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OBITUARIO

Cristina Barrios, una embajadora de talla

Pionera en la carrera diplomática, hizo de los puestos desde los que representó a España plataformas de promoción cultural

Cristina Barrios, en un encuentro con corresponsales españoles en México en 2004.
Cristina Barrios, en un encuentro con corresponsales españoles en México en 2004. Jorge González (EFE)

Hoy a las 8 de la tarde se celebrará en Madrid el funeral de Cristina Barrios, una de las diplomáticas de más talla que ha tenido en su historia el Ministerio de Asuntos Exteriores de España. Fallecida el pasado 19 de abril en Miami de un cáncer de páncreas que no le impidió seguir trabajando hasta el último segundo, sus cargos, méritos y condecoraciones son tantos que podrían llenar esta página, pero lo más importante de su trayectoria no es eso, ni a ella le importaba. Cristina Barrios era una intelectual de primer orden y desde los puestos que ocupó, entre ellos el de embajadora de España en Suecia y México y el de cónsul en Miami —cargo que el Gobierno español siempre ha considerado una Embajada oficiosa—, hizo de la cultura el vehículo para profundizar en las relaciones y proyectar una imagen de España de la que cualquiera podía sentirse orgulloso, algo nada sencillo. Amiga íntima de escritores como Gabriel García Márquez o artistas Cristina García Rodero, siempre contó con su complicidad y con la de sus numerosos amigos en las artes para dejar una huella indestructible y honda por donde pasó; y de eso sí se sentía orgullosa.

María Cristina Barrios Almazor nació el 26 de mayo de 1946, en San Sebastián. Tras concluir Filosofía y Letras, cursó Estudios Internacionales en la Escuela Diplomática de Madrid —cuando pocas mujeres lo hacían—, ingresando en la carrera diplomática en 1979. Fue directora general de Protocolo a comienzos de los años noventa, con el Gobierno de Felipe González, embajadora en Suecia entre 1998 y 2002, con el Gobierno de José María Aznar, y posteriormente en México, con el de José Luis Rodriguez Zapatero. En 2007 fue nombrada embajadora en misión especial para el Cambio Climático, luego embajadora para la reconstrucción de Haití y en 2010 cónsul general en Miami, un puesto que ocupó mientras su hermano Pablo era Cónsul General en La Habana, una alineación de los astros que marcó un hito difícilmente repetible. En Miami Cristina se jubiló el año pasado, a los 68 años, ya herida por la enfermedad, y allí permaneció hasta su muerte.

Cristina Barrios era una fuerza de la naturaleza y gran parte de ella la empleó en promover lo mejor de España, esto es, lo mejor de su cultura, huyendo siempre de la artificiosidad con la que no pocos la han contaminado. Por donde pasó llevó a los mejores escritores, poetas, pintores y artistas españoles, sin olvidarse de establecer lazos estrechos entre ellos y lo más auténtico de la cultura local, sin perder nunca de vista su función de tender puentes políticos. En México, país complejo para un embajador español, llegó a tener en su casa al mismo tiempo al exvicepresidente Pedro Solbes, a uno de los mejores escritores de España y a un simple aprendiz de periodista, como si fuera uno de esos artistas de circo que tiene 10 platos girando sobre otros tantos palillos sin que ninguno se le caiga. Cristina lo era todo en las embajadas por donde pasaba: embajadora, agregada cultural, cónsul, agregada económica y laboral y, sobre todo, amiga. Por eso fue condecorada con diversas órdenes y medallas en todos esos países, además de las que le concedió el Gobierno español.

Como toda persona inteligente, su sentido del humor era algo serio. En una ocasión, en el restaurante Tezca, en la Zona Rosa de Mexico D.F, donde el cocinero Juan Mari Arzak realizaba unas jornadas gastronómicas, compartió mesa con García Márquez y otros escritores españoles. La sobremesa se alargó y cuando el último cliente se marchaba abrazó efusivamente a Arzak sin mirar siquiera a Gabo y a la embajadora, pese a que los conocía de sobra a los dos. “Ves, hemos confundido la profesión”, le dijo Cristina Barrios al Premio Nobel.

En Miami, su último puesto diplomático, su muerte causó desolación en los centros académicos. Eduardo Padrón, presidente del Miami Dade College, dijo de ella —y su valoración es un buen resumen de otras muchas— que había sido “un modelo de diplomática humanista y abierta a todas las ideas”. “La amiga María Cristina fue cónsul y familia de Miami al instante de haber arribado. Miami Dade College le agradece numerosas atenciones que se transformaron en hechos inolvidables a beneficio de nuestra comunidad. En el orden personal, pierdo una interlocutora entrañable. Su obra permanecerá entre nosotros”, afirmó el académico. Mientras luchaba contra su enfermedad, este periodista la visitó en su casa de Coral Gables y se sorprendió al encontrarla, gin-tonic en mano, sosteniendo dos reuniones a la vez para organizar sendos actos culturales. No se dejó amilanar por su enfermedad.

En el día de su funeral, quienes la conocíamos seguiremos brindando por ella.

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