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La pobreza infantil se traslada del campo a la ciudad: más de un millón de menores vulnerables viven en las urbes

Cerca de la mitad de los 2,3 millones de niños en riesgo de pobreza en España residen en zonas muy pobladas, y la condición se agrava en función el grado de urbanización

IMV niños
Entrega de alimentos y material infantil de primera necesidad por parte de la Fundación Madrina a los niños de la Cañada Real en noviembre de 2020.Emilio Naranjo (EFE)
Marta Pinedo

El entorno más cercano marca las condiciones de vida de los niños. Algo más de la mitad de los 2,3 millones de menores en riesgo de pobreza en España ―más de un millón― vive en zonas muy pobladas, mientras que el resto se reparte entre zonas intermedias (25,7%) y poco pobladas (24,1%). Así lo refleja el informe Geografía de la pobreza infantil en España, publicado por el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil, que destaca la gravedad de esta situación de vulnerabilidad que se vive en ciudades como Madrid y Barcelona. Aunque las tasas de pobreza infantil son ligeramente más altas en las zonas menos pobladas (29,6%) que en las urbes (27,6%), la intensidad de esta condición aumenta con el grado de urbanización. La entidad clasifica la pobreza en tres niveles (moderada, alta y severa) y establece el porcentaje de menores en esta situación respecto al total de niños y adolescentes. La pobreza infantil alta, que incluye hogares cuyos ingresos están por debajo del 40% de la renta mediana (la que tendría la unidad de convivencia que ocupara el puesto medio en una lista de todas las del país ordenadas según sus ingresos), es superior en las ciudades (15,1%) frente a las zonas rurales (13,5%). También lo es la pobreza severa, referida a familias con ingresos menores al 25% de la renta mediana (con una tasa de 5,2% en las urbes a diferencia del 4,2% de áreas poco pobladas).

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Esta forma de vulnerabilidad en la ciudad ha aumentado al mismo tiempo que se ha reducido en las áreas rurales menos pobladas. Si en 2013 el 38% de los niños en situación de pobreza vivía en pueblos de pocos habitantes y un 23% lo hacía en zonas con mucha población, en el último informe estas cifras son del 30% y el 28%, respectivamente, con una disminución de 13 puntos entre ambas tasas. El informe recoge que en la última década la tasa de pobreza infantil se ha desplazado de las zonas poco pobladas a las ciudades. Este movimiento ha generado “un fenómeno de reurbanización de la pobreza infantil”, según Albert Arcarons, subdirector del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil. “Ha habido un proceso migratorio desde las zonas rurales a las urbanas que no ha ido acompañado de políticas sociales de vivienda y otros derechos, lo que ha provocado que incremente el coste que estas familias tienen que destinar a servicios básicos”, afirma Arcarons.

La vulnerabilidad se concentra sobre todo en las áreas metropolitanas de las grandes zonas urbanas, donde probablemente se hayan producido traslados de la población local hacia las afueras, como Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla, según el estudio, elaborado a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida y la Encuesta de Presupuestos Familiares, publicadas este año por el Instituto Nacional de Estadística con datos de 2020. “Las ciudades se han convertido en entornos cerrados y segregados, donde se han potenciado ciclos reproductivos de pobreza para muchas familias”, dice Arcarons.

Crecer en la pobreza en grandes áreas urbanas o en zonas escasamente pobladas presenta retos diferentes. Los obstáculos que experimentan los menores en la ciudad están muy ligados al carácter de las grandes metrópolis: la desigualdad es más acusada, existe mucha más segregación residencial y escolar y el coste de vida es más alto. Los entornos menos poblados encaran otras dificultades como la falta de oportunidades laborales, el desequilibrio demográfico, la escasa oferta educativa y de servicios básicos y la falta de infraestructuras adecuadas. Arcarons afirma que “responder a estas necesidades requiere de políticas distintas. Las prestaciones deben llegar a todas estas familias, pero el esfuerzo en las grandes ciudades debería concentrarse en políticas de vivienda y mejora del entorno más próximo del barrio, dotándolos con servicios de calidad. En los entornos rurales, se debería trabajar en facilitar el acceso a servicios básicos como la educación”.

El caso de Madrid es el ejemplo más visible de la desigualdad que sufren los niños y niñas vulnerables en las grandes zonas urbanas. La capital es la ciudad donde hay más menores en situación de pobreza: son cerca de 230.000, el 9% del total nacional cuando la ciudad representa el 7% de la población española. Los distritos en los que la mitad de la población tiene ingresos superiores al 200% de la mediana nacional conviven con otros en los que gran parte de la población se encuentra en situación de pobreza, según el estudio. Por ejemplo, Tetuán alcanza el 31,5 % de pobreza infantil y Chamartín, el 8,9%. En términos relativos, Sevilla y Málaga tienen las tasas más altas de pobreza infantil, sin embargo la desigualdad es mayor en Madrid, con zonas muy deprimidas junto a otras más privilegiadas. “Esta inequidad magnifica los efectos de la pobreza. En la capital hay una segregación por barrio a nivel socioeconómico que hace imposible salir de esa dinámica”, señala Arcarons.

Adultos pasean a niños en el Parque Santander de Madrid en una imagen de archivo.
Adultos pasean a niños en el Parque Santander de Madrid en una imagen de archivo.Kiko Huesca

La residencia como obstáculo

El acceso a la vivienda es uno de los grandes agravantes de la situación de los menores en pobreza en las grandes zonas urbanas. “La residencia es un gasto ineludible, fijo, las familias no pueden no pagar un mes, y estamos viendo que su coste no se corresponde a los ingresos de las familias”, afirma el subdirector del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil. El 64,5% de los niños en hogares con problemas de sobrecoste —que implican dedicar el 40% de los ingresos a pagar la vivienda y los gastos asociados— viven en zonas muy pobladas, frente al 14,8% en zonas con menos residentes. Los hogares vulnerables en entornos urbanos dedican un 22% más de dinero a la vivienda que en zonas rurales. Además se aprecian diferencias respecto a la propiedad de la vivienda: en entornos urbanos un 42,5% de los menores empobrecidos vive de alquiler frente al 27,4% en las zonas rurales.

El Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil alerta de que el entorno influye en la diversidad y calidad de las experiencias vitales a las que tienen acceso los menores a lo largo de su vida. Los niños que crecen en barrios con bajos niveles de segregación, con servicios de calidad ―educativos, alimentación saludable, parques, aire limpio, viviendas adecuadas― y en hogares con salarios dignos muestran mejores resultados académicos y de salud. “El entorno define las posibilidades. La diversidad en el propio barrio es muy importante para tener otros referentes, como pueden ser los compañeros de clase, y para encontrar maneras de salir del círculo de la pobreza”, señala Arcarons. El ejemplo más extremo de entornos perjudiciales para los menores vulnerables son los asentamientos de infraviviendas ―unos 270 en España, según un estudio de la Fundación Secretariado Gitano y Daleph publicado en 2015― que presentan riesgos medioambientales y sanitarios y dificultades de acceso a servicios mínimos.

Atajar la pobreza infantil conlleva diferentes soluciones que deben ir coordinadas, según Arcarons: “Es importante gestionar una transferencia de rentas a las familias para subir los ingresos, pero también es muy importante facilitar el acceso a unos servicios de calidad, para que las familias tengan una mejor promoción laboral y de salud”. El subdirector del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil considera que el despliegue del Ingreso Mínimo Vital está corrigiendo en parte esta desigualdad territorial, aunque reconoce que queda mucho por hacer. Además, los recursos provenientes de la Unión Europea dedicarán por primera vez una partida específica para la lucha contra la pobreza infantil con el fin de corregir las desigualdades en el acceso a servicios de calidad, entre ellos la vivienda.

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