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Cine

William Wyler, de ‘Ben-Hur’ a ‘Malcolm & Marie’

El estreno de la película de Netflix, donde se alaba al director de ‘Los mejores años de nuestra vida’, recupera para las nuevas generaciones a un cineasta criado en los grandes estudios y acusado de resultar demasiado impersonal

Dean Martin, Audrey Hepburn, William Wyler, Frank Sinatra y Shirley MacLaine en 1961. En vídeo, tráiler de 'Malcolm & Marie'.Vídeo: EVERETT COLLECTION / NETFLIX
Gregorio Belinchón

“Dice que soy el nuevo Spike Lee, el nuevo Barry Jenkins, el nuevo John Singleton. Y le he respondido: ‘¿Y el nuevo William Wyler?”. Malcolm, el director protagonista de Malcolm & Marie (recién llegada a Netflix), viene del estreno de su nueva película. Ha triunfado, ha arrasado, ha dejado a todo el mundo con la boca abierta. Pero se queja de los críticos, y les ataca por el color de la piel: él no quiere ser el nuevo talento fílmico negro, quiere ser el nuevo talento. Punto. Y de ahí sale su referencia al director de Los mejores años de nuestra vida, Cumbres borrascosas, La loba, Vacaciones en Roma, Horizontes de grandeza, Ben-Hur o La señora Miniver, uno de los creadores más eclécticos del Hollywood dorado, de la dictadura de los grandes estudios. Y una referencia extraña, por cuanto las actuales generaciones han olvidado su nombre, sepultado por la generación del Nuevo Hollywood, que no le tuvo en consideración. Así que mucha gente se preguntará al ver Malcolm & Marie: ¿quién es William Wyler?

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En su momento, Wyler fue uno de los grandes del cine, un director que levantaba ampulosas películas antes de la Segunda Guerra Mundial. En su mejor momento, los críticos le colocaban a la misma altura que John Ford. Pero Wyler era, según Orson Welles, que no le tenía especial cariño, “un director de productores y un brillante productor”, y para Bertrand Tavernier, “Wyler, al igual que George Cukor, aunque este fuera mejor tratado, fue una rueda más del sistema”. Fue 12 veces candidato al Oscar a mejor dirección y lo ganó en tres ocasiones. Nacido en Mulhouse (Francia) en 1902, de familia judía, emigró a Estados Unidos para prosperar porque su madre era prima de Carl Laemmle, el fundador de Universal Pictures, quien le ofreció cuando cumplió los 18 años un puesto en las oficinas del estudio en Nueva York. Así fue ascendiendo, y en 1925, tras participar en el rodaje de la carrera de cuadrigas del Ben-Hur, de Fred Niblo, ya dirigió su primera película —de dos rollos, es decir, unos 20 minutos―, el wéstern The Crook Buster. Desarrolló junto al director de fotografía Gregg Toland la profundidad de campo, antes de que Toland la usara con tanto éxito en Ciudadano Kane. Wyler creía en una dirección de actores casi teatral: todos debían estar en escena y que el espectador decidiera su punto de vista.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, Wyler consiguió la fama de cineasta ortodoxo. En el documental La guerra en Hollywood, Steven Spielberg, que se centra en su carrera, le define así: “Antes de la Segunda Guerra Mundial, sus películas eran como leer un buen libro, pero no contaban problemas relevantes del mundo”. Se refiere así, en una frase muy acertada, a Desengaño, Cumbres borrascosas, Jezabel, La carta o La loba, estas tres últimas con Bette Davis. “Con La señora Miniver”, asegura Spielberg, “encontró por fin su primera causa, algo que llevaba tiempo queriendo hacer, y realizó una gran historia de solidaridad y fuerza”. Efectivamente, La señora Miniver, un drama sobre una familia británica al inicio de la Segunda Guerra Mundial, fue una película adelantada a su tiempo: se empezó a rodar un mes antes de que Estados Unidos entrara en combate. Pero a Hollywood le costó estrenarla. “Fue su contacto con la guerra y quería que tuviera influencia en EE UU”, incide Spielberg. El mismo Wyler, años después, diría: “Si puedes, haz una película que tenga algo que decir. Claro que el entretenimiento es el principal objetivo, pero si la película aporta algo al contexto social actual, entonces se convierte en una fuente de gran satisfacción”.

La Segunda Guerra Mundial cambió la vida y la carrera de Wyler. Reclutado por Frank Capra para el selecto grupo de cineastas El estreno de La señora Miniver le pilló justo en Londres (y tenía miedo a la reacción de público británico), donde fue un éxito: Churchill contaba que la película hizo más por el “esfuerzo bélico que una flotilla de destructores”. También está en Londres, embarcado en el proyecto de películas Por qué luchamos, cuando gana su primer Oscar a mejor dirección.

Zendaya y John David Washington, en 'Malcolm & Marie'
Zendaya y John David Washington, en 'Malcolm & Marie'

Wyler devino en cineasta con toque humano. Su primera película iba a ser reflejo del día a día de los soldados afroamericanos. Tras las indicaciones racistas recibidas por el Departamento de Estado, le dijo a Capra que lo dejaba. Se centró entonces en las misiones sobre Alemania de los bombarderos B-17, las llamadas fortalezas volantes, para terror de los altos mandos militares: Wyler era judío y si caía en manos nazis su destino no sería un campo de prisioneros, sino uno de exterminio. Spielberg explica que en esa película, Memphis Belle (como el nombre del avión en el que voló Wyler), el cineasta se volcó en los detalles y crea un sentimiento muy especial: “Se oye, por ejemplo, cómo desde su avión van contando los soldados que saltan en paracaídas de oro bombardero que cae derribado, y se ve cómo solo saltan dos de los diez integrantes de la tripulación”. Uno de sus cámaras muere en una de las misiones. El documental Memphis Belle se estrenó en 1944, y fue la primera vez que The New York Times reseñó una película en su portada.

El cineasta filmó la liberación de Roma, y aprovechó, al retroceder los alemanes, para acercarse a su pueblo natal en un vehículo conducido por el hermano pequeño de Hemingway. No quedaba nadie de su familia ni de sus amigos o vecinos por culpa del Holocausto; solo estaba en pie la tienda de su padre. Su siguiente esfuerzo documental, Thunderbolt, volvió a subirle a un avión: en los nuevos B-25. Pero no hizo caso a los consejos, y voló sin protección en los oídos. En su primera misión, se quedó sordo, “siendo un director muy centrado en las palabras”, subraya Spielberg. Wyler se hizo famoso por repetir toma tras toma e insultar y gritar a sus actores: consideraba que según hacían más repeticiones, se enfadaban y abandonaban sus ideas preconcebidas. Por la sordera, el Ejército le devolvió a EE UU.

Wyler logró recuperar en un oído un 20% de la audición y un audífono mejoró su calidad de vida. Como su última película del contrato que le ataba a Samuel Goldwyn, encara su mejor trabajo: Los mejores años de nuestra vida, la vuelta a casa de tres veteranos, y su difícil encaje en la vieja realidad. “Hizo que la gente entendiera mejor a los soldados que volvían a casa”, explica Spielberg. Wyler imprimió verdad al drama: el vestuario de Mirna Loy y Teresa Wright se lo compraron ellas mismas en una tienda; no dejó que Harold Russell, el soldado sin manos que las ha sustituido por garfios, recibiera clases de interpretación; no movió la cámara hasta la secuencia del cementerio de B-17. Los mejores años de nuestra vida se convirtió en un clásico instantáneo, y ganó siete Oscar y otro más honorífico para Russell. “Es una obra maestra del realismo social americano, y él empezó una etapa en que sus películas fueron más cinematográficas, más pictóricas”, cuenta Spielberg.

En 1945 había fundado junto a Frank Capra y George Stevens la productora Liberty Films, que quebró por el fracaso de ‘¡Qué bello es vivir!’. Fue adquirida por la Paramount en 1947 y Wyler pasó a depender de ese estudio. Allí realizaría La heredera, Carrie o Brigada 21. Harto del ambiente surgido por la caza de brujas (en una reunión del sindicato de directores se enfrenta a gritos con el ultraderechista Cecil B. De Mille), aprovechó la preproducción de Vacaciones en Roma (1953) para vivir dos años en la capital italiana.

Su contrato con Paramount lo cerró con Horas desesperadas, uno de los últimos filmes de Humphrey Bogart. Aún trabajó 15 años más y dirigió ocho largometrajes como La gran prueba (1956), Horizontes de grandeza (1958) o la monumental Ben-Hur (1959), cuyos mejores momentos él no dirigió. Pero quiso realizar una versión de su filme de 1936 Esos tres, una historia sobre rumores destructivos, con La calumnia, sin acercarse al original.

Wyler solo logró una vez más estar a la altura de su mejor cine: fue con El coleccionista (1965). Posteriormente llegarían Cómo robar un millón y..., Funny girl o No se compra el silencio, filmes planos: el último, centrado en diferencias raciales, chocó con el estilo opuesto que anunciaba el Nuevo Hollywood. Tras finalizar este rodaje en 1970, Wyler entró en un rápido declive físico, acuciado emocionalmente con la muerte de su hermano mayor Robert, su mano derecha en el cine, en enero de 1971. Dejó el cine y se dedicó a viajar por todo Estados Unidos hasta su fallecimiento en julio de 1981. Malcolm alaba en el filme de Netflix el eclecticismo de Wyler. Él mismo ahondó en ello: “Siempre me han extrañado las acusaciones de impersonal de parte de críticos autoristas. Esa falta de personalidad fue siempre deliberada, y eso me permitió ser ecléctico”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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