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Unos 25 cetáceos aparecen muertos cerca del vertido de petróleo en isla Mauricio

El Gobierno niega que el varamiento tenga relación con el derrame, pero Greenpeace pide una investigación independiente

El cadáver de un cetáceo yace varado en la zona de Grand Sable, en isla Mauricio, este miércoles 26 de agosto. En vídeo, imágenes de los cetáceos varados en las costas de Mauricio.Vídeo: STRINGER / REUTERS | Reuters / Greenpeace
José Naranjo

Unos 25 cetáceos han aparecido muertos o a punto de fallecer en las últimas 48 horas en las costas próximas al lugar donde se produjo el vertido de 1.000 toneladas de petróleo en isla Mauricio hace tres semanas. En su mayor parte se trata de delfines de cabeza de melón (Peponocephala electra) aunque también se han identificado calderones o ballenas piloto, del género Globicephala. El Gobierno niega que este varamiento guarde relación con el accidente del petrolero japonés MV Wakashio y su reciente hundimiento, pero activistas, expertos y buena parte de la población sí lo creen. Greenpeace exige una investigación independiente.

Los ecos del vertido de petróleo que se extendió por unos 15 kilómetros de la costa sureste de la isla Mauricio, en el océano Índico, están lejos de apagarse. La aparición de los cuerpos de unos 25 cetáceos en la zona de Grand Sable, situada a menos de 10 kilómetros del límite norte del derrame, ha vuelto a elevar la tensión entre el Gobierno y la población. El ministro de Pesca, Sudheer Maudhoo, descartó el vínculo entre el vertido y el varamiento apoyándose en los resultados preliminares de las autopsias hechas a dos ejemplares. “Por las primeras informaciones que tengo parece que no existe relación. No hay ninguna traza de hidrocarburo sobre ellos o en su sistema respiratorio”, dijo. Sin embargo, imágenes difundidas en redes sociales y por Greenpeace muestran la presencia de una viscosa sustancia negra en la boca y sobre el cuerpo de los animales.

Antes de que se dieran a conocer los resultados de la autopsia, Owen Griffiths, miembro de la ONG Mauritius Marine Conservation Society, aseguró a France Press que podía tratarse de una “desafortunada coincidencia”. El ecologista adelantó su teoría: “Probablemente siguieron un banco de peces hasta el interior de la albufera, perdieron sus puntos de referencia y no pudieron regresar al mar. Entonces trataron de volver pasando directamente por encima de la barrera de coral en lugar de encontrar un pasillo. Presas del pánico y estresados, se golpearon contra los corales, se agotaron y murieron”. Jacqueline Sauzier, presidenta de la ONG quien el miércoles compareció junto al ministro en rueda de prensa, añadió que “estas cosas ocurren a menudo”.

Sin embargo, otros expertos, como el asesor ambiental Sunil Mokshanand Dowarkasing, consideran que se trata de una consecuencia directa de la toxicidad del agua debido al derrame o al reciente hundimiento de una parte del barco. “No se trata de una coincidencia que esto ocurra 20 días después del vertido. Toda la gente consultada asegura que algo así no había ocurrido nunca, así que la conclusión lógica es que está relacionado. Cuando alteras un ecosistema eso tendrá consecuencias, el barco fue hundido sin adoptar las medidas preventivas necesarias. Creo que esta es la causa. Nadie se cree ya ningún informe procedente del Gobierno ni ningún experto que trabaje para ellos”, manifestó.

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“Todos en Mauricio coinciden en que no es normal. Ya no confiamos en el Gobierno, que ha estado negando su responsabilidad desde el primer momento”, añade Romina Tello, propietaria de la agencia de viajes sostenibles Mauritius Conscious. Mientras los medios de comunicación públicos ofrecen informaciones positivas, las redes sociales hierven con imágenes que muestran otra realidad. Este sábado está prevista una manifestación que se prevé multitudinaria exigiendo transparencia y honestidad al Gobierno que ha sido organizada por el conocido deportista Bruneau Laurette.

Por el momento se han enviado muestras de los animales a un segundo laboratorio ubicado en la isla francesa de Reunión, situada en la misma zona del Océano Índico, para contar con una segunda opinión. Greenpeace ha exigido “una autopsia pública, transparente y rápida de los cadáveres recogidos”, aseguró Happy Khambule, responsable de campañas sobre el clima y la energía de la organización ecologista. De igual modo, el Partido Social Demócrata Mauriciano (PMSD), en la oposición, ha mostrado su “escepticismo” respecto a las declaraciones del ministro de Pesca y se ha sumado a la petición de una investigación independiente.

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El carguero japonés MV Wakashio, que navegaba de China a Brasil con bandera panameña, encalló en un arrecife de coral frente a Pointe d’Esny, en la costa sureste de isla Mauricio, el pasado 25 de julio. Unos diez días más tarde y tras abrirse unas enormes fisuras en el casco comenzó el derrame de parte de las 4.000 toneladas de petróleo que almacenaba en su interior. En total se estima que fueron 1.000 toneladas las que se vertieron al mar y que alcanzaron la costa en forma de chapapote a lo largo de unos 15 kilómetros, desde Pointe d’Esny hasta Bois des Amourettes, una zona especialmente sensible de lagunas y manglares con una rica biodiversidad.

El Gobierno mauriciano, con ayuda francesa y japonesa, logró extraer el resto del crudo del interior del barco antes de que se partiera en dos el pasado 15 de agosto. Esta semana, en medio de una gran polémica y rechazo ciudadano al considerar que era un intento de ocultar pruebas, procedió al hundimiento de la proa del carguero en el fondo del mar. El capitán y su segundo de a bordo, procedentes de India y Sri Lanka respectivamente, fueron detenidos y declararon ante un juez que el accidente se produjo fruto de un error humano porque estaban “celebrando un cumpleaños”. Imágenes de radar grabadas en los días previos al 25 de julio muestran que el MV Wakashio varió su rumbo de navegación y se dirigió hacia Mauricio al menos 48 horas antes de que encallara.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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