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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
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Planeta Futuro
Tribuna
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Ciudades esponja y techos verdes: las urbes incorporan la naturaleza para mitigar y crear empleo

Reverdecer o restaurar humedales son intervenciones necesarias para garantizar una vida saludable, la conservación del medio ambiente y la actividad económica

Ciudades Verdes
Imagen de la ciudad de Medellín (Colombia), que ha creado un corredor verde de 1,3 kilómetros para ofrecer un fácil acceso a zonas verdes.Ulises Casaraz (Pixabay)

Las ciudades acogen a más de la mitad de la población mundial y son responsables de más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por ello, tienen un papel fundamental que desempeñar para frenar y adaptarse a la doble crisis de la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. Estamos a tiempo de alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, pero solo será posible si reducimos nuestras emisiones atmosféricas en un 43% en los próximos siete años. De lo contrario, nos enfrentaremos a las consecuencias de inundaciones y sequías, que son cada vez más frecuentes y se están haciendo sentir en todo el mundo.

Una forma de hacer que las ciudades sean más sostenibles y resilientes es incorporar la naturaleza a su gestión y diseño. Estas soluciones protegen, restauran y gestionan el ecosistema de forma sostenible, lo que garantiza la biodiversidad, mejora la calidad del aire y asegura una mayor seguridad alimentaria y de los recursos hídricos. Las soluciones basadas en la naturaleza son diversas y abarcan desde reverdecer la ciudad hasta la restauración de humedales y arrecifes, pasando por la mejora de la gestión del agua de lluvia. No solo son positivas para el medio ambiente, sino también para el bienestar y la economía. De hecho, tienen el potencial de generar más de 59 millones de puestos de trabajo en todo el mundo.

Un gran número de ciudades están adoptando soluciones innovadoras basadas en la naturaleza. Por ejemplo, Guangzhou (China) se embarcó en 2017 en un viaje para convertirse en una ciudad esponja con el objetivo de hacer frente a la degradación ambiental. Aplicando este concepto, Guangzhou y muchas otras metrópolis chinas han reducido el riesgo de inundaciones y mejorado la gestión del agua. Otras ciudades, como Toronto (Canadá), han implantado una política que exige que los nuevos edificios tengan techos verdes, lo que puede reducir la temperatura y el consumo energético de los edificios, además de proporcionar un hábitat para la fauna urbana y mejorar la calidad del aire. Por su parte, Medellín (Colombia) ha creado un corredor verde de 1,3 kilómetros que ofrece al vecindario un fácil acceso a zonas verdes.

Las soluciones basadas en la naturaleza pueden proporcionar más de un tercio de la mitigación climática necesaria para 2030. Sin embargo, solo el 0,3% del gasto en infraestructura urbana se destina a ello.

Las grandes ciudades dependen de sus alrededores para acceder a recursos naturales como el agua, la energía o la alimentación, y al mismo tiempo tienen un gran impacto en su ecosistema

Este año, el Día Mundial Metropolitano, celebrado cada 7 de octubre, se centró en “el poder de la naturaleza”. Con este tema, se hizo un llamamiento a los gobiernos para que trabajen más allá de los límites administrativos de sus ciudades y sitúen la naturaleza en el centro de la acción local. Más de 240 personas, incluyendo representantes políticos, se reunieron en Estambul (Türkiye) para intercambiar experiencias sobre cómo mejorar la resiliencia de sus áreas metropolitanas. Este evento global, organizado por la Unión de Municipios de Mármara, Metropolis y ONU-Hábitat, fue seguido de eventos en otras ciudades como Kinshasa, Austin, Barcelona, Valle de Aburrá y Ciudad de México.

Una de las grandes conclusiones de los debates es que los retos a los que se enfrentan las ciudades no pueden resolverse solo a nivel municipal. Los límites de una ciudad ya no reflejan la realidad cotidiana de sus habitantes, por lo que los gobiernos necesitan mirar más allá de las divisiones geográficas e institucionales tradicionales. La vida se construye a escala metropolitana. Por consiguiente, debe gobernarse a la misma escala a la que se vive: es un ejercicio de corresponsabilidad que permite reducir la inequidad territorial, superando así la narrativa binaria de territorios ganadores y perdedores.

Además, la perspectiva metropolitana reconoce que las ciudades no son fundamentalmente distintas de su entorno. Tampoco son lo contrario a la naturaleza. Las grandes ciudades dependen de sus alrededores para acceder a recursos naturales como el agua, la energía o la alimentación, y al mismo tiempo tienen un gran impacto en su ecosistema. En el panorama global, las urbes son actores clave en los asuntos mundiales por su alcance, tamaño e importancia cultural.

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