LIBROS | CRÍTICA DE 'NÉSTOR SÁNCHEZ. LA CONDUCTA ILUMINADA'

Néstor Sánchez, maldito y argentino

Un ensayo recorre la vida y la obra del autor de ‘Nosotros dos’, presto siempre a la discusión implacable y que rebasó todas las líneas rojas de la convivencia

28 ene 2023 - 05:30CET

El escritor Néstor Sánchez, en la portada del libro de Jorge Antolín. La ilustración está basada en una foto tomada a Sánchez a finales de 1960, en Buenos Aires.@kaziferoz44

El novelista Néstor Sánchez (1935-2003) puede que constituya el paradigma del escritor maldito argentino. Fue bailarín de tangos, un amante del jazz y poeta. Pero enseguida se posicionó en contra de la literatura llamada comprometida durante los cincuenta y sesenta del siglo pasado. Una auténtica herejía. Sánchez tenía el antídoto contra esa literatura que podía transmitirse por teléfono, según él mismo argumentó. El antídoto se llamaba “escritura poemática”. Con este renovador criterio, escribió en 1966 su primera novela, Nosotros dos (título inspirado en un poema de Henri Michaux, Nosotros dos aún). Esa novela la llevó al editor Paco Porrúa y este se la envió a Julio Cortázar. El autor de Rayuela inmediatamente la recomendó. Luego vendrían tres novelas más: Siberia blues, El amhor, los orsinis y la muerte y, ya instalado en Barcelona (1972-1973), Cómico de la lengua, a la que Cortázar pone severos peros (por lo que llama “ininteligibilidad”). Pero en medio de esos libros, hay una intrahistoria alrededor de Néstor Sánchez, generalmente atormentada, rayando los estados psicóticos: la muerte de una hija de apenas un año, una huida de Barcelona hacia Roma y luego París, para terminar, antes de regresar definitivamente a Argentina en los noventa, en las calles de Nueva York, viviendo casi como un clochard. Muere en Buenos Aires, en la casa donde nació, en 2003 de un infarto.

De todo ello nos informa la excelente biografía La conducta iluminada, del psicólogo mexicano Jorge Antolín, doctor en Filosofía por la Universidad Complutense y residente en Madrid. Sánchez no fue una persona fácil de tratar, muy convencido en sus ideas estéticas, presto siempre a la discusión implacable, incluso hasta llegar a las manos. Bebedor empedernido, apostador en las carreras de caballos, entregado a las teorías del místico armenio George Gurdjieff, atravesó casi todas las líneas rojas de la convivencia. Su relación con Julio Cortázar terminó de mala manera. Pero además, Antolín nos ofrece un panorama magníficamente articulado de las ideas estéticas de Sánchez confrontadas con sus contemporáneos, aunque algunas terminaran a puñetazos.