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Alain Cocq, el enfermo incurable que quería dejarse morir, vuelve a alimentarse

“Ya no me sentía capaz de llevar a cabo este combate”, dice el activista francés defensor de la ‘muerte digna’

Marc Bassets
Alain Cocq, el 12 de agosto en su habitación en Dijon (Francia).
Alain Cocq, el 12 de agosto en su habitación en Dijon (Francia).PHILIPPE DESMAZES (AFP)

Alain Cocq vivirá. El francés de 57 años, aquejado de una enfermedad rara y degenerativa, ha aparcado por ahora sus planes para abandonar el tratamiento y dejar de comer e hidratarse hasta morir. Su objetivo inicial, además de acabar con el “dolor intolerable” que le provocaba la enfermedad, era enviar un mensaje en favor de una legislación menos restrictiva sobre la llamada muerte digna. El miércoles anunció el cambio de planes.

“Ya no me sentía capaz de llevar a cabo este combate”, declaró Cocq a la agencia de noticias France Presse.

La decisión pone fin a cinco días de calvario y confusión. Empezó el sábado, cuando, por iniciativa propia, Cocq empezó a “apagarse” en una habitación de su apartamento en la ciudad francesa de Dijon.

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Alain Cocq, 57, in his medical bed he has been confined to for years as a result of a degenerative disease that has no treatment, poses after an interview with Reuters at his home in Dijon, France, August 19, 2020. Picture taken on August 19, 2020. REUTERS/Gonzalo Fuentes
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“No es un suicidio. Un suicidio es violento. Lo mío no va a ser violento. Soy un ciudadano que ha decidido que no quería sufrir más y por eso ha decidido apagarse”, dijo a EL PAÍS la semana pasada, antes de dejar de alimentarse y recibir tratamientos. “Lucho por tener el derecho a elegir el momento de mi muerte”, añadió.

La ley en Francia le impedía recibir una ayuda activa para morir. Esta ley autoriza a la sedación profunda de “pacientes aquejados de una afección grave e incurable”, pero solo “si el pronóstico vital está comprometido a corto plazo”. También estipula que los cuidados médicos “no deben prolongarse con una obstinación irrazonable” y que “cuando parecen inútiles, desproporcionados o sin otro efecto que el mantenimiento artificial de la vida, pueden suspenderse o no emprenderse”.

La agonía de Cocq debía transmitirse en directo por Facebook, pero el mismo sábado la red social bloqueó la emisión porque sus normas prohíben toda “representación de intentos de suicidio”, según un portavoz.

Mientras tanto, el estado de Cocq empeoraba. Finalmente, el lunes fue trasladado al hospital universitario de Dijon, donde fue rehidratado y realimentado. “Sufría demasiado, era demasiado duro. Sigue deseando partir, pero en un proceso sin sufrimiento”, declaró a la prensa Sophie Medjeberg, de la asociación Handi-mais-pas-que, que ejerce de portavoz de Cocq. El miércoles, el propio Cocq confirmó la decisión. Y añadió: “Debería estar de vuelta a casa en siete o diez días”.

Cocq, que desde hace 34 años padece una enfermedad incurable y dolorosa, es un activista veterano en favor de los derechos de las personas con discapacidades. También ha militado en el Partido Socialista y ha participado en las movilizaciones de los chalecos amarillos.

En julio, envió una carta al presidente de la República, Emmanuel Macron. Le pedía que hiciese una excepción a la ley y le permitiese “partir con dignidad” y “con la asistencia activa del cuerpo médico”, puesto que su “cuerpo disfuncional” le impedía morir por sí solo. Y anticipaba que, de no hacer esta excepción, se vería abocado a “una agonía de tres a siete días con sufrimientos atroces por el cese de la alimentación, de la hidratación y del conjunto de los tratamientos médicos”.

Macron se negó a atender a su petición. “Usted desea solicitar una ayuda activa para morir que, a día de hoy, no está permitida en nuestro país”, le respondió.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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