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Dime cómo llora tu bebé y la ciencia te dirá qué le pasa

Un estudio del Hospital Clínic logra clasificar el llanto del recién nacido a partir de datos acústicos, neurofisiológicos, de expresión facial y de movimientos corporales. La investigación abre la puerta a usar el lloro infantil como un biomarcador de salud

Bebes
Un recién nacido llora en brazos de su madre.damircudic (Getty Images)
Jessica Mouzo

El llanto es el lenguaje universal de los recién nacidos. Lloran para comunicar sus necesidades y sus sentimientos constantemente. De hecho, se pasan gimoteando y sollozando entre una y tres horas diarias, aunque no todos los lloros son iguales. La ciencia lleva tiempo intentando descifrar ese ancestral sistema de comunicación, buscando patrones y dinámicas conductuales que expliquen qué significa exactamente cada lloriqueo y, aunque quedan muchos códigos por resolver, un nuevo estudio del Hospital Clínic de Barcelona ha dado un paso adelante para interpretar el llanto de los bebés: la investigación ha logrado clasificar el llanto de un bebé sano y otorgarle unas características determinadas a partir de la acústica, el comportamiento y patrones neurofisiológicos. Así, por ejemplo, han identificado que el lloro por hambre es constante, rítmico y de corta duración, mientras que el llanto de angustia es errático y más agudo. Estos hallazgos, aseguran los autores, suman evidencia para ayudar a interpretar el llanto a nivel doméstico en bebés sanos, pero también tiene potencial clínico: el análisis del sollozo y las variables fisiológicas asociadas puede llegar a funcionar como un biomarcador clínico y servir para identificar o evaluar el estado de salud del bebé.

El berrinche de un bebé acostumbra a generar confusión entre los padres. Intuyen que se trata de una señal de alerta o una necesidad no cubierta, pero no siempre saben a ciencia cierta la causa ni como resolverlo. “El impacto del llanto del bebé en los padres puede variar entre experiencias de ansiedad, depresión, impotencia, ira y frustración en respuesta al llanto del bebé, lo que afecta negativamente el vínculo afectivo y la percepción de los padres del bebé”, exponen los autores en su artículo, publicado en la revista Computers in Biology and Medicine. Por eso, saber interpretar el llanto de un recién nacido puede ser clave para garantizar su bienestar.

Los científicos llevan seis décadas investigándolo y, en los últimos años, la inteligencia artificial se ha sumado a esta carrera con el análisis masivo de datos y algoritmos cada vez más fiables y precisos para analizar e interpretar los lloros infantiles. “La experiencia clínica te decía que el recién nacido llora diferente según lo que le pasa. Y como pediatra tenías la sensación de que podías aprender a interpretar los llantos”, explica Oscar Garcia-Algar, jefe del Servicio de Neonatología del Clínic y autor del estudio. Su investigación, que ha contado con la colaboración de la startup de tecnología sanitaria Zoundream AG, especializada en análisis del llanto, ha pretendido comprobar si esas percepciones eran ciertas. “Lo que intentamos aquí es ver si existen distintos patrones de llanto a partir de diferentes variables. Si las características acústicas y fisiológicas asociadas al llanto permiten interpretarlo, esto nos permitiría utilizarlo a nivel doméstico, pero también en el contexto sanitario, por ejemplo, en una unidad de cuidados intensivos con bebés que tienen alguna patología. Hasta ahora, el llanto nunca se había usado para medir una situación clínica”, expone.

Los investigadores del Clínic reclutaron a 38 recién nacidos sanos y tomaron datos acústicos, de electroencefalogramas, de saturación de oxígeno en el cerebro, de expresiones faciales y de los movimientos corporales cuando los bebés lloraban de forma espontánea. Luego, con sistemas de inteligencia artificial, analizaron y procesaron los datos obtenidos. “Más allá de las diferencias acústicas, somos capaces de determinar variables asociadas, como la frecuencia cardíaca o el índice de oxigenación corporal. Lo podemos medir y monitorizar. Con estos parámetros, el llanto corresponde a una cosa concreta. Los estudios se han hecho en bebés sanos, pero ahora estamos recopilando datos con bebés prematuros o con alguna patología para ver si cambian los patrones de llanto”, señala García-Algar.

Al recopilar y analizar los datos de estos 38 bebés sanos, los autores descubrieron que, efectivamente, cada llanto tiene distintos patrones acústicos, neurofisiológicos y de comportamiento. Cuando un bebé está cansado y no puede conciliar el sueño, su llanto suele ser más prolongado y monótono. En los lloros causados por el hambre, en cambio, los patrones acústicos encontrados por los científicos del Clínic son “constantes, rítmicos y de corta duración, intensos, ruidosos, pero no agudos”, describen. En este contexto, los autores también encontraron patrones de mayor inquietud en el electroencefalograma y también en los movimientos físicos, las expresiones faciales y el tono muscular. Cuando tienen hambre, la agitación es mayor. “En general, el hambre en los recién nacidos puede provocar una variedad de expresiones faciales y movimientos corporales destinados a llamar la atención de los cuidadores e indicar una necesidad de alimento, entre ellos: reflejo de búsqueda, movimientos de succión, inquietud, retorcerse o arquear la espalda”, refieren los científicos.

Llanto errático ante la angustia

Los bebés también lloran cuando están angustiados o afligidos. Por ejemplo, porque tienen dolor o una sobreestimulación que les genera malestar. El estudio acústico de los investigadores del Clínic revela que, en este caso, el llanto es “errático, con menos pausas, de duración prolongada y agudos”. Por otra parte, el estudio de la actividad eléctrica del cerebro describió también una mayor excitación y, en cuanto a los patrones corporales, en estos contextos de angustia y malestar, el bebé presentaba una “tendencia a la inquietud”, con un aumento de la actividad motora como una expresión del alto nivel de malestar. Por ejemplo, a través de muecas faciales, agitación de brazos y piernas, arqueamiento de la espalda o tener los puños cerrados.

El llanto cuando necesitan eructar es parecido al que presentan cuando sufren angustia, pero más ronco. “Según nuestros resultados en la condición de eructo, los bebés con problemas gastrointestinales produjeron llantos más prolongados (en comparación con los de hambre y angustia) con un tono e intensidad más variables, lo que refleja la inestabilidad de las cuerdas vocales”, explican los autores. En cuanto a la oxigenación, la investigación reporta que se identificaron los niveles más bajos en comparación con las otras situaciones estudiadas, lo que indica, a juicio de los científicos, que “los problemas gastrointestinales, como el reflujo, podrían interferir con la respiración adecuada y disminuir los niveles de saturación de oxígeno”.

“Un paso preliminar” para una herramienta futura

Los autores admiten limitaciones en su investigación, como el pequeño tamaño de la muestra (solo 38 bebés) o las alteraciones que puede provocar el montaje del electroencefalograma o el medidor de oxigenación cerebral, que requieren que el bebé use una gorra y tenga un sensor en la frente, lo que puede provocarle molestias y, por tanto, llantos irritantes. Con todo, defienden sus resultados como “un paso preliminar” para el desarrollo de una herramienta eficaz para analizar el llanto y aseguran que medir los patrones neurofisiológicos del cerebro y el comportamiento de los bebés suman y confirman la información que arrojan los datos acústicos. “También confirmamos la importancia y el uso potencial de la acústica del llanto como biomarcador para la evaluación del bienestar infantil”, insisten.

Los hallazgos de este estudio son, según García-Algar, los primeros pasos de lo que puede dar de sí la interpretación del llanto del bebé. “Estamos en una fase inicial, analizando las características del llanto y si corresponde a una situación fisiológica”, enfatiza. Y, si bien no todas las variables se pueden analizar a nivel doméstico —en casa, por ejemplo, no se puede hacer un electroencefalograma—, la utilidad de todas estas investigaciones puede ser muy amplia: “Puede existir un dispositivo doméstico que sea capaz de interpretar el llanto por las características acústicas. Pero en el contexto clínico, si tienes un recién nacido ingresado, también puedes monitorizarlo e interpretar un patrón de llanto para identificar, por ejemplo, si tiene hambre o qué le pasa. El llanto es una forma de comunicación y podemos llegar a interpretar lo que dicen. El llanto puede tener mucho valor”, reflexiona el neonatólogo.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.
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