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Moxie Marlinspike: “La gente quiere comunicarse con un amigo, no con un puñado de anunciantes”

El fundador de Signal, la aplicación de mensajería cifrada que desafía a WhatsApp, cree que la forma en que actualmente funciona internet es una locura y apuesta por un modelo similar al de Wikipedia

Jordi Pérez Colomé
Moxie Marlinspike, fundador de la aplicación de mensajería, en una imagen reciente.
Moxie Marlinspike, fundador de la aplicación de mensajería, en una imagen reciente.Signal

Si alguien buscara una figura que encarna esta nueva década de reacción contra la tecnología depredadora de nuestros datos, Moxie Marlinspike sería su modelo. Su nombre ya es un seudónimo: Moxie era un mote cariñoso con el que le llamaban sus padres y marlinspike es un tipo de punzón para tejer velas. Su obsesión con la privacidad hace que evite responder preguntas concretas de los periodistas sobre su nombre real, edad y orígenes. Marlinspike lleva una década dedicado a facilitar la encriptación en la comunicación móvil: Signal, la aplicación que fundó, está diseñada para popularizar mensajes y llamadas cifradas sin que sean un reto técnico. Tras el fiasco del cambio de la política de privacidad de WhatsApp en enero, cuando anunció que compartiría determinados datos con su matriz, Facebook, y luego dejó en suspenso la decisión, Signal duplicó el número de usuarios en el mundo, de 20 a 40 millones. En España las descargas pasaron aproximadamente de 200.000 a 400.000 en apenas tres semanas, según datos de la compañía de analítica de aplicaciones AppAnnie.

¿Por qué esta revuelta por la privacidad justo ahora? “Es muy complicado. La gente no lo había visto así. Pero una vez todo eso está en la conciencia colectiva, solo necesitan estos pequeños catalizadores”, dice Marlinspike a EL PAÍS en conversación telefónica a través de Signal desde California, donde vive. “Cuando la gente tiene que enfrentarse una vez más con un cambio en las políticas de privacidad y al final de todo dice ‘aceptar’, se da cuenta de que esta vez puede hacer algo más que clicar”, explica. Ese ‘algo más’ es probar Signal.

Signal empezó como un recurso para activistas, periodistas y hackers. El exanalista estadounidense Edward Snowden, autor de una de las mayores filtraciones de la historia, dice usar Signal cada día y ha descrito a Marlinspike, quien lo visitó en Moscú en 2015, como alguien “fenomenalmente interesante, casi una figura literaria”. “La gente piensa en Signal como este proyecto extraño, pero para mí es excepcionalmente normal; lo que es extraño es todo lo demás”, explica Marlinspike.

La explicación de Marlinspike es muy simple. “Signal funciona tal y como parece que funciona, sin más”, dice. Esa sencillez es la ventaja de la aplicación: “Abro una aplicación, escribo algo en la caja, le doy a enviar y lo que ocurre es que solo lo pueden ver los receptores del mensaje y tú”. ¿Por qué eso es algo tan maravilloso, según Marlinspike? “Porque cada vez más gente se da cuenta de que eso casi nunca es verdad, de que el modo en que la tecnología funciona no es como parece que funciona. La gente quiere comunicarse pero solo quiere compartirlo con su amigo, no con un puñado de anunciantes”, señala.

Esta distinción es la que ha hecho despegar a Signal y que más gente dude de las aplicaciones de grandes compañías. “La gente ya se ha dado cuenta de que Facebook no crea aplicaciones para ellos, sino para sus datos. Facebook está en esa extraña situación en la que la gente emplea sus productos cada día pero también los desprecia”, asegura.

¿Pero por qué este proceso empieza a explotar en 2021, años después de que estuviera claro que en internet nada es gratis? Marlinspike ve dos motivos: uno, sabemos mejor cómo funciona la red y “qué datos dejamos ahí fuera”. Y dos, “internet era algo trivial para la vida y hoy es donde ocurre la vida”. Antes decir tonterías era gratis. Ahora un mensaje de hace cinco años puede destruir vidas emocionales y laborales.

“Cuando trabajas mucho tiempo en tecnología, la desmitificas. Antes, cuando la gente veía el correo electrónico, parecía algo mágico: escribes algo y aparece en el ordenador de otra persona. Pero si trabajas en computación sabes que no hay nada mágico, que está en ese ordenador de ahí, en esa habitación, en un archivo que cualquiera puede abrir y leer”, explica Marlinspike. Signal es una organización sin ánimo de lucro. En conversaciones con especialistas en España, algunos temían que acabara como WhatsApp, comprado por una gran empresa. Pero el modo en el que está montada lo impide. Se financia con donativos. Aspiran a ser la Wikipedia de la mensajería.

El cifrado y la sencillez en el uso de Signal son su gran baza. Funciona como WhatsApp pero sin que Facebook esté detrás. Los mensajes de WhatsApp están cifrados precisamente con el protocolo de Signal, con lo que Facebook no los ve. Pero nuestro uso deja un reguero de datos que describen comportamientos: nuestros contactos, nuestros grupos, los nombres de esos grupos, nuestra actividad, nuestro dispositivo, cuánto estás en línea. Esos son datos que WhatsApp comparte con su matriz. Signal no recoge nada. En una célebre petición del Gobierno de EE UU a la compañía en 2016 sobre dos números de teléfono, Signal solo pudo aportar el número de una cuenta, cuándo se había creado y cuándo fue su última conexión a un servidor de Signal. Nada más.

“La privacidad no implica austeridad: cuando decían que esta había muerto era porque creían que era lo contrario de compartir”, dice Marlinspike. “Pero a la gente le gusta compartir fotos, mensajes con sus amigos. Privacidad no es protegerte de eso, sino decidir que si compartes algo con tus amigos esa es la gente con la que lo compartes, no con anunciantes, gobiernos, empresas, los empleados de esas empresas, cualquiera que piratee a esas empresas”, añade.

Una vida de novela

La figura de Marlinspike es igual de misteriosa que su pasado. Los varios perfiles que se han publicado de él dicen que nació en el centro del Estado de Georgia a principios de los ochenta. La escuela le atrajo poco y empezó a interesarse por el anarquismo y los ordenadores. Después de acabar el instituto se mudó a San Francisco, donde los primeros días durmió en un banco de un parque. Luego consiguió empleo de programador, pero le duró poco. Marlinspike no se veía trabajando cada día, toda su vida, delante de un teclado. Empezó a probar con el autoestop, luego se movía por EE UU en trenes de mercancías y vivió en casas okupadas.

Marlinspike es el prototipo del autodidacta: “Si quieres hacer algo, empieza a hacerlo”, suele decir. Así aprendió a navegar, por ejemplo. Y a volar en globo, aunque acabó con muletas. En 2010 alcanzó una notable popularidad en la comunidad de ciberseguridad por un agujero que encontró en casi todos los navegadores y por la herramienta que construyó para aprovecharlo. En 2012 Twitter les compró a él y a un amigo TextSecure y RedPhone, una versión inicial de lo que luego ha sido Signal. “Nunca había visto tanto dinero junto, pero en mi caso ese listón está bastante abajo”, dijo años después a Wired.

Marlinspike entró a trabajar en Twitter y unos meses después, su velero volcó en la bahía de San Francisco, estuvo a punto de morir de hipotermia: le salvó otro barco y cuando llegó al hospital los termómetros no registraban su temperatura. Eso le animó a dejar Twitter, y más de un millón de dólares en acciones, e irse a navegar de nuevo.

En 2014 fundó lo que hoy es Signal. Dos de los últimos viajes de Marlinspike fueron al mundial de fútbol de países sin estado en Abjazia, una región separatista de Georgia, y en bicicleta por Chernóbil. Esta entrevista es la primera vez que Marlinspike habla con un medio español desde la fundación de Signal. Pero en 2009, Chema Alonso, el célebre director de la Unidad Global de Consumo Digital de Telefónica del gorro a rayas, le entrevistó para su blog Un informático en el lado del mal. Le preguntó por España y Marlinspike dijo que todo lo que sabía del país era lo que había leído en Homenaje a Cataluña, de George Orwell.

El fundador de Signal, Moxie Marlinspike (izquierda), con el hoy director de la Unidad Global de Consumo Digital de Telefónica, Chema Alonso, en una imagen de 2009.
El fundador de Signal, Moxie Marlinspike (izquierda), con el hoy director de la Unidad Global de Consumo Digital de Telefónica, Chema Alonso, en una imagen de 2009.Personal

“La manera en que funciona internet hoy es una locura. Con Signal lo que estamos haciendo es construir un proyecto tan aburrido que no solo permita que la tecnología funcione como parece que funciona, sino también una organización que funcione distinto”, asegura.

Para los escépticos, la figura de Marlinspike, ajena a la esencia de lo que ha sido Silicon Valley hasta hoy, ayuda. “Queremos demostrar que se puede cambiar, que internet no ha funcionado siempre así”, dice. “Tenemos la ventaja de que solo debemos pensar en la gente que usa Signal cada día, no en inversores o anunciantes. Otras empresas tienen mil millones de personas en su aplicación, por tanto ponen su atención en que luego pueden vender a 100.000 anunciantes y usan ese dinero para pagar a inversores”, explica. Signal, dice, solo beneficia a quien lo usa.

¿Y los delitos?

El cifrado de la mensajería ha vivido bajo la polémica desde sus inicios. Las fuerzas de seguridad han temido que organizaciones criminales se coordinen tras él. La facilidad de uso de Signal es un problema añadido. Marlinspike cree que ese argumento no es suficiente para impedir que los ciudadanos utilicen el cifrado en su vida normal, lejos de los ojos de empresas, inversores y agentes de seguridad.

¿Qué pasará el día en que un cuerpo de policía salga a decir que tal atentado o red de pedófilos se coordinó en Signal? “Si el temor es que la gente use criptografía para cometer actos criminales, eso no tiene relación con Signal. Si Signal no existiera eso seguiría siendo un problema”, dice Marlinspike. “Signal no está inventando la criptografía. Hay montones de software gratis que usan criptografía. El problema es que son difíciles de usar. No me refiero a que tienes que ser listo para usarlso sino que tienes que hacer tres clics antes de mandar un correo electrónico. La gente que está metida en una actividad criminal de alto riesgo siempre estará dispuesta a clicar tres veces”, añade.

No está claro que sea así. Miles de delincuentes han pagado mucho dinero para utilizar sencillos servicios privados cifrados. Signal lo ofrece gratis. No ve nada, no sabe quién usa el servicio ni qué se dice. Si eso hace más difícil su trabajo a las fuerzas de seguridad, así debe ser, según Marlinspike. En un post en 2013 titulado Todos deberíamos tener algo que esconder, Marlinspike escribió: “Imaginad si hubiera una realidad alternativa distópica donde la policía fuera 100% efectiva, donde los criminales potenciales supieran que serían inmediatamente identificados, capturados y encarcelados”. En ese mundo, añade, el matrimonio gay o el consumo legal de marihuana no hubieran sido posibles. El problema de la propagación de material ilícito ha provocado debates polémicos entre los propios empleados de la organización.

Como Wikipedia, Signal espera vivir de los donativos de sus usuarios, algo que WhatsApp nunca logró. Cuando quiso pedir un euro al mes, fue un drama. Ahora las cosas han cambiado. Brian Acton, cofundador de WhatsApp y hoy multimillonario gracias a su venta a Facebook, trabaja con Marlinpsike y los 30 y pico empleados de Signal: “Se involucró en 2016 con apoyo financiero [dio 50 millones de dólares], pero también cree en el proyecto y ayudará. Debido a nuestro crecimiento hemos tenido problemas, porque Signal es un grupo muy pequeño y nos faltaban manos. Nos ayudó un poco aquí y allí”, dice Marlinspike.

En este periodo, otra aplicación que ha logrado incluso más descargas que Signal ha sido Telegram. Marlinspike quiere distinguirlas. “Son muy distintas. Telegram está construida igual que Facebook Messenger. Por defecto tienen acceso a cualquier mensaje que hayas escrito o recibido, los guardan en texto plano sin cifrar en sus ordenadores, tienen todos tus contactos, todos tus grupos, todas tus imágenes, todas tus búsquedas. No es una plataforma de mensajería privada”, asegura.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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