‘Cerbantes Park’, algunas mentiras sociológicas e ideológicas

El libro de Carlos Robles Lucena es una lectura irónica, casi “cerbantina”, de la desmoralizante realidad cultural y social de nuestro tiempo

'El Quijote y Sancho', fotografía de Jordi Bernadó recogida en su libro 'Welcome TO ESPAIÑ'.Jordi Bernadó

05 nov 2022 - 05:30CET

Cerbantes Park es la primera novela del escritor barcelonés Carlos Robles Lucena (1977), aunque antes publicó relatos cortos. En este libro convergen varias posibilidades de lectura, nada extraño teniendo en cuenta que la lectura, es decir, más el hecho de leer que el de escribir, es uno de los soportes en que se sostiene su argumento. Tengo la impresión de que Carlos Robles Lucena ha logrado hacer algo que no siempre sale bien: que todos los elementos con los que juega su novela cuadren, independientemente de la interpretación (o lectura) que hagamos de ellos. Aquí lectura e interpretación tienen un sentido ambiguo, puedes leer e interpretar mal o bien. O sea, tienes que leer bien. También pasa en la vida, se nos sugiere en la novela, no basta con vivir, tienes que hacerlo bien. Aquí pasan las dos cosas, se lee y se vive, aunque no siempre todo lo bien que nos convendría. Vayamos al grano.

El narrador de Cerbantes Park (Cerbantes, como firmaba Miguel de Cervantes sus documentos y escritos) es un letraherido. Ambiciona escribir una novela definitiva, hasta que se le cruza en el camino el Comisario, un hombre de dos metros de altura que comisaría exposiciones y que se ha propuesto conocer a fondo el mundo de los parques temáticos. Por ello, un día se traslada, con una beca, a Viena. En la capital austriaca conoce a Almudena, una joven de familia acomodada (el Comisario fue un chico de barrio de Barcelona) y adinerada. Se enamoran, se casan. El Comisario, que es amigo del narrador de la novela, Jacobo Expósito, el letraherido, atiende una sugerencia suya: darle un contenido literario al parque temático que ya tiene previsto tirar adelante.

La novela transcurre en dos tiempos narrativos: los momentos en que el Comisario se encomienda a sus suegros (llamados aquí los Duques, en clara alusión a los duques cervantinos, aunque más hipócritas) y a otros inversores para hacer del parque literario una fuente de enriquecimiento personal. El otro tiempo es el presente, el del parque ya desmantelado por no cumplir las expectativas crematísticas puestas en él.

La de Carlos Robles Lucena no es una novela metaliteraria aunque haya muchas alusiones literarias en ella, sobre todo unas muy interesantes lecturas del Quijote. Pero sí es un libro muy logrado sobre algunas mentiras sociológicas y ya no digamos ideológicas. Y sobre todo, una lectura irónica, casi “cerbantina”, de la desmoralizante realidad cultural y social de nuestro tiempo.