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El ciberpueblo extiende su red

El alcalde más popular en Twitter, que convirtió al pueblo granadino de Jun en pionero en administración electrónica, explota ahora el turismo nupcial gay

Fernando J. Pérez
El alcalde de Jun (Granada), José Antonio Rodríguez (izquierda), casó al ministro australiano Ian Hunter y su pareja, Leith Semmens. / M. Ángel Molina (Efe)
El alcalde de Jun (Granada), José Antonio Rodríguez (izquierda), casó al ministro australiano Ian Hunter y su pareja, Leith Semmens. / M. Ángel Molina (Efe)

“Yes, I do. Sí. Certo”. Los nervios y la cortesía con el anfitrión llevaron el pasado miércoles al australiano Ian Hunter, de 52 años, a aceptar como esposo a Adam Semmens, de 42 y su novio durante dos décadas, con una curiosa fórmula en la que mezcló el inglés, el castellano y el italiano. Ante dos decenas de familiares y amigos, la pareja contrajo matrimonio en el majestuoso Pabellón de las Artes de Jun (Granada, 3.500 habitantes), obra del ceramista local Miguel Ruiz. La ceremonia hubiera pasado inadvertida, como las otras 95 bodas civiles que se han celebrado en el pueblo desde 1995, de no ser porque Hunter es el ministro para las Comunidades y la Inclusión Social y el único miembro abiertamente gay del Parlamento del Estado de Australia del Sur, con capital en Adelaida, y porque en su país, con un fuerte componente puritano, las bodas gais no están autorizadas.

El misterio de por qué la pareja australiana eligió una pequeña localidad de la periferia de Granada se explica en parte por la peculiar naturaleza del tercer personaje de la historia: el oficiante de la ceremonia y alcalde de Jun, José Antonio Rodríguez Salas, del PSOE. El regidor junero —o injundense si atendemos a los puristas— es, de largo, el político español más activo en Internet y en las redes sociales. Su perfil de Twitter cuenta con 169.200 seguidores, tan solo por detrás del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (391.000) y por delante del líder de su partido, Alfredo Pérez Rubalcaba (157.000). Sus iniciativas de democracia y administración electrónica, como la declaración de Internet como derecho universal, los plenos interactivos y las elecciones digitales, han puesto a Jun en el mapa de las nuevas tecnologías en numerosas ocasiones. Esta inmersión cibernética tiene su reflejo hasta en la bandera y escudos municipales, en la que se sustituyó al ladrillo por un código binario: 01 11 111 101. Traducido al código Morse —el 0 un punto y el 1 una raya—, la sucesión de números esconde la palabra AMOR.

El regidor casó el miércoles a un ministro australiano homosexual

En julio de 2011, Rodríguez Salas instauró las bodas electrónicas en su localidad. Apenas dos días después de anunciarlo en Twitter, el regidor recibió un mensaje de un seguidor australiano que le pedía casarle con su novio. Era Hunter. “Al principio creí que era una broma o un perfil falso, pero al poco tiempo me llegó una confirmación del propio Ian”. El alcalde, que desde el principio ha defendido el matrimonio igualitario, aceptó inmediatamente la petición del político laborista y activista de los derechos de las personas homosexuales desde 1979.

En un pueblo que tiene como hijo más ilustre al casi desconocido Antonio Marín Ocete (1900-1972), rector de la Universidad de Granada entre 1936 y 1951 y procurador en las Cortes franquistas, y cuyos principales hitos (al margen de lo tecnológico) fueron un concierto del coro de la catedral de Colonia (Alemania) en los años ochenta y el tradicional Día del Pucherico, la boda de Hunter y Semmens ha supuesto un revulsivo. El alcalde, que tomó el testigo de su padre al fallecer este en marzo de 2005, se ha propuesto convertir Jun en un destino de turismo nupcial gay internacional. “La imagen que estamos dando es una llamada al turismo, vital para nuestra economía”, asegura Rodríguez Salas, que no ha tenido inconveniente en celebrar bodas temáticas en Jun. “Una vez hubo una basada en El señor de los anillos y otra inspirada en la película Dirty dancing”, recuerda.

“Estamos deseando que venga la gente, a casarse el que quiera, y que se construyan aquí buenos hoteles que traigan riqueza”, opina Antonio Gómez, un albañil y marmolista jubilado conocido como El Troyo. Cerradas ya las 15 o 20 de fábricas de cerámica que proporcionaron tejas a todas las azoteas de Granada, empezando por la propia Alhambra, y con una agricultura de remolacha, olivar y trigo reducida ya a huertos de autoabastecimiento, Jun trata de ser algo más que una simple ciudad dormitorio de la capital granadina, que queda a sus pies.

Cerradas las fábricas de cerámica, Jun se resiste a ser solo una ciudad dormitorio

El miércoles llegó el gran día. Hunter y Semmens, artista plástico, habían intentado casarse en Estados Unidos, pero las leyes de la primera potencia mundial complicaban mucho la tarea, de modo que optaron por España, donde pensaban pasar las vacaciones del verano austral. La pareja no buscaba una boda de pantomima, sino con plenos efectos legales, y ha pasado por todo el proceso administrativo, que incluye el empadronamiento de uno de los dos miembros en Jun —trámite no imprescindible— y una entrevista con el juez del Registro Civil de Granada. Este magistrado sometió a los novios al cuestionario con el que se trata de detectar los matrimonios de conveniencia. La confirmación de la fecha del enlace no se produjo hasta que el 6 de noviembre el Tribunal Constitucional aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo, tras el recurso presentado por el PP.

Hunter, microbiólogo y genetista, combatiente contra la seudociencia y la homeopatía y ateo declarado, ha dedicado gran parte de su actividad política a luchar contra la discriminación de gais, lesbianas, bisexuales y transexuales. Desde 2008 ha presentado numerosas iniciativas en el Parlamento de Australia del Sur para lograr la equiparación de derechos con las parejas de distinto sexo. En 2011 presentó un proyecto de ley de matrimonio igualitario junto con una parlamentaria ecologista. Sin embargo, el rechazo del Partido Liberal australiano, que apoya al Gobierno laborista, frustró la iniciativa al considerar que el Parlamento de un Estado no tiene competencias para legislar sobre el matrimonio. Los laboristas se plegaron a la decisión de sus socios. Hunter no tuvo empacho en calificar la posición de su propio partido como una “bancarrota moral” y un “castillo de naipes que no tardará en caer”.

Pese a su activismo, rechazaron hacer de su boda un acto reivindicativo: “Esto no es una campaña política. Nos casamos para expresar nuestro amor delante de las personas que son importantes para nosotros”, dice Hunter. “Nuestros compañeros de partido y también de la oposición nos han deseado todo lo mejor”, asegura.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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