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Por qué aumenta el cáncer entre adultos jóvenes: los tumores en menores de 50 años crecen casi un 80% en tres décadas

Los expertos achacan este fenómeno a factores de riesgo en alza, como la mala alimentación, la obesidad, el sedentarismo o el cambio en los factores reproductivos

Why cancer is rising among young adults
En la imagen, Andrea Wizner, diagnosticada de cáncer de mama en 2020, cuando tenía 30 años.Marcelo Sastre
Jessica Mouzo

Hay muchos motivos por los que una célula humana puede enloquecer y empezar a multiplicarse descontroladamente hasta generar un tumor maligno. Fumar, por ejemplo, provoca mutaciones que pueden llevar a la célula a reproducirse sin freno. También el alcohol, la exposición excesiva al sol o, simplemente, el azar, pueden favorecer esos errores en la replicación celular. La edad ha sido siempre, sin embargo, la variable de más peso: a más años, más riesgo de que se produzcan esas erratas porque las células se degradan, los mecanismos de control se van perdiendo y el sistema de defensa se deteriora. Sin embargo, desde hace un tiempo, algo está cambiando en la expansión tradicional de la enfermedad: la edad sigue siendo un factor determinante, pero cada vez hay más casos entre adultos jóvenes y las causas no están claras.

Un estudio publicado recientemente en la revista BMJ Oncology calcula que la incidencia mundial de tumores entre menores de 50 años ha aumentado un 79% en tres décadas. Aunque la interpretación de los datos requiere cautela por las diferencias entre regiones —cuanto más desarrollados son el país, mayor es la incidencia del cáncer de aparición temprana—, por el uso de diferentes fuentes de información y por la probabilidad de subnotificación en países en vías de desarrollo, los expertos apuntan a los hábitos de vida poco saludables, a una mala alimentación, al sedentarismo, a la contaminación, al consumo excesivo de antibióticos o a factores reproductivos, entre otros, como los responsables del crecimiento del cáncer de aparición temprana. Tampoco descartan la posibilidad de que otros factores aún desconocidos están mediando en este giro de guion.

Los investigadores consultados, por ejemplo, agregan también la influencia de las mejoras en la detección precoz y del refinamiento de las técnicas diagnósticas. César Rodríguez, presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), apuntaba en una entrevista a EL PAÍS que estos fenómenos nunca se explican por una causa sola y, aparte del impacto del estilo de vida occidental, también “la detección a edades más tempranas a veces está relacionada con mejores técnicas de diagnóstico”. Una mamografía digital actual, por ejemplo, tiene más precisión que las que se hacían hace 30 años, ejemplifica el oncólogo. “Cuando tú más refinas los métodos de diagnóstico y la capacidad de realizar estudios que te encuentren un tumor, probablemente los diagnostiques antes”, explica.

Andrea Wizner apenas tenía 30 años cuando le diagnosticaron un tumor de mama. A principios de 2020, se había notado en el pecho “una bolita del tamaño de un garbanzo”, cuenta, y lo consultó con sus médicos. Estaba nerviosa y temerosa, pero la tranquilizaron: a su edad, un tumor era improbable; seguramente sería un “bulto de grasa”, le aseguraron. Pero la cara de su oncólogo cuando le dieron los resultados de las pruebas médicas truncó las buenas expectativas: “Ese garbanzo pasó a convertirse en un carcinoma ductal infiltrante. Y ahí empezó la carrera de fondo”, relata la joven, que ahora tiene 34 años.

Wizner se preguntaba por qué. Por qué ella. “No había tenido síntomas previos ni había pisado un hospital en mi vida. Soy deportista. Vivo en una isla [Ibiza] con aire puro… Me preguntaba cómo era posible”. Al otro lado del teléfono, la joven declara que sentía “miedo e incertidumbre”. No es fácil, concede hoy, afrontar un diagnóstico de cáncer a esa edad: “Si lo tienes a esas edades, llegas a pensar que algo has tenido que hacer mal. Pero yo sabía que no me lo había buscado de ninguna manera”, explica.

La comunidad científica todavía está intentando entender este fenómeno, desde su dimensión hasta las causas. No siempre se puede establecer una causalidad directa ante un cáncer, ni siquiera qué factores pueden estar implicados. Pero sí hay algunos puntos que los expertos ya tienen claros, como que el estilo de vida juega un papel determinante. “Los cambios en la dieta, el estilo de vida y el medio ambiente desde principios del siglo XX, que han dado lugar a un aumento de las tasas de obesidad, inactividad física, dietas occidentalizadas y contaminación ambiental, pueden haber afectado la incidencia del cáncer de aparición temprana. Además, el alcohol, el tabaquismo y las exposiciones perjudiciales durante el embarazo también pueden haber afectado”, exponen los investigadores en el artículo de BMJ Oncology.

Tenemos la percepción de que cada vez atendemos a gente más joven”
Ana Fernández Montes, oncóloga

Todos esos sospechosos habituales de las consultas, como el hábito tabáquico o una alimentación poco saludable, que ya están detrás también de otras dolencias cardiovasculares o metabólicas, han ido creciendo en las últimas décadas y pueden estar pasando factura, intuyen los expertos. Ana Fernández Montes, que es vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y oncóloga del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense, aconseja prestar atención al exposoma. Esto es, todas las exposiciones ambientales —dieta, estilo de vida, microbioma, obesidad, medioambiente… — con las que entra en contacto un ser humano a lo largo de su vida. “Todo a lo que nos exponemos condicionará el riesgo”, avisa Fernández Montes.

Una investigación publicada en Nature Reviews Clinical Oncology hipotetiza con que, si bien las razones del auge del cáncer de aparición temprana no están “del todo claras”, “probablemente estén relacionadas con cambios en la exposición a factores de riesgo en las primeras etapas de la vida y/o en la edad adulta temprana desde mediados del siglo XX en adelante”. Con todo, admiten: “Los efectos específicos de las exposiciones individuales siguen siendo en gran medida desconocidos”.

Reglas más tempranas y maternidades tardías

Influye todo. Lo bueno y lo malo. Las mejoras en la detección precoz, como los cribados, pueden haber contribuido a este incremento de los casos, aunque su influencia seguramente será limitada porque la mayoría de los programas sistemáticos de diagnóstico temprano están dirigidos a población más mayor. Un ejemplo es el cáncer de mama, que cuenta con técnicas de cribado, pero en muchos países, como en España, está disponible a partir de los 50 años. El estudio del BMJ Oncology, de hecho, advierte de que la incidencia de este tumor de aparición temprana aumentó también en lugares donde no hay pruebas de detección rutinarias. Esto sugiere, según los investigadores, que, además del aumento de peso y el auge de hábitos de vida poco saludables, el “cambio de los factores reproductivos” pueden haber contribuido. Los científicos se refieren, por ejemplo, al inicio más temprano de la menstruación, el uso de anticonceptivos orales, la edad más avanzada para ser madre por primera vez o el no practicar la lactancia materna.

Todos esos factores también contribuyen a incrementar el riesgo de cáncer. Cada variable puede ir sumando puntos sobre el riesgo individual, aunque, de entrada, este es bajo, conviene Xavier Castells, jefe de Epidemiología y Evaluación del Hospital del Mar de Barcelona. “Cuando miramos el riesgo a cinco años, el factor más importante sigue siendo la edad. El riesgo medio de tener cáncer de mama aquí en Europa es del 1,3%. Una que tiene riesgo alto es de un 2% o un 5%. Estamos hablando de estas dimensiones”, tranquiliza el médico, que pertenece al equipo de expertos que elabora las recomendaciones del cribado de cáncer de mama en la UE.

Todo a lo que nos exponemos [en la vida] condicionará el riesgo de cáncer”
Ana Fernández Montes, oncóloga

Wizner tuvo que someterse a seis ciclos de quimioterapia, una operación y otras tantas sesiones de radioterapia para fulminar el tumor. Durante el tratamiento, cuenta, conoció a chicas como ella. Incluso más jóvenes: “Había una de 24 años. Es una época en la que nadie está a salvo”, reflexiona ahora. El estudio del BMJ Oncology estima que, en esta década, la incidencia de cáncer de aparición temprana crecerá en torno a un 31%, especialmente entre las personas de 40 a 49 años.

A pie de consulta, la sensación va también en esta línea, acepta Ana Fernández Montes: “Todos tenemos la percepción de que cada vez atendemos a gente más joven. Antes, el perfil de pacientes con cáncer de colon que tenía en la consulta era gente de más 65 años y era rarísimo atender pacientes de 48. Ahora tengo un paciente de 36, de 40 o 43. Esos casos antes eran una rara avis”. La oncóloga lamenta, no obstante la falta de un registro de casos en España que estratifique por edad: “No sabemos cómo está aumentando. Es una necesidad no cubierta”.

A propósito del cáncer de colon, un estudio publicado en la revista Science, apunta, precisamente, que este tipo de tumor de aparición temprana “está aumentando a nivel mundial y se prevé que se convierta en la principal causa de muerte por cáncer en personas de 20 a 49 años en Estados Unidos para 2030″. Los autores admiten que “aún se desconocen las razones exactas”.

El cáncer colorrectal siempre fue un tumor asociado al envejecimiento —por eso el cribado con un test de sangre oculta en heces se suele hacer a partir de los 50 años—. Pero también la obesidad, la diabetes o el sedentarismo, por ejemplo, son factores de riesgo tradicionalmente vinculados a esta enfermedad. Elena Elez, oncóloga del Hospital Vall d’Hebron e investigadora principal del grupo de cáncer colorrectal del VHIO, señala que el 25% del cáncer colorrectal “tiene un componente hereditario” y en los pacientes menores de 40 años, eso era lo que solía suceder: “Tenían antecedentes familiares”. Pero ahora no, advierte la científica, que destaca también el papel de todas las exposiciones del ser humano, desde la etapa prenatal, incluso.

El papel del microbioma

En este sentido, los expertos miran con atención al microbioma, que es todo ese ecosistema de microbios que pueblan el intestino y participan en funciones clave del organismo, como la propia defensa contra agentes extraños. No hay dos microbiomas iguales, todo varía según la exposición a determinadas circunstancias: por ejemplo, si un bebé nace por cesárea o parto natural; según el tipo de alimentación o por el consumo de antibióticos. “Los humanos somos el organismo invasor de las bacterias. El microbioma se modula con antibióticos, por ejemplo, y el uso de estos fármacos ahora es mayor y puede estar afectando”, expone Fernández Montes.

Elez está dentro de un proyecto internacional para estudiar el papel del microbioma, saber si es un factor de riesgo y, en su caso, cómo modularlo: “Hay un tipo de bacteria, la Fusobacterium nucleatum, que se ha visto con más frecuencia en un tipo de cáncer colorrectal. Se ha demostrado la existencia de esta bacteria en el tumor y en metástasis hepáticas”, ejemplifica la oncóloga de Vall d’Hebron. No se sabe si esas bacterias u otras son pasajeras o causantes de la enfermedad, pero la comunidad científica sigue investigando su potencial en la génesis o el pronóstico del cáncer. “Determinadas bacterias hacen que el tratamiento con inmunoterapia sea más eficaz o tenga menos efectos secundarios”, subraya Elez.

Determinadas bacterias hacen que el tratamiento con inmunoterapia sea más eficaz o tenga menos efectos secundarios”
Elena Elez, investigadora en cáncer colorrectal del VHIO

Pese a que el riesgo individual medio es bajo, tanto para sufrir cáncer de mama como para otros tumores, el auge de las neoplasias de aparición temprana ha abierto el debate sobre la pertinencia o no de adelantar los cribados o afinar estas pruebas de detección precoz a perfiles de mayor riesgo. El grupo asesor de la UE en el que participa Castells, por ejemplo, ha recomendado ampliar la edad de cribado de cáncer de mama por delante y por detrás: “A mujeres con riesgo medio, se le está proponiendo adelantarlo a los 45 y retrasarlo hasta los 74, con lo que aumentaría un 50% la población diana. Bajamos la edad porque creemos que ya ha habido suficientes estudios que muestran un beneficio en mortalidad que supera a los riesgos [como los falsos positivos o el sobrediagnóstico]. Entre los 40 y los 45 se recomienda que no [se haga el cribado], pero estamos haciendo estudios para ver si tiene sentido empezar antes en un subgrupo de mujeres”, explica Castells. Se refiere a aquellas con alta densidad mamaria —con este tipo de mama, potenciales lesiones en la mamografía no se aprecian bien—, antecedentes familiares de cáncer de mama, antecedentes personales de lesiones benignas o con predisposición genética.

Los científicos reconocen que hay aún muchas “lagunas” en la investigación. De hecho, los investigadores de Harvard señalan que esta “epidemia” de cáncer de aparición temprana podría ser solo una parte de algo más grande, dicen: “La punta del iceberg o un ejemplo de una tendencia creciente hacia una mayor incidencia de muchas enfermedades crónicas en las generaciones jóvenes y/o futuras”.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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