Observarlos desde arriba o reclinados, como habitualmente se hace con las mujeres. Con frecuencia los modelos no devuelven la mirada al fotógrafo, una fórmula muy utilizada para construir la imagen de la mujer, donde el espectador puede penetrar la fotografía, y sin embrago, el sujeto no puede recobrar su poder de respuesta”.
La exposición se complementa con una sección en la que las paredes aparecen cubiertas por las reproducciones de las páginas, en blanco y negro, de un manual de belleza y seducción publicado en Estados Unidos en los años cincuenta. Entre ellas se encuentran textos escritos por la propia fotógrafa, así como una serie de autorretratos, en los cuales distorsiona y camufla su rostro de manera que no resulte fácil identificar su género. “Quería incluirme en el proyecto como una referencia a la reflexión interna”, advierte la autora. “La idea era crear un espacio desde donde se puede observar a los hombres, en las paredes exteriores, mientras el interior ofrece la posibilidad de reflexionar sobre una misma y establecer un diálogo y un nuevo tipo de relación”.
La obra de Drake está cargada de un fuerte componente enigmático que alcanza su apogeo en poderosas imágenes de componente surrealista, como la de un tapiz que cuelga de un árbol en la oscuridad de la noche, un piano ardiendo en la noche, o un extraño artefacto que podría ser el cuenco de un alquimista, donde la fotógrafa prepara una transmutación introduciendo la cabeza de un hombre. Fotografías que rompen cualquier expectativa del espectador, en este caso sobre la masculinidad. “Me interesa más cambiar la realidad y la forma en la que observamos las cosas, con el fin de empujarla hacia nuevas direcciones, que mostrarla tal y como es”, asegura la artista.
Escondido en la parte trasera del libro se encuentra un texto muy personal escrito por la fotógrafa. Difiere del utilizado para presentar la exposición. En él reflexiona sobre su propia historia como mujer. Sobre la rabia que fue capaz de sacar, y digerir, mientras llevaba a cabo este proyecto. Una ira que hasta entonces no se había permitido exteriorizar. “Es la labor del espectador o del lector decidir qué tipo de hombre estoy fotografiando”, destaca Drake. “No he querido definirlo sino que sea otro quien lo descubra”. Es consciente de que las imágenes funcionan mejor cuando logran establecer una dialéctica entre conceptos encontrados; cuando trasmiten sensaciones múltiples y dispares y consiguen sugerir tanto como afirmar.
‘Men Untitled. Carolyn Drake’. Fondation Henri Cartier-Bresson. París. Hasta el 14 de enero.
‘Men Untitled. Carolyn Drake’. TBW Books. 118 páginas. 74,95 euros.
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