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La grieta que el feminismo no logra cerrar atravesará por tercer año consecutivo el 8M

A la división que se abrió en el movimiento por la ‘ley trans’, se suman la abolición de la prostitución y choques internos y políticos, sin un acercamiento posible

Manifestacion 8-M
Manifestación del 8M de 2023 en Barcelona.
Isabel Valdés

La grieta se abrió el 8 de marzo de 2022: por primera vez en la historia, el feminismo marchó en dos convocatorias separadas. Lo hizo en Madrid, donde se mide el pulso al movimiento, pero también en otra veintena de capitales y ciudades españolas. No se ha cerrado, la fragmentación se ha repetido en las dos citas anuales más importantes desde entonces: el Día Internacional contra la Violencia Machista, el 25 de noviembre, y el 8M, Día Internacional de la Mujer. Este será el tercer año que ocurre, por motivos que, con más o menos peso dependiendo del momento, son los mismos desde el inicio. De forma visible y explícita, en las pancartas y en los lemas, la abolición de la prostitución; pero de fondo, la incorporación de la llamada agenda queer (la de los colectivos con identidades sexuales minoritarias) a la histórica del feminismo y la ley trans, a la que es contraria la parte del movimiento que arguye que “borra a las mujeres”; y, en la base, el choque político interno que se dio entre socialistas y Unidas Podemos con la entrada de Irene Montero al Ministerio de Igualdad y que acabó llegando a las organizaciones, y a la calle.

Ese desmembramiento, que llegó en un momento en el que el feminismo español llevaba varios años siendo foco del movimiento global, parece ya asentado incluso después del debate incendiado sobre la ley para los derechos del colectivo LGTBIQ y su entrada en vigor, después de la salida de Montero del ministerio e incluso después de que ese ministerio volviera a manos socialistas con Ana Redondo en la cartera. Las dos organizaciones que convocan en Madrid este año saben que una sola marcha ya no es posible.

“Ahora mismo no hay una posibilidad real, somos conscientes, de hacer coincidir los mensajes de una y otra manifestación”, dice Ana de Blas, del Movimiento Feminista de Madrid, que convoca la que saldrá a las 19.00 desde Cibeles, subirá por Gran Vía y llegará a Plaza de España con el lema “La prostitución no es un trabajo. ¡Abolición ya!”.

Es la parte del movimiento contraria a un abordaje de la prostitución que no sea la abolición —como de forma ampliamente mayoritaria e histórica ha defendido el feminismo—, también opositora a la autodeterminación de género que estableció la ley trans —de este conglomerado de organizaciones forman parte algunas como Contra el borrado de las mujeres, que nació precisamente como plataforma contra la tramitación de la norma—; y fueron críticas a las políticas de Montero y también ahora a la posición de Redondo, a la que en su manifiesto para este 8M piden “que cese en su campaña de confusión acerca de las reivindicaciones que estarán en las calles el 8 de marzo”.

Redondo, desde que ocupó el cargo, asumió la ley trans como propia y ha sido clara respecto a las mujeres trans: ”Son mujeres”. Este miércoles ha explicado en rueda de prensa por la campaña para este Día Internacional de la Mujer que “lo importante es salir a la calle” y no que haya “una, dos o 20 manifestaciones”. También ha dicho que ella, el PSOE, irá, “como ha venido haciendo siempre” el partido, a la manifestación convocada por la Comisión 8M, la que saldrá, también a las 19.00, desde Atocha, para subir por Cibeles hasta Colón, la marcha, transinclusiva, con el lema “Patriarcado, Genocidios, Privilegios #SeAcabó”.

La ministra de Igualdad, Ana Redondo, y el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, durante el acto conmemorativo del día Internacional de la Mujer el martes 5 de marzo de 2024 en el Congreso de los Diputados.
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, y el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, durante el acto conmemorativo del día Internacional de la Mujer el martes 5 de marzo de 2024 en el Congreso de los Diputados. JAVIER LIZÓN (EFE)

Para el Movimiento Feminista de Madrid, esa cuestión —la trans— no solo es importante, sino que es parte del motivo de su escisión como fue parte de un cisma interno dentro del propio socialismo. “Respetamos a todo el mundo en su libertad de expresión, pero entendemos que el feminismo es uno y es el que defiende los derechos de las mujeres, y no vamos a vaciar eso de contenido político”, afirma De Blas, que suma a esa demanda “el resto de las que se compone el manifiesto político”.

Entre sus puntos están algunos históricos, como la violencia machista y los feminicidios, y “todo lo que tenga que ver con la mercantilización de las mujeres, su conversión en servidoras sexuales y reproductivas [por los vientres de alquiler y el mercado de óvulos] y las desigualdades que afectan en el ámbito laboral de una forma gravísima, que son un punto fundamental y el origen de este día, el de la mujer trabajadora”.

En muchas de estas cuestiones coinciden con la Comisión 8M, la otra convocante. En las históricas —los asesinatos, la violencia estructural— y también en las de contexto actual, como “el genocidio israelí contra la población palestina”, “el sufrimiento de las mujeres afganas”, “la ausencia de derechos para las mujeres en otros países bajo regímenes opresivos”, la situación de la sanidad, la educación y los servicios sociales o la “justicia patriarcal”, que también incluye el manifiesto de la Comisión.

La diferencia radica mayoritariamente en la transinclusividad y en las distintas posturas en el abordaje de la prostitución y la pornografía, porque aunque hay abolicionistas de ambas cuestiones en esta parte del movimiento, también hay bloques regulacionistas de la prostitución (que la diferencian de la explotación sexual), y contrarias o abiertas al debate sobre la prohibición de la pornografía.

Siham Korriche, portavoz de ese conglomerado de organizaciones y asociaciones, habla de “la diversidad y la pluralidad de mujeres” como “una de las potencialidades” de la Comisión: “Hay muchos temas políticos e históricos que llevamos debatiendo y dialogando desde hace décadas, cuando se llega a un consenso sobre una cuestión es resultado de ese debate. Si para unas compañeras ha pesado más el disenso y a partir de ahí apartarse y hacer otra cosa, para nosotras el debate es la esencia, nuestra apuesta va a ser siempre seguir dialogando, construir”.

La Comisión, arguye Korriche, “no se ha movido de su sitio desde los setenta″, cuando comenzaron a organizar la manifestación. La cuestión es que, desde hace 40 años, el movimiento se había organizado junto y había marchado junto, sin fisuras en la calle los días clave sobre las cuestiones más básicas, eso sí, siempre con bloques con reivindicaciones concretas dentro de las distintas circunstancias y contextos que afectan a las mujeres —migrantes, racializadas, gitanas, jóvenes, del colectivo LGTBIQ—, y a los momentos históricos, como ocurre ahora con la invasión a Ucrania, el ataque contra Gaza. También ahora con una ola reaccionaria al feminismo y contra los derechos de las mujeres que crece desde hace varios años y a la que no ayuda, pero tampoco perjudica, la división del movimiento.

¿Afecta a la respuesta común? De Blas, del Movimiento Feminista de Madrid, asegura que son “muy conscientes del rearme de la ultraderecha”. “En esto somos radicales, nos tendrán siempre enfrente. Ahora, ¿de qué manera nos oponemos? Con más feminismo y razones feministas, no con una agenda irracional o con medias palabras respecto a la mercantilización”, añade incidiendo en la agenda de las identidades sexuales minoritarias, la prostitución y los vientres de alquiler.

Korrechi, de la Comisión 8M, dice que a veces piensa “que las olas de reacción llegan porque algo está en movimiento”, que se han “dado muchos pasos y el patriarcado se ha puesto nervioso y patalea”. También recuerda: “El feminismo es el movimiento que más gente saca a la calle cada año, y no solo en las grandes ciudades. Buscaremos siempre las maneras de hacer frente a esas olas contrarias a nuestros derechos, los de todas las mujeres”.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.
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