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Frédéric Lenoir, filósofo: “El porno crea miedo a las relaciones sexuales”

El ensayista francés publica ‘Filosofía del deseo’, un libro donde ofrece un recorrido histórico y filosófico para comprender la naturaleza de los deseos y cómo dirigirlos hacia lo que realmente nos beneficia

Frederic Lenoir
El escritor Frederic Lenoir posa durante una sesión de retratos en París, Francia, el 20 de marzo de 2016.Eric Fougere - Corbis (Corbis via Getty Images)

La conversación con el filósofo francés Frédéric Lenoir fluye mejor en terreno llano. No es que este autor, que ha vendido millones de ejemplares con sus libros, evite los temas polémicos o sea contrario a la confrontación; simplemente, está conectado a la videollamada desde un coche, en compañía de unos amigos, y la conexión se deteriora notablemente cuando suben por la ladera de una montaña en la carretera de Los Ángeles. “Justo me habéis pillado en mitad de un road trip, y mis amigos tienen un compromiso ineludible. Prometo que en cuanto podamos, nos detendremos en un arcén”, se disculpa.

El arcén tardó en llegar, exactamente, hasta la última pregunta. Por suerte, la claridad expositiva que Lenoir exhibe en sus obras, resistió en una conversación congelada en cada cambio de altura. Acaba de publicar Filosofía del deseo (Ariel, 2024), un ensayo en el que aborda la importancia del deseo en la vida humana, la necesidad de regularlo en un mundo saturado de opciones y tecnología, y la contibución de las redes sociales, la sociedad de consumo y la pornografía en el declive de lo que el filósofo Henri Bergson llamaba el “élan vital” (impulso vital en francés).

Pregunta: En su último libro, usted afirma: “Un ser humano sin ningún deseo es un muerto viviente”. ¿Por qué es tan importante el deseo en nuestras vidas?

Respuesta: Creo, como decía Spinoza, que el deseo es lo que constituye nuestra singularidad como seres humanos. Es el motor fundamental de nuestra existencia; sin él, no tendríamos ganas de vivir, ni de levantarnos por las mañanas. En cierta medida, la depresión es una enfermedad que se puede definir como una ausencia de deseo. Estoy firmemente en contra del enfoque ascético que busca suprimirlo, ya que considero que ello equivaldría a perder nuestra humanidad. Para mí, la clave radica en cómo dirigir el impulso del deseo de manera constructiva.

P: Incluso relaciona el deseo con la crisis ecológica. ¿El futuro de la humanidad pasa por aprender a regular nuestros deseos?

R: Sí. La alianza actual entre la tecnología y el liberalismo ecológico permite a la mayoría de nosotros responder a los incentivos de la parte más primitiva de nuestro cerebro, que nos hace desear siempre más. Esta huida hacia adelante es catastrófica desde el punto de vista ecológico, porque un crecimiento infinito es algo imposible en un mundo finito con recursos limitados. Además, es una fuente de insatisfacción permanente para aquellos que nunca están satisfechos con lo que tienen.

P: ¿Cómo es posible discernir los deseos auténticos y beneficiosos de aquellos que vienen inculcados por la sociedad de consumo, la familia o la religión dominante?

R: Ahí no podemos escapar de lo que nos dice Sócrates: conócete a ti mismo. Debemos realizar un trabajo de introspección para observarnos. Se trata de una labor de observación crítica de uno mismo, que puede llevarse a cabo mediante el psicoanálisis, la introspección personal, o la meditación. Con el tiempo y la experiencia, uno logra conocerse a sí mismo. Esto es lo que Jung denomina el proceso de individuación. Normalmente, ocurre entre los 35 y los 50 años, ya que antes uno está atrapado en la influencia de la sociedad y la familia. Sin embargo, llega un momento, en la mitad de la vida, en el que uno se pregunta: ¿He elegido bien mi profesión? ¿He elegido bien mi pareja? Tal vez necesite hacer algo que me haga sentir más feliz y más útil en la sociedad. Es por eso que muchas personas buscan terapia y reorientan su vida a esa edad, porque buscamos lo que nos conviene como individuos.

Todos deberíamos limitar nuestros deseos para ser más felices y mejorar nuestra calidad de vida.

P: Usted practica el ayuno y, diariamente, solo se permite 20 minutos de información; además, es un declarado defensor del mindfulness. ¿No contribuyen estas prácticas, como usted ha criticado previamente, a “suprimir el deseo”?

R: Yo soy muy epicureo. Ser epicúreo no implica buscar una abundancia o cantidad de deseos, sino más bien priorizar la calidad sobre la cantidad. Es mejor tener poco alimento de mucha calidad, que mucho alimento de poca calidad. Esta ética se centra en moderar nuestros deseos, no en suprimirlos por completo: se trata de limitarlos a lo esencial y lo valioso. Al practicar el ayuno, busco acostumbrar mi cuerpo a limitar sus deseos y a saborear aún más cualquier alimento. Al restringir la cantidad de información que consumo diariamente, busco evitar la saturación mental y el estrés que provoca un exceso de información, que suele ser mayoritariamente negativa. Diría que todos deberíamos limitar nuestros deseos para ser más felices y mejorar nuestra calidad de vida.

P: ¿Era más fácil gestionar el deseo en tiempos de Epicuro o Aristóteles que en la actualidad?

R: Sí y no. Por un lado, la gestión del deseo ha sido un tema estudiado a lo largo de toda la historia de la filosofía. En ese sentido, el núcleo del ser humano no ha cambiado. Lo que ha cambiado drásticamente es el entorno social, que exacerba las dificultados para regular el deseo, porque no hoy no podemos sino desear. La posibilidad de hacerlo todo complica la vida de muchos occidentales, que a menudo están indecisos, sin saber bien qué quieren, ni qué es lo mejor para ellos. Una enfermedad moderna, bien descrita en el libro La fatiga de ser uno mismo, de Alain Ehrenberg, es el agotamiento resultante de intentar ser auténtico. La búsqueda de la autenticidad está bien, pero puede ser agotadora, y muchos individuos se sienten cansados porque tienen demasiadas opciones entre las cuales elegir. Cuando tienes tantas opciones, intentas hacerlo todo y, al final, no haces nada bien. Una vez más, nos encontramos más centrados en la cantidad que en la calidad.

P: En el libro, usted analiza cómo se manipula el deseo de los jóvenes, especialmente a través de las redes sociales.

R: La gran mayoría de los adolescentes están completamente enganchados a las redes. Es una especie de esclavitud; necesitan constantemente revisar las notificaciones. De hecho, trabajadores de importantes empresas tecnológicas reconocen que las redes sociales están diseñadas para manipular la psicología de los jóvenes, alimentando su necesidad de reconocimiento a través de los “me gusta”. El dilema radica en cómo regular esto, lo cual es muy complicado, ya que globalmente resulta extremadamente difícil regular las redes sociales. Personalmente, creo más en la autodisciplina. Por un lado, los padres deberían limitar el uso de las plataformas a sus hijos en la medida de lo posible; sin embargo, lo mejor que podemos hacer es ofrecer a los adolescentes algo que los motive más que las redes sociales.

P: ¿Como qué?

R: El filósofo Baruch Spinoza explica que es posible superar una adicción a un deseo mal orientado que nos hace infelices, simplemente mediante la fuerza de la razón y la voluntad. Para lograrlo, es necesario generar un afecto positivo más poderoso que el que deseamos contrarrestar, y así redirigir nuestro deseo hacia algo, ya sea una persona, una actividad o un objeto, que nos brinde un mayor bienestar. Conozco el caso de una joven que estaba completamente adicta a las redes sociales. Sus padres intentaron ayudarla a superar esta adicción y descubrieron que le apasionaban los caballos. Ahora, los caballos se han convertido en su nueva pasión y ha dejado su antigua adicción. Es crucial ofrecerles experiencias reales que les proporcionen una mayor satisfacción que la que puedan obtener de las plataformas.

P: También expresa su preocupación por el agotamiento sexual de los jóvenes.

R: Efectivamente, existe un problema de deseo sexual en las generaciones jóvenes. Varios estudios han demostrado que los jóvenes tienen cada vez menos impulso sexual, lo cual se atribuye fundamentalmente al consumo de pornografía. El sexo les asusta. A los chicos les preocupa la idea del rendimiento asociada a la actividad sexual. Muchos jóvenes adultos hablan de su temor a no ser lo suficientemente buenos, a no proporcionar suficiente placer a su pareja o a no obtenerlo ellos mismos. A las chicas les preocupa no disfrutar según lo esperado y tienen un mayor temor a la violencia. Por esta razón, prefieren optar por la castidad en lugar de enfrentarse al riesgo de tener relaciones sexuales o prácticas forzadas. El porno crea miedo, sin duda.

La gente se ha acostumbrado al mundo virtual, ya que las interacciones directas resultan más confusas y complicadas

P: Y el contacto físico, también.

R: La gente se ha acostumbrado al mundo virtual, ya que las interacciones directas resultan más confusas y complicadas. Los jóvenes ya no están seguros de lo que quieren, tienen miedo a establecer relaciones y temen al otro. Deciden que pueden satisfacerse mejor individualmente que en compañía de otra persona. Todos estos factores hacen que en la actualidad las relaciones físicas directas, no solo de naturaleza sexual, sino también emocional y afectiva, resulten intimidantes para muchas personas.

P: Algunos de estos jóvenes, especialmente varones, han encontrado un refugio en la doctrina estoica.

R: El éxito del estoicismo en la actualidad, en mi opinión, se debe a varios factores. En primer lugar, su accesibilidad. Existen una serie de máximas, recetas y fórmulas que uno puede intentar aplicar en su vida diaria. Los estoicos comprendían esta dimensión de la filosofía práctica que puede ayudarnos a vivir bien a través de principios perfectamente aplicables en la actualidad. Por ejemplo, Epicteto, en su Manual de Vida, diferencia entre lo que está bajo nuestro control y lo que no lo está; lo que depende de nosotros es lo que podemos cambiar, mientras que lo que no, es mejor aceptarlo con serenidad en lugar de frustrarnos, ya que así evitamos sufrir dos veces. Estas enseñanzas son claves para una vida más plena.

P: ¿Y el otro motivo?

R: El otro motivo es que nos enseña a regular nuestros deseos. Nos enseña a soltar lastre, a dejar ir. En un mundo donde constantemente deseamos cosas, donde anhelamos todo, pero no podemos tenerlo todo, nos sentimos profundamente insatisfechos y atrapados en un frenesí de deseos. Como bien decía Kant, buscar la felicidad a través del deseo es una fantasía irracional. El estoicismo nos enseña que para ser felices debemos limitar nuestros deseos y aceptar la realidad tal como es. Aprender a decir sí a la vida, soltar lastre y aceptar la realidad. Ese trabajo de la aceptación de la realidad es una buena filosofía, y está en el corazón del estoicismo.

P: Hace tres años denunció públicamente la creación del pase sanitario y la decisión de encerrar a la gente en sus casas.

R: Estoy convencido de que una de las mejores maneras de vivir plenamente y sentirse verdaderamente vivo es aceptar la muerte. Si toda nuestra vida se organiza en torno al miedo a morir, corremos el riesgo de llevar una vida muy limitada y mezquina. Los años marcados por la pandemia de la covid-19 han puesto de manifiesto esta obsesión por la salud en muchas personas y en la gestión política de la crisis: nada importaba más que salvar el mayor número posible de vidas, incluso a expensas de la libertad individual y del equilibrio psicológico y emocional de todos. En la primavera de 2020, denuncié esta política que consistía en elevar la salud como valor supremo. El miedo a la muerte nos lleva a tomar decisiones individuales y colectivas que limitan la vida, la esterilizan y le quitan todo su sabor.

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