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Sesgos de género en la atención cardiovascular: por qué las mujeres con un infarto se diagnostican más tarde y peor

Un estudio revela que una escala técnica usada por los cardiólogos para medir la probabilidad de muerte tras un problema coronario subestima el riesgo de mortalidad en las mujeres

Emergency center
Las mujeres consultan más tarde y tienen menos conciencia de la enfermedad cardiovascular, pero también los médicos tienden a minusvalorar los síntomas.BSIP (Getty Images)
Jessica Mouzo

Pocas enfermedades hay más tiempo-dependientes que un infarto: si no se ataja a tiempo, el resultado puede ser fatal. Un fuerte dolor en el pecho suele encender las alarmas del paciente y de los dispositivos sanitarios. Sobre todo, si el que lo padece es un hombre. En las mujeres, todo, desde la consulta de la sintomatología hasta el abordaje terapéutico, suele ser más lento y confuso. La comunidad científica ha constatado desde hace más de una década una discriminación de género en la atención cardiovascular a las mujeres. “A pesar de que el 35% de las muertes de mujeres cada año son por enfermedad cardiovascular, a ellas se las sigue diagnosticando y tratando de manera insuficiente”, lamentaba la revista The Lancet en 2021. Y el sesgo continúa: una investigación presentada hace unas semanas en el Congreso Europeo de Cardiología celebrado en Barcelona revela que una de las escalas internacionales para medir la probabilidad de muerte tras un problema coronario subestima el riesgo de mortalidad hospitalaria en mujeres. Los expertos explican que, por un lado, ellas consultan más tarde y tienen menos conciencia de la enfermedad cardiovascular, pero también los médicos tienden a minusvalorar los síntomas o, cuando tienen el diagnóstico, ser más conservadores en los tratamientos.

Ante un infarto, el reloj juega en contra y cada minuto cuenta: la vida va o viene en cuestión de segundos. En esta patología, por ejemplo, una arteria del corazón se ha obstruido porque se ha formado un trombo, un coágulo que interrumpe la correcta circulación sanguínea al corazón. Cuanto más tiempo pase, más tiempo está el corazón sin sangre y más tejido cardíaco termina dañado. Por eso es preciso consultar y tratar el problema inmediatamente.

Los científicos han evidenciado, sin embargo, que la atención cardiovascular varía según el género: ellas tardan más en consultar, los médicos más en diagnosticarlas y al tratarlas, son conservadores. Además, las herramientas sanitarias disponibles también están sesgadas: un artículo publicado esta semana en The Lancet revela que la escala GRACE, un parámetro para estratificar el riesgo de muerte hospitalaria en personas que han sufrido un infarto, subestima el riesgo de muerte en mujeres, “favoreciendo su estratificación incorrecta al grupo de riesgo bajo a intermedio, para el cual la escala no indica un tratamiento invasivo temprano”, concluye el estudio. En las enfermedades cardiovasculares en general, aunque la incidencia es mayor en hombres, la mortalidad es más elevada en mujeres.

Para Ana García, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares y jefa de servicio de Cardiología del Hospital Clínic de Barcelona, los resultados del estudio eran “bastante esperados”: “El GRACE, como la mayoría de las escalas, se ha derivado de estudios donde la predominancia masculina es clave”, sopesa la cardióloga, que no ha participado en el estudio.

Las expertas consultadas aseguran que esta brecha asistencial se está intentando atajar, pero el problema es multifactorial. Comenzando por la percepción de la enfermedad: las enfermedades cardiovasculares son una de las principales causas de muerte en mujeres, pero no son conscientes de ello. Hay “un sesgo de información” desde el principio, lamenta Antonia Sambola, coordinadora del grupo de Trabajo de Mujeres en Cardiología de la Sociedad Española de Cardiología: “Las mujeres piensan que la primera causa de muerte es el cáncer de mama y no es así”.

La falta de conciencia de que el infarto, por ejemplo, no es solo cosa de hombres y ellas también lo pueden sufrir, sumado a una sintomatología que puede ser más imprecisa —aparte de dolor en el pecho, pueden presentar náuseas o malestar general también—, apunta García, retrasa la visita a urgencias. Sambola, que atienden este tipo de urgencias cardíacas en Vall d’Hebron, el hospital más grande de Cataluña, es tajante: “Cuando tienes un dolor en el pecho, igual que un hombre, tienes que consultar. El resto de síntomas son adicionales. Lo que define y uno tiene que tener en cuenta cuando llega un paciente es el dolor en el pecho”.

Pero también entre los médicos se subestima el riesgo o no se toma en serio la sintomatología. “Existe cierto sesgo, no se asocia que la mujer puede tener enfermedad cardiovascular. Es frecuente que las mujeres que llegan con síntomas a urgencias hayan consultado por una angina de pecho días antes y los médicos le hayan dicho que ese dolor puede ser por ansiedad”, explica Sambola. También en otras patologías, como arritmias ventriculares o insuficiencia respiratoria, entre otras dolencias, las mujeres demoran más la consulta.

Llegan más tarde a los servicios sanitarios, pero cuando llegan, el siguiente paso en la escala de actuación, que es el abordaje terapéutico, también falla. O se queda a medias. “Se trata de forma más conservadora: se opera menos y se hacen menos procedimientos intervencionistas. Existe la percepción de que la paciente es más frágil y se trata de forma conservadora”, apunta García. Un estudio publicado en la revista Heart constató que, tras un infarto, las mujeres recibieron con menos frecuencia algunos de los parámetros de calidad (pruebas o procedimientos médicos) indicados en este contexto, como una terapia de perfusión oportuna para su cuadro clínico, angiografías coronarias o tratamientos con antiplaquetarios, entre otros. La mortalidad también fue mayor para ellas: “Se estima que 8.243 muertes de mujeres podrían haberse evitado durante el período de estudio si el logro de su indicador de calidad hubiera sido igual al alcanzado por los hombres”, reza el estudio.

Sambola asegura que se hacen menos procedimientos invasivos en mujeres porque, a veces, el diagnóstico no se establece bien, pero también influyen otros factores: “Está el tema de la fragilidad. Hay pacientes que son mayores y tienen un aspecto más frágil [con otras dolencias asociadas] que los hombres, pero esto es difícil de valorar. A lo mejor hay más riesgo, pero el resultado es mejor”.

Menos acceso a ensayos clínicos

La otra pata de la que cojea, en términos de discriminación de género, la atención cardiovascular es en la investigación: ellas participan menos en ensayos clínicos. “En estudios donde se prueba si un tratamiento es beneficioso, el porcentaje de mujeres no llega al 30%”, lamenta Sambola.

¿Por qué no participan? Las voces consultadas señalan que, si bien rechazan más que ellos participar por problemas de conciliación o porque no disponen de tiempo para ir a las visitas de seguimiento, también hay trabas en la incorporación porque no cumplen los requisitos de acceso: “A las mujeres menores de 55 años, por ejemplo, no las reclutan porque menstrúan y puede influir en el resultado. Con una cardiopatía isquémica, se usan muchos antitrombóticos y anticoagulantes que lo que harán es aumentar la hemorragia menstrual, tendrán más anemia y más efectos secundarios”, explica la cardióloga de Vall d’Hebron.

Las cardiólogas reclaman poner más atención y conciencia en el autocuidado, elevar la educación y formación también a los profesionales y recalibrar escalas como la GRACE para afinar los parámetros con perspectiva de género.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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