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Lucas Moreno, oncólogo: “Las compañías farmacéuticas no tienen un gran interés en el cáncer infantil”

El jefe de Oncología Pediátrica de Vall d’Hebron señala que el 80% de los niños con cáncer se curan, pero muchos de ellos pueden quedar con secuelas de por vida

Lucas Moreno cáncer infantil
Lucas Moreno, jefe de Oncología y Hematología Pediátrica del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, a las puertas del centro sanitario.Albert Garcia
Jessica Mouzo

El cáncer infantil, cuyo Día Mundial se celebra hoy jueves, poco tiene que ver con los tumores de adultos. En ambos casos, hay unas células que enloquecen y empiezan a multiplicarse descontroladamente, pero son enfermedades muy distintas: su origen es diferente y su frecuencia, también. “Por suerte”, dice el oncólogo pediátrico Lucas Moreno (Menorca, 45 años), el cáncer en la infancia afecta a pocos pacientes. “Hay un cáncer en niños por cada 200 en adultos. Es una enfermedad minoritaria o, más bien, un grupo de enfermedades porque no hay un solo cáncer, hay 40 tipos”, explica este médico, jefe del servicio de Oncología y Hematología Pediátricas del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona.

Moreno admite que, precisamente, la baja frecuencia de casos complica la investigación y los avances se cuentan de a poquito. El oncólogo acaba de publicar en la revista Journal of Clinical Oncology un estudio donde prueban que una combinación innovadora de fármacos arroja una ligera mejoría en niños con un neuroblastoma muy agresivo. Cuando no hay cura, la clave es ganar tiempo.

Pregunta. ¿Por qué aparecen los tumores infantiles? En adultos, los expertos dicen que si mejoramos el estilo de vida, podemos prevenir el 40% de los tumores.

Respuesta. Los cánceres de los niños son totalmente distintos y ahí los factores ambientales no influyen. Son alteraciones del desarrollo: durante el desarrollo embrionario, se quedan unas células que no acaban de funcionar bien y en algún momento, empiezan a crecer.

P. ¿El cáncer infantil es aún un gran desconocido?

R. La baja frecuencia hace más difícil investigar en él, conseguir recursos y juntar los datos que hacen falta. En la última década, ha habido un avance muy importante en el conocimiento de lo que pasa en los tumores. No se han identificado causas que lo produzcan, pero sí lo que pasa para que crezcan. Pero todavía no hay muchos ejemplos de éxito de nuevos fármacos como ha pasado en la oncología de adultos.

P. ¿El proceso de creación del cáncer es igual que en adultos?

R. Lo que acaba pasando es una proliferación celular enloquecida. Lo que lo desencadena, todavía no lo sabemos, pero lo que empieza a pasar, sí: en cánceres de los adultos, los factores ambientales van haciendo que se acumulen mutaciones, se van estropeando las células y cuando ya llegan a un determinado nivel, es cuando empiezan a crecer. En los tumores de niños, hay pocas mutaciones; lo que más hay son alteraciones cromosómicas, cosas a mayor escala, y también en el epigenoma, que no es tanto en la secuencia del ADN, sino en cómo eso se pliega, cómo se juntan…

P. ¿Se pueden revertir estas alteraciones o anticiparse a ellas?

R. Todavía no porque no se conocen esos factores ambientales que haya. Tampoco caben programas de cribado de la población porque son tumores que crecen muy rápido. Un área en la que sí que estamos creciendo es en el 10% de los cánceres que sí que están relacionados con alguna característica genética que hace más fácil desarrollar un tumor: cuando se identifican esos genes, se investiga a toda la familia para que, si aparece un cáncer, se encuentre de forma más clara.

El 80% de los niños con cáncer se curan, pero muchos tienen que vivir con secuelas”

P. ¿Cuál suele ser el pronóstico?

R. Los cánceres más frecuentes en niños y adolescentes son las leucemias, los linfomas y los tumores cerebrales. En el cáncer en general, los resultados de supervivencia son buenos: se curan más del 80%. Pero de ese 80%, muchos tienen que vivir con secuelas por el tratamiento que han recibido que afectan a su calidad de vida.

P. ¿Qué tipo de secuelas?

R. Por ejemplo, un paciente que tiene un tumor en el hueso y que se tiene que poner una prótesis de cadera o una prótesis de rodilla: vivir toda la vida con una prótesis te genera una serie de limitaciones en tu vida. Otro ejemplo: el recibir radioterapia en el cerebro cuando eres joven, puede afectar a tu neurodesarrollo, a cómo aprendes, a tu rendimiento escolar… y, en otras partes del cuerpo, te puede producir otro tumor 10 o 20 años después. Hay pacientes que pasan por el tratamiento del cáncer y no tienen absolutamente ninguna secuela y vuelven a su vida habitual sin problema. Pero hay otros que tienen ese riesgo durante toda la vida.

P. Ha explicado el pronóstico global, pero ¿dónde están las luces y las sombras?

R. Los que mejores resultados tienen son las leucemias, los linfomas y algunos tumores renales, que tienen una curación de más del 90% y, en esos, lo más importante ahora es afinar el tratamiento lo más posible para tener menos secuelas. En cambio, hay otros ejemplos, como los tumores cerebrales, como los gliomas de alto grado, y en tumores sólidos, como algunos sarcomas y neuroblastomas —sobre todo, cuando hay metástasis—, en los que no llegamos a curar ni a la mitad de los pacientes. Y ahí el reto es buscar nuevos fármacos para mejorar esos resultados.

P. En neuroblastoma acaban de tener resultados positivos con un estudio que combina quimioterapia con un anticuerpo monoclonal.

R. Este es un ensayo clínico para el neuroblastoma de alto riesgo, que es el que tiene metástasis, cuando han vuelto a recaer. Lo que intentamos es probar todas las cosas nuevas que están disponibles y probamos un anticuerpo monoclonal que evita que crezcan los vasos que llevan el alimento al tumor. Lo que publicamos es que eso ha mejorado la respuesta, que los tumores de los pacientes se reducen o que los pacientes están sin tumor durante más tiempo. Los pacientes con neuroblastoma que recaen, sobreviven menos de un 10%. Es una enfermedad muy resistente.

Lucas Moreno
Lucas Moreno, jefe de Oncología y Hematología Pediátrica del Vall d'Hebron, en la entrada del área materno-infantil del centro sanitario. Albert Garcia

P. En ese estudio decían que la tasa de respuesta era del 26% con el nuevo abordaje terapéutico frente al 18% solo con quimioterapia. ¿Cómo se interpreta este dato?

R. Esta es una enfermedad tan resistente y donde se han probado tantas cosas tantas veces, que cualquier pequeña mejora permite que los niños vivan más tiempo sin que la enfermedad vuelva a aparecer. Si esto funciona un poco y a esto le añadimos otra combinación en el siguiente ensayo y esto también mejora, vamos poco a poco construyendo esa mejora.

P. ¿Dónde están las grandes dificultades para encontrar tratamientos que den un vuelco a la enfermedad?

R. Una de ellas es la biología de los tumores porque son tumores muy agresivos y que no responden a nada. El que ocurra en pocos pacientes hace más difícil probar los fármacos. También, el cáncer en los niños es un área donde las compañías farmacéuticas no tienen un gran interés por la poca frecuencia que tienen. Ahora, hay incentivos y obligaciones para las compañías que trabajan en cáncer pediátrico y cada vez hay más que lo hacen, pero todavía no hay un gran volumen como en adultos.

P. En adultos, ha habido una revolución en la última década con la entrada de nuevos fármacos. ¿Cuál es la situación del arsenal terapéutico en niños?

R. Esa gran explosión de la oncología de precisión y la inmunoterapia en adultos no se ha reflejado en el cáncer pediátrico. Todavía no tenemos esa gran cantidad de fármacos disponibles. Muchos se han probado y no funcionan; y otros todavía no han llegado. A pesar de todos los que están aprobados para adultos, podemos contar con los dedos de una mano los nuevos fármacos que están disponibles para niños.

P. ¿La gran revolución de los últimos años han sido los CAR-T [una terapia celular que consiste en extraer linfocitos T del paciente, modificarlos en el laboratorio con ingeniería genética y devolverlos al enfermo para que puedan combatir mejor el tumor]?

R. La gran revolución hasta la década anterior fue juntar y sacar el máximo del tratamiento que ya tenemos (la quimioterapia, la radioterapia y la cirugía). Los CAR-T han venido a llenar huecos concretos en enfermedades concretas en donde sí que han cambiado el paradigma. A día de hoy solo hay un CAR-T disponible para leucemias en una situación concreta y ahí sí que han cambiado los resultados. Pero no hay CAR-T para tumores sólidos, para otros tumores hematológicos… Todavía no han cambiado el paradigma de la oncología pediátrica entera, sino en situaciones concretas donde sí que tienen un papel muy importante.

“En el cáncer infantil los factores ambientales no influyen; son alteraciones del desarrollo”

P. ¿Qué se está cocinando que marcará el futuro de las terapias?

R. Ahora hay un gran movimiento en el que sí que se están fabricando CAR-T que tienen valor para cáncer pediátrico porque van contra dianas que sí que tienen estos tumores. Es pronto todavía, pero tenemos mucha esperanza porque va a haber muchos ensayos clínicos en distintas aplicaciones para tumores cerebrales, para neuroblastomas, para leucemias en otras situaciones… Y entre todo eso sí que pensamos que habrá una revolución.

P. ¿Dónde queda la terapia génica?

R. La terapia génica todavía no ha llegado al cáncer infantil, pero ha llegado a algunas enfermedades hematológicas que pueden acabar en un cáncer infantil. Cuando una enfermedad está causada porque un gen ha dejado de funcionar, si hay una forma de sustituir algunas células por otras que en las que ese gen esté arreglado, eso arregla tu enfermedad. En las enfermedades hematológicas, resultará en que esos pacientes tengan menos cánceres. Será evitar un daño colateral.

P. ¿Cuáles son las grandes incógnitas que quedan por resolver en el cáncer infantil?

R. Una muy importante es saber qué hace a los tumores resistentes. Porque sí tenemos tratamientos de primera línea para casi todos los tumores, pero hay muchos que aprenden a hacerse resistentes y las células se escapan. Y todavía no sabemos cómo evitar que se hagan resistentes o bloquear esos mecanismos para evitar que se hagan metastásicos y vuelvan a aparecer.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.
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