El virus doblega a Estados Unidos
El país aporta uno de cada cuatro casos en todo el mundo, con 2,38 millones de contagios y 120.000 muertos, mientras el presidente Trump ignora a los científicos
Estados Unidos pierde la batalla contra el enemigo invisible. Las autoridades informaron de 38.115 casos nuevos el miércoles, la cifra diaria más alta desde el inicio de la pandemia. La tendencia de contagios era descendente desde que se registraron 36.739 casos positivos el 24 de abril, pero ha cambiado en las últimas semanas. El país aporta uno de cada cuatro casos de la covid-19 en todo el mundo, una de cada cuatro muertes por la enfermedad. Más de 2,38 millones de infectados confirmados. Al menos 120.000 muertes. Las cifras totales no tienen parangón. Y el impacto real, advierten los expertos, puede ser 10 veces mayor. “Probablemente hemos identificado solo en torno a un 10% del estallido”, ha dicho este jueves en una llamada con periodistas el doctor Robert Redfield, director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, que ha añadido que calculan, en función de los resultados de los test de anticuerpos realizados por todo el país, que entre un 5% y un 8% de los estadounidenses han sido contagiados hasta la fecha.
Las subidas se concentran sobre todo en el sur y en el oeste. Florida, Oklahoma, Carolina del Sur y Texas reportaron máximos el miércoles. Pero los casos suben en más de la mitad de los Estados. En parte se debe al aumento de pruebas de diagnóstico, que hace que se detecten casos menos graves. Pero no totalmente. El porcentaje de resultados positivos en los test ha subido dramáticamente en Estados como Florida. Igual que las hospitalizaciones, que en Houston (Texas), por ejemplo, se han triplicado desde el 31 de mayo.
La Administración Trump, descolocada en medio de su campaña por la reactivación de la economía, se aferra a un dato positivo: las muertes no están creciendo al mismo ritmo que los contagios. Pero los expertos alertan de que puede ser cuestión de tiempo. “Las muertes siempre van considerablemente por detrás de los casos”, advirtió el martes en el Congreso el epidemiólogo Anthony Fauci, el hoy marginado rostro de la ciencia en la respuesta de la Casa Blanca a la pandemia, que vaticinó que los fallecimientos acabarán subiendo con los contagios.
Lo dijo el doctor Fauci en el Capitolio, invitado por los congresistas. Apartado de los focos por un presidente harto de las fricciones de su discurso con la evidencia médica, la información científica ha circulado estas últimas semanas por otras vías para llegar a los ciudadanos. Comparecencias en el Congreso, puntuales entrevistas en los medios. Atrás quedaron los tiempos en que Fauci y la doctora Deborah Birx comparecían junto al presidente en la Casa Blanca a diario. Trump, animado por un instinto impermeable a la evidencia científica y apremiado por un deterioro económico que mina su camino a la reelección, disolvió el equipo de trabajo del coronavirus. Pero este jueves por la noche, ante el repunte de casos, la Casa Blanca ha informado de que el equipo volverá a comparecer este viernes en una sesión informativa, la primera que se celebra en casi dos meses.
Estados Unidos se enfrenta al peor envite del virus con las voces científicas silenciadas y la Casa Blanca en una especie de huida hacia adelante de consecuencias imprevisibles. Mientras las autoridades locales y las empresas se replantean sus planes de vuelta a la normalidad, el vicepresidente Mike Pence pidió a los senadores republicanos este miércoles, en una reunión a puerta cerrada, que se centraran en destacar las “señales esperanzadoras”.
La realidad hoy es muy diferente a la de los días trágicos de abril. Más descontrolada. Nueva York y Nueva Jersey, superados por la pandemia en primavera, proceden con la reapertura arropados por un descenso controlado de los contagios. Con los focos concentrados era más fácil actuar. Ahora el impacto del virus es más disperso, más imprevisible. La recogida de datos es más irregular, igual que la capacidad hospitalaria de cada Estado. La forma de enfrentarse a la crisis difiere en función del color político y las ideas particulares de cada gobernador.
Cada Estado, de nuevo, actúa por su cuenta. Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut pidieron el miércoles a los visitantes de nueve Estados con alta incidencia que se sometan a cuarentena. Algunos Estados, como Texas, han frenado el proceso de desescalada ante el alarmante aumento de casos. “Esta pausa temporal ayudará a nuestro Estado a contener la propagación hasta que podamos entrar con seguridad en la siguiente fase”, declaró el gobernador republicano Greg Abbott. Otros, como el gobernador de Florida, el también republicano Ron DeSantis, se han limitado a pedir a los ciudadanos que eviten los sitios cerrados con mala ventilación y las aglomeraciones.
Mientras tanto, el presidente tuitea sobre los ataques a estatuas confederadas, sobre seguridad ciudadana, sobre adopciones de niños, sobre resoluciones judiciales, sobre la valla en la frontera de México, sobre China, sobre la pesca de langostas en Maine. Ni una sola mención al coronavirus en 33 tuits entre la tarde del martes y la del jueves, durante las horas más graves de la pandemia. La última mención, el martes a las tres de la tarde, decía así: “Los casos suben solo por nuestros números altos de test. ¡La tasa de mortalidad baja!”.
Empeñado en transmitir una normalidad que contrasta con los datos, a cinco meses de las elecciones, el presidente ha vuelto a la campaña. En su primer mitin en Tulsa, Oklahoma, el pasado sábado, dijo que había ordenado a su equipo que se hagan menos pruebas para ofrecer así una mejor imagen del país. La Casa Blanca se apresuró a decir que no había dado orden semejante. Fauci, en su lucha paralela, dijo en el Congreso que la prioridad era exactamente la contraria. La Bolsa de Nueva York, un indicador que parece guiar más al presidente que la curva de contagios, sufrió el miércoles una notable caída atribuida en parte a las noticias de repuntes.
La prisa por la reactivación económica sin contar con medidas de seguridad adecuadas es, según los expertos, la principal explicación del repunte en contagios. “Es bastante alarmante”, ha resumido este jueves Ashish Jha, director del Instituto de Salud Global de Harvard, en una entrevista televisiva. “Esperábamos que seríamos capaces de contener al virus por un tiempo, pero estamos viendo estos repuntes, principalmente porque reabrimos demasiado rápido, y reabrimos sin las salvaguardas correctas”.
El coronavirus muta de color político
El virus está mutando de color político en Estados Unidos. En primavera, la pandemia era cosa de los Estados demócratas. Pero hoy esos primeros focos empiezan a contar historias de éxito y, en el mes de junio, son los Estados en manos republicanas o que votaron a Donald Trump hace cuatro años (liderados por Texas, Florida y Arizona) los que suman más casos.
Durante los primeros meses, la realidad del impacto de la pandemia en el país estaba distorsionada por la magnitud de la tragedia en la ciudad de Nueva York, alimentada por la densidad demográfica y el trajín de visitantes extranjeros. Se han registrado un total de 218.000 contagios y casi 22.000 muertes por la covid-19 en el área metropolitana.
Sucede que las zonas urbanas tienden a ser más demócratas y las rurales, más republicanas. Así, la diferencia de propagación del virus entre Estados de uno y otro color es aún más pronunciada si se tiene en cuenta la población. Los Estados republicanos suman ahora nuevos casos a un ritmo per cápita que duplica la de los Estados demócratas.
Son los Estados gobernados por republicanos los que, por lo general, han escuchado más al presidente y se han resistido a imponer, o apresurado a levantar, las medidas de restricción de movimientos. En ellos surgió con más fuerza, también, la contestación ciudadana a las medidas de confinamiento. Las movilizaciones por la justicia racial, tras la muerte a manos de la policía del afroamericano George Floyd el pasado 25 de mayo, han contribuido a acelerar la vuelta a la normalidad por todo el país, como una válvula de escape por la que reventó la ansiedad por meses de confinamiento.
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