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Lo importante es participar (también en el arte)

La brasileña Cinthia Marcelle se opone al carácter aséptico del museo y al estatus estelar del artista. Su primera retrospectiva, que se expone en el Macba de Barcelona, es un llamamiento sin concesiones a la colaboración

La artista brasileña Cinthia Marcelle, en el interior de su exposición en el Macba, en Barcelona, a mediados de julio.
La artista brasileña Cinthia Marcelle, en el interior de su exposición en el Macba, en Barcelona, a mediados de julio.Albert Garcia
Álex Vicente

En la entrada de la exposición de Cinthia Marcelle (Belo Horizonte, Brasil, 1974), el visitante puede elegir su propia aventura. Si gira a la derecha, se encontrará con una sala llena de materiales perfectamente apilados: ladrillos, rocas, láminas de madera, papeles, cinta adhesiva y plumas de ave. Si gira a la izquierda, se topará con una obra titulada A família em desorden (2018), realizada por media docena de individuos —personal del museo, vecinos del Raval, estudiantes de arte— a los que Marcelle encerró en el Macba durante cinco días. Les endosó los objetos impultos de la primera sala y les instó a usarlos a su antojo para crear una instalación artística. Solo les dio algunas directrices: el resultado no podía ser figurativo, ni contener palabras, ni incluir objetos procedentes del exterior.

Esa obra enmarañada es el mejor ejemplo para entender qué pretende hacer Marcelle con el arte: aportar un toque de caos al aséptico espacio del museo, como si quisiera convertir el inmutable cubo blanco en un jardín a la inglesa en el que la naturaleza reclama sus derechos. La artista protagoniza su primera retrospectiva en Barcelona después de hacerse un nombre con instalaciones de gran formato que la han llevado a exponer en el PS1 de Nueva York o en la Bienal de Venecia de 2017, de la que se marchó con premio. Escondida detrás de sus gafas de sol al comienzo de la muestra, Marcelle relata que ya ha llevado a cabo esa obra participativa en cuatro ocasiones. “En cada país, los participantes utilizaron los materiales de una manera distinta. En Brasil, convirtieron la sala del museo en un cuarto de estar y se quedaron a dormir allí. En Cambridge, la desordenaron tímidamente”, precisa. En Barcelona, le sorprendió la locura abarrocada que desprende el resultado, que pude recordar a los delirios estéticos de los edificios modernistas en la cuadrícula racionalista del Eixample, mezcla perfecta de seny y de rauxa.

Los materiales para la instalación 'Una família en desordem' (2018-2022), antes de que los participantes anónimos (personal del museo, estudiantes de arte y vecinos del barrio) los utilizaran.
Los materiales para la instalación 'Una família en desordem' (2018-2022), antes de que los participantes anónimos (personal del museo, estudiantes de arte y vecinos del barrio) los utilizaran.

Para Marcelle, el arte no está por encima de nada, ni el artista por encima de nadie. Cree en la creación artística como actividad colectiva. La autoría siempre es compartida, incluso cuando no se la reconoce como tal, una idea en auge en los últimos años que ha cobrado protagonismo en la última Documenta de Kassel. La interactividad que propugnaron algunas de sus más ilustres compatriotas, como Lygia Clark con sus “objetos relacionales”, se ha visto travestida en un mundo del arte donde las obras ya son “demasiado costosas para ser tocadas”, como apunta la comisaria de la muestra, Isobel Whitelegg. Hace tiempo que los centros de arte promueven la emergencia de un visitante autónomo y activo. Marcelle lleva esa idea a la práctica sin concesiones. “Mi arte no existiría sin la intervención de las personas. Mi objetivo es cambiar los espacios donde acontece el arte o, si eso no es posible, trasladarlo fuera de las paredes del museo, a los lugares donde se encuentren quienes no quieren entrar en él”, dice Marcelle, que empezó a trabajar en 1998 con amigos, familiares y obreros con los que se encontraba por la calle.

Su trabajo en vídeo es igual de estimulante. Está compuesto por una larga serie de críticas, no siempre constructivas, a las derivas del capitalismo y a sus efectos en nuestras vidas, no siempre saludables. En uno de ellos, dos personajes intentan alcanzar codiciados símbolos de la sociedad de consumo, como muebles y electrodomésticos, que desaparecen del encuadre —una cantera que evoca el extractivismo colonial— sin que tengan tiempo de atraparlos, junto a varias columnas de monedas reconfiguradas de maneras ligeramente distintas, que recuerdan al carácter circular de los ciclos económicos. O, siendo un poco más prosaicos, a esos juegos de trilero en los que uno siempre pierde. En otros dos vídeos, tal vez lastrados por un exceso de literalidad, observamos al conductor de una excavadora dibujando cenefas en el campo y a un camión de bomberos trazando un círculo perfecto mientras abastece una fuente artificial con sus mangueras. Marcelle dinamita el imperativo de la productividad y convierte el trabajo en una experiencia poética, en lo que ella define como “un reordenamiento emancipador”.

La instalación 'Una família en desordem' (2018-2022), en una de las salas del Macba, después de la intervención de los seis voluntarios que la llevaron a cabo con los materiales de la primera foto.
La instalación 'Una família en desordem' (2018-2022), en una de las salas del Macba, después de la intervención de los seis voluntarios que la llevaron a cabo con los materiales de la primera foto.

Al final del recorrido, la instalación No Ar/On Air (2019) plantea una puesta en escena colectiva y en formato audio de dos obras teatrales: Sortilégio (1951), de Abdias do Nascimiento, fundador del teatro experimental negro en Brasil, y Une tempête (1969), reinterpretación crítica del clásico de Shakespeare a cargo de Aimé Césaire, donde Próspero era un negrero que explotaba a esclavos. Solo que, en lugar de escuchar los diálogos, Marcelle prefiere que los visitantes los sustituyan por una canción que estos les evoquen, a través de una plataforma en línea accesible en el museo pero también desde casa (aarea.co). Los temas escogidos se entrecortan y se superponen, creando un diálogo para besugos que subraya la naturaleza cacofónica de la comunicación en las redes: todo el mundo está invitado a participar, aunque eso no siempre equivalga a una interacción inteligente (y ni siquiera inteligible).

En la última serie, Marcelle aparece camuflada entre una masa de anónimos, disimulada en paisajes urbanos como un camaleón. Solo en una de sus obras descubre su rostro, escondida al fondo de un autobús, adquiriendo la misma visibilidad que cualquier hijo de vecino. Ni más ni menos, en su justa medida. Lo confirmará ella misma antes de despedirse: por mucho que se esfuerce, el artista de verdad nunca tendrá los rasgos de una estrella, sino los de “una persona cualquiera”.

‘Cinthia Marcelle. Una conjunción de factores’. MACBA. Barcelona. Hasta el 8 de enero de 2023.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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