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Cervantes, un ‘quijote’ contra la comedia nueva

La puesta en escena de Ernesto Arias y el desempeño de los intérpretes del Colectivo Állatok contradicen los juicios apriorísticos negativos vertidos históricamente contra ‘La casa de los celos’, que se representa en Los Veranos de la Villa y en los festivales de Peñíscola, Almagro y Olmedo

La casa de los celos
Una escena de la obra 'La casa de los celos'.Dolores Iglesias (Archivo Fundación Juan March)
Javier Vallejo

La crítica académica le ha venido dando para el pelo a La casa de los celos. Se trataría de una comedia desaliñada, disparatada, que amalgama burdamente las tradiciones más heterogéneas, en opinión de Florencio Sevilla y Antonio Rey Hazas, autores de una edición anotada del teatro completo de Cervantes. Hispanistas de todas las épocas despacharon esta pieza con precipitado desdén, pues jamás se ha representado profesionalmente, según parece. Ernesto Arias, director que hace dos años redescubrió El animal de Hungría (comedia fulgurante donde Lope aborda el conflictivo despertar sexual de una adolescente), se ha atrevido en esta ocasión a rescatar la pieza cervantina, que se presenta del 12 al 16 de julio en Los Veranos de la Villa, tras su estreno en el Festival Clásicos en Alcalá.

Como el Quijote, La casa de los celos es una parodia de los libros de caballerías, en particular del Orlando innamorato, de Matteo Maria Boiardo, romance protagonizado por Roldán, paladín francés cuyas aventuras Ludovico Ariosto prosiguió en su Orlando furioso. En una lectura superficial, la pieza puede parecer épica, dispersa y repleta de afluentes que no desembocan en río alguno. Una lectura atenta, como la efectuada por Arias y Brenda Escobedo (autora de la versión), nos descubre una comedia llena de alicientes, cuyas claves eran meridianas para el lector aurisecular, que debía estar tan familiarizado con las proezas de los doce Pares de Francia como el público actual lo está con las de Spiderman. El propio Cervantes, durante su escrutinio de la biblioteca de Don Quijote, alude a Luis Barahona de Soto, autor de la Primera parte de la Angélica, extenso poema inspirado en un episodio del Orlando furioso. Y Lope, entre su producción temprana, tiene cinco obras que giran en torno a la bella Angélica, Roldán y Reinaldos.

Arias y los ocho intérpretes del colectivo Állatok enfatizan el sombreado paródico que Cervantes le imprime a las correrías de los dos caballeros franceses, acompañados por el mago Malgesí y, después, por Bernardo del Carpio, héroe español legendario al que el romancero atribuye la derrota de Carlomagno, otro de los coprotagonistas de esta pieza coral, impresionista, entreverada de episodios mil. Por entremedias, se cuelan las burlas que hacen dos jóvenes, prendados de la moza Clori, a costa del pastor que ella prefiere. Esta bifurcación temática, con su duplicación de las disputas amorosas entre paladines y rústicos, tildada de inconexa, discontinua e incongruente, sin embargo le imprime a la pieza una acción constante, sin declive. También Lope duplicó la trama amorosa de sus comedias: en estas, en paralelo al cortejo de galanes y damas corrían los devaneos de sus criados.

La trama pastoril de La casa de los celos está en línea con las comedias de Juan del Encina, pero el uso de la tramoya indicado por Cervantes en sus acotaciones preludia el que requerirán un siglo después los autores de las comedias de magia. Como el teatro de la Fundación Juan March, coproductora del espectáculo, no dispone de maquinaria alguna, Arias ha resuelto las escenas de prodigios tirando de ironía, pero echando mano también de trucos de ilusionismo.

Por lo general, la puesta en escena de la comedia desdice los juicios apriorísticos de la mayoría de sus exégetas, poco conocedores de lo que puede un actor inspirado. Inspirados están sin duda Carmen Bécares (una Marfisa imponente), Gonzalo Lasso y Samuel Viyuela (intérpretes arrojados de los dos paladines, pero también de los zagales malévolos), Inés González (toda ella chispa) y Carlos Pinedo (es difícil decidir si oficia mejor de rey o de pastor burlado). En su papel de regidora, Lidia Otón es un puente entre presente y pasado, entre realidad y teatralidad, y una intérprete grácil de varias figuras alegóricas. Óscar Fervaz, Jesús Teyssiere y Carmen Quismondo completan el eficaz reparto.

La alternancia entre lo señorial y lo pastoril era moneda corriente en el teatro japonés (con sus entremeses kyogen) desde el siglo XIV. ¿Está planteando aquí Cervantes una vía alternativa a la comedia nueva que Lope tenía en ciernes o pudiera estar trazando una parodia de las cinco obras tempranas lopeveguescas sobre Roldán, Angélica y compañía? Esta posibilidad última, expuesta por la catedrática Marcella Trambaioli, es la mar de sugestiva.

‘La casa de los celos’. Texto: Cervantes. Dirección: Ernesto Arias. Madrid. Fundación Juan March, del 12 al 16 de julio. Luego en Peñíscola, Almagro y Olmedo.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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