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El grato despertar de ‘La vida es sueño’

El director Declan Donnellan convierte la pieza de Calderón en un ajetreado vodevil de puertas sin quitarle un ápice de su grosor trágico, en una coproducción hispanobritánica de la CNTC donde sobresalen el empuje y la elocuencia del Segismundo de Alfredo Noval

‘La vida es sueño’
Los actores Rebeca Matellán y Alfredo Noval en una escena de la obra 'La vida es sueño'.JAVIER NAVAL
Javier Vallejo

¿La vida es sueño puede escenificarse como un vodevil de puertas, con su ajetreo de entradas y salidas sorpresivas? Declan Donnellan ha optado por representarla así en un montaje cuya alegría y filigrana producen un contraste sugestivo con el grosor de la tragedia que gravita sobre Segismundo, su protagonista, y sobre el pueblo llano, representado por el gracioso Clarín. El director británico habla del presente mediante un clásico en el que sobrevuelan tres preguntas eternas: ¿Quién soy, dónde me hallo y qué debo hacer?

En un preludio chispeante, el atribulado rey Basilio de Ernesto Arias simboliza un poder diestro en la ocultación de acciones inconfesables, que el Clarín polvorilla de Goizalde Núñez pretendía desvelar en el momento en el que Rosaura (Rebeca Matellán) es arrojada al umbral de la caverna platónica donde Segismundo pena. Ante el aliento que la bella joven le presta, el príncipe cautivo se siente renacer: es la primera vez que ve una mujer desde que lo parió su madre. Por ello, Alfredo Noval, su intérprete, inicia el monólogo más célebre del Siglo de Oro balbuciendo, como un niño que empieza a aprender el habla. Luego, silabea cada palabra pronunciada, para acabar hilvanando un discurso con el que se hace acreedor de su condición humana. Su tartamudeo inicial simboliza también el miedo de cualquier actor a enfrentarse a este soliloquio imponente, sobre el que Noval cabalga con la destreza de un cosaco del Don.

La pieza calderoniana, coproducida por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que se representa en Valencia (19 y 20 de noviembre), Avilés, Madrid, Londres y Albi (Francia), concluye con una guerra civil en el Este europeo, desencadenada por el miedo que llevó a Basilio a mantener encerrado a su hijo. Durante el curso de las hostilidades, detrás de la hilera de puertas dispuesta por el escenógrafo Nick Ormerod, estallan los misiles con idéntica virulencia que en Yemen, Siria, Libia, Ucrania y Palestina. El tratamiento paródico que Donnellan le ha impreso a la brillante escena del retrato femenino oscurece su sentido: es un desacierto que no empaña su certera relectura global de la obra ni el éxito cosechado hace unos días en el Teatro Calderón de Valladolid, donde los actores hubieron de salir a saludar seis veces. De entre la labor colectiva, sobresalen la elocuencia, el empuje y la contención con los que Alfredo Noval construye la figura y el relato de Segismundo.

‘La vida es sueño’. Texto: Calderón. Dirección: Declan Donnellan. Valencia. Teatro Principal, 19 y 20 de noviembre. Avilés, 2 de diciembre. Madrid, del 15 de diciembre al 26 de febrero.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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